Ya es mala pata que después de siete meses sin poder ver a Pedro Sánchez te presentes en Moncloa para reunirte con el presidente el mismo día en que el Gobierno de Madrid ofrece otro espectáculo de los de frotarse los ojos. Isabel Díaz Ayuso contraprogramó el miércoles a Pablo Casado con ferocidad, como si fueran dos cadenas televisivas enfrentadas a muerte por el ‘prime time’. Por mucho que se esfuerce el líder del PP, no tiene nada que hacer ante las declaraciones de Díaz Ayuso y las imágenes que genera su Gobierno. Es una batalla desigual. Ya dijo Santa Teresa de Jesús que «se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las no atendidas». Casado quería que ella fuera elegida presidenta de Madrid y desde entonces ha tenido tiempo de sobra para sufrir las consecuencias.
Partió Casado hacia Moncloa con la intención de proponer un montón de pactos de Estado a Pedro Sánchez y de responderle con un ‘no’ a todas sus ofertas. El presidente también llevaba en el bolsillo un acuerdo inviable, como el de pedir al PP que acepte negociar los presupuestos y le conceda una plácida legislatura. Un pacto entre el PSOE y el PP es imposible y todo lo que se diga al respecto es puro ruido. Ni siquiera para cumplir la Constitución, esa palabra con la que los políticos nos presionan sin piedad para resaltar lo importante que es respetar las leyes.
Casado se negó a tratar la renovación del Consejo General del Poder Judicial, que está pendiente desde finales de 2018. No es un trámite que dependa del estado de las relaciones entre los principales partidos, sino una obligación marcada por la Constitución. Pero al presidente del PP no le apetece. Afirmó que no negocia porque «el vicepresidente del Gobierno (Pablo Iglesias) busca un cambio de régimen». Si eso fuera cierto, a Casado le convendría conversar con el PSOE para contar con un nuevo CGPJ que impidiera tales designios demoníacos.
Sólo era una excusa, como quedó demostrado cuando citó otras, entre las que estaba la famosa reunión del ministro Ábalos con la vicepresidenta de Venezuela en Barajas. No sale nada de eso en la Constitución, pero qué más da.
También habló de su propuesta de crear un nuevo organismo público presidido por alguien independiente para que se ocupe de la reconstrucción económica «con el fin de evitar la discrecionalidad y el clientelismo en las ayudas». Es decir, dando por hecho que el Gobierno es tan corrupto que se quedará con todo el dinero que venga de Bruselas para gastárselo en caprichos. Cualquiera diría que esa gestión debería ser la responsabilidad del Gobierno, en especial de los ministerios de Economía y de Hacienda. Lo hizo con tanta intensidad que algunos periodistas en la rueda de prensa se creyeron que ya estaba decidido. Después, la portavoz del Gobierno les sacó de la confusión. Eso sólo era algo «accesorio» y «anecdótico».
Aparentemente, la cita de Casado y Sánchez no sirvió para nada. El primero recuperó todas sus críticas conocidas al Gobierno por su respuesta a la pandemia. Las que son reales y las que se inventó. «El INE y el Instituto Carlos III siguen dudando de la cifra oficial de fallecidos», dijo, lo que es falso. Esos dos organismos miden el exceso de muertes, una estadística que también es recopilada en otros países europeos. No es un recuento que se hace para responder al registro oficial, sino que se realiza cada año, y el de ahora sirve para medir el impacto real de la pandemia.
La respuesta de María Jesús Montero fue atronadora. «Todo lo que habla el señor Casado es ofensivo para este Gobierno». No parece que estén cerca de un acuerdo. Sobre el veto a la renovación del CGPJ, dijo: «Le hemos escuchado en esta sala decir sin sonrojo que no piensa cumplir la Constitución». Según la versión del Gobierno, el PP «está instalado en el frentismo, en la confrontación». Si el éxito en la lucha contra el coronavirus depende de algún tipo de consenso entre la izquierda y la derecha, ya podemos ir pidiendo cita en el hospital.
Preguntaron a Casado por el último arrebato de Díaz Ayuso, indignada porque Fernando Simón comentó en una rueda de prensa lo que todos sabemos, que Madrid encabeza en las últimas dos semanas la última oleada de contagios, al igual que ocurrió en primavera. Él prefirió inventar una realidad alternativa: «Cuando esta estadística hace tres semanas la encabezaba Aragón, no era un tema con mucho foco. Cuando fue Castilla-La Mancha la que tuvo la cifra relativa en cuanto a población peor de mortalidad y de contagio, también en residencias, tampoco se ponía el foco». A finales de julio y principios de agosto, todo el mundo hablaba de Aragón, ya que sus datos eran horribles. La diferencia es que el presidente de esa comunidad no denunció una campaña ni dijo que todas las demás CCAA le envidiaban.
Mientras Casado hablaba en Moncloa de lo mal que tratan los envidiosos a Díaz Ayuso, los medios de comunicación ofrecían las imágenes que dejaban en evidencia a ambos. La noche anterior, el Gobierno madrileño avisó de improviso a miles de profesores para convocarles a partir del miércoles a unas pruebas serológicas. En uno de los centros elegidos, centenares de docentes hacían cola sin que fuera posible guardar la distancia de seguridad al haberse reclamado la presencia de demasiadas personas al mismo tiempo. La Consejería de Educación optó por echarles la culpa a ellos.
He ido mi día y a mi hora. Te pongo un cachito de la cola… pic.twitter.com/9czYoEkatE
— Irene Vinuesa (@vinuesa1971) September 2, 2020
Nadie supo por qué no se les había avisado con más antelación. Si fue por pura improvisación o porque el inicio del curso escolar se echa encima. Las pruebas terminaron siendo suspendidas para que no continuaran las aglomeraciones, que no estaban dando muy buena imagen. El consejero de Educación lo negó y decidió jugar con las palabras: «No se han suspendido las pruebas en ningún momento. Se han reorganizado las citaciones de algunas personas que estaban citadas a última hora de la mañana porque han ido más de las previstas».
Los consejeros piensan que en caso de problemas pueden salir bien librados si son imaginativos en sus declaraciones, como ocurre con su presidenta. Pero para todo hay que saber. Cómo no admirar el desparpajo de Ayuso en una entrevista: «A lo largo del curso es probable que prácticamente todos los niños de una u otra manera lo tengan (el coronavirus). Pero porque a lo mejor se han contagiado durante el fin de semana en una reunión familiar, o por la tarde en el parque o por un compañero. No se sabe, porque el virus está en cualquier sitio». En todos los sitios, menos en aquellos que son responsabilidad del Gobierno de Madrid.
Más pronto o más tarde, vais a morir todos. Algunos antes que otros. Para qué tantas preocupaciones por la vuelta a los colegios.