China pone en marcha la diplomacia de las mascarillas

En la lenta vuelta a la normalidad en la ciudad china de Wuhan, una de las tareas más tristes que están pendientes es recoger en las funerarias la urna con las cenizas de un familiar fallecido por el coronavirus. Imágenes de gente esperando ante los locales –el reparto se hacía por cita previa y los que no la tenían debían esperar varias horas– aparecieron en la red social Weibo, la más popular del país. Después, comenzaron a desaparecer. El Gobierno chino obliga a la empresa a borrar todo contenido que pueda ser crítico con las autoridades o que dé una imagen del país que no se corresponda con el discurso oficial.

Es una vuelta al inicio de la crisis, cuando las autoridades locales y regionales en Wuhan intentaron limitar la información a los ciudadanos sobre la nueva enfermedad. El 31 de diciembre de 2019, medios de comunicación oficiales informaron del brote de un tipo desconocido de neumonía en Wuhan con 27 casos identificados. Al día siguiente, se cerró el mercado callejero considerado en ese momento como probable origen del brote. Sin embargo, el principal periódico de la ciudad no recibió permiso para informar de ello hasta dos semanas más tarde. La censura obligó a los medios a limitarse a publicar después los comunicados oficiales.

Los hospitales recibieron la orden de mantener a cero el número de infectados entre médicos y enfermeras. Eso hizo que oficialmente no hubiera ningún contagiado. De repente, el Gobierno local informó en la segunda quincena de enero que había 15 individuos contagiados entre el personal sanitario, un indicio de que la enfermedad estaba desbordando a médicos y enfermeras.

En la segunda semana de enero, se celebró en Wuhan una importante reunión de altos cargos locales y regionales. Alguien no quería que se viera afectada por esas preocupantes noticias.

En el caso más dramático, la policía de Wuhan obligó al médico Li Wenliang, que avisó el 30 de diciembre a sus compañeros del peligro de la enfermedad, a firmar una carta admitiendo que había hecho «comentarios falsos». A las cinco semanas, Li, de 34 años, murió por el coronavirus.

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