El dirigente de Ciudadanos que nunca leía libros tiene mucho trabajo estos días. Fran Hervías está metido en la operación para destruir desde dentro el partido que era el suyo y que le ha encargado Teodoro García Egea, número dos del PP. Consiste en ponerse en contacto con cargos de Cs descontentos con la gestión de Inés Arrimadas para comunicarles que su futuro está en la formación de Pablo Casado. Ya vale de angustiarse con la pelea de sobrevivir en un partido que se ha ido desangrando en todas las citas electorales celebradas desde abril de 2019. En la calle Génova les esperan con los brazos abiertos. Con el fin de eliminar dudas y doblegar voluntades, el mensaje suele ser claro: los que se den más prisa, podrían tener sitio. Llegar el último significa quedarse sin silla.
Hervías se jactaba de no perder el tiempo en leer libros, según contó el exdirigente de Ciudadanos Xavier Pericay. Sus habilidades eran otras y no pasaban por la elaboración de mensajes políticos. Era el guardaespaldas orgánico de Albert Rivera, el que se ocupaba de impedir cualquier conato de disidencia a través de una red de confidentes que le mantenían informado. Como secretario de Organización, no le bastaba con tener una comunicación permanente con dirigentes locales o regionales. Con vistas a ofrecer al líder un plan B en cada zona, se cuidaba de tenerlos vigilados con la información que le aportaban otras personas.
En un partido en que la voluntad del líder es de obligado cumplimiento, ganas mucho tiempo si consideras sospechosos a todos los demás por si es necesario ajustar cuentas. Ese conocimiento nunca caduca.
Ahora Hervías es el ingeniero que está construyendo los túneles subterráneos con los que conseguir que Ciudadanos se venga abajo. El Español publicó el jueves una foto del nuevo experto en demoliciones a las órdenes de García Egea reunido un día antes en un restaurante con la diputada Marta Martín y dos senadores del partido. Hervías había negado tener algo que ver con las maniobras del senador Emilio Argüeso, uno de los presentes en la comida y dedicado a la labor de captador de tránsfugas. La foto confirmó que estaba mintiendo.
La imagen dejó a Martín sin más opciones que anunciar su dimisión como diputada. Sabía que iba a ser especialmente dolorosa para sus compañeros. Como principal especialista en educación, había tenido un papel muy relevante en las últimas legislaturas. Al despedirse, suscribió el mensaje que están extendiendo desde la derecha los que han firmado la carta de defunción del partido: «Que ese escaño no sirva jamás para dar alas ni al nacionalismo ni a la corrupción». Es curioso que se refiriera a este último punto en la semana en que Ciudadanos presentaba una moción de censura en Murcia a la que probablemente se oponía.
Los tímidos y calculados intentos de Arrimadas por llegar a acuerdos con el Gobierno de Pedro Sánchez en algunos puntos han provocado que haya sido excomulgada. Ahora también ella es sospechosa de nacionalismo.
La otra asistente a la comida con Hervías también anunció que deja Ciudadanos, pero no el escaño. Ruth Goñi, senadora de Navarra, jugó el papel de esos políticos que niegan la evidencia sin mover una ceja. «Es un cambio ideológico que me expulsa del partido», dijo. Aparentemente, Cs se ha hecho independentista o socialista. Para justificar quedarse en el Senado, alegó que el escaño podía caer en manos del enemigo: «No puedo dejar esta acta para que la ocupe una persona que va a apoyar el sanchismo». Ella seguirá cobrando para salvar a Navarra de ese infausto e improbable destino.
La política puede llegar a ser un negocio implacable. Algunos de sus elementos como Hervías ayudan a entender cómo se viven los conflictos internos en un partido. Los mismos que impusieron la disciplina con mano de hierro pueden convertirse después en los infiltrados que fomentan las deserciones. Lo que no cambian mucho son sus métodos.
El jueves acabó con la noticia del nombramiento de un nuevo candidato a las elecciones autonómicas de Madrid. Lo será Edmundo Bal en vez de Ignacio Aguado. Arrimadas se ve forzada a prescindir de su mano derecha en el Congreso, pero es que no le quedan más cartas para impedir que el partido quede herido de muerte si no obtiene representación en la cita del 4 de mayo, una posibilidad muy real en estos momentos.
La moción de censura de Murcia, finalmente derrotada por 23 votos a 21, ha terminado siendo una trampa que Ciudadanos se ha tendido a sí misma. En teoría, su insistencia desde los tiempos de Rivera en que era la formación que venía para acabar con la corrupción en España, la que iba a «regenerar» la política, debería haber hecho más comprensible internamente la iniciativa contra el Gobierno de una comunidad en la que ser imputado es un estilo de vida. El vicealcalde de Murcia, de Ciudadanos, ha entregado a la policía documentos que prueban la fragmentación de contratos en el Ayuntamiento con el fin de adjudicarlos a dedo.
Nada de eso ha tenido la menor importancia para los disidentes. Ellos ya habían decidido que el papel que le resta a Cs es el de ser un partido satélite del PP, obligado a comerse toda la porquería que haya en el plato. Se acabó la excentricidad del partido centrista. «Por primera vez, hay un partido en España, después de la UCD, que tiene el liberalismo como ideología, como bandera y como protagonista de la vida civil», dijo Albert Rivera en 2019. Los riveristas de Cs como Hervías han decidido tirar la ideología y la bandera al contenedor de reciclaje.
El Partido Popular no iba a dejar sin castigo la provocación de Murcia. En enero, aún andaba diciendo que sólo buscaba preparar el terreno para que ambos partidos «sumaran» juntos en la próxima campaña electoral nacional. «No vamos a recibir cargos de nuestro socio ahora y no vamos a propiciar el cambio de siglas y la desunión», decían entonces. El fracaso en Catalunya y la oportunidad surgida en Madrid con la convocatoria de elecciones les han hecho cambiar de opinión. Sea o no un cálculo acertado, creen que la llegada a Moncloa pasa por aniquilar antes a Ciudadanos. Y si vas a invadir un país, es más rápido cuando cuentas con traidores que te abren la puerta de la muralla.