Gideon Levy escribe en Haaretz sobre la respuesta a los ataques de palestinos a israelíes de los últimos meses. Palestinos armados con cuchillos han atacado a israelíes, civiles o soldados. En algunos casos, abrir fuego contra el atacante ha sido la única manera de impedir la agresión. En otros, se ha eliminado a sangre fría a personas que en ese momento ya no suponían una amenaza o que podrían haber sido detenidas.
«Lo deberíamos llamar como lo que es: Israel ejecuta a personas sin derecho a juicio casi cada día. Cualquier otra descripción es una mentira. Si antes hubo un debate aquí (en Israel) sobre la pena de muerte para terroristas, ahora se puede decir que son ejecutados sin juicio, y sin discusión. Si antes hubo un debate sobre las reglas para abrir fuego, ahora está claro: disparamos a matar contra cualquier palestino».
No se trata tanto de legalizar la respuesta inmediata de civiles israelíes en posesión de armas de fuego, como de una orden explícita a las fuerzas de seguridad. Levy cita unas palabras del ministro de Seguridad, Gilad Erdan: «Todo terrorista debe saber que no sobrevivirá al ataque que va a cometer». Por las características de estas agresiones, a veces mortales, es poco probable que el aviso del ministro tenga un efecto disuasorio. Los que salen a la calle con la intención de matar ya suponen que no saldrán vivos. Esa declaración es mucho más efectiva si pensamos en lo que interpretarán policías o soldados. Ninguno será investigado por algo que si tuviera relación con la delincuencia común no se permitiría.
En la ola de violencia iniciada en octubre, murieron hasta finales de diciembre 141 palestinos y 22 israelíes.
Levy da algunos ejemplos.
«El sábado, los soldados en el control de Beka’ot (que los palestinos llaman Hamra) en el valle del Jordán mataron con 11 disparos al empresario Said Abú al-Wafa, de 35 años, padre de cuatro hijos. Al mismo tiempo, mataron con tres disparos a Alí Abú Mariam, un trabajador agrícola y estudiante de 21 años. El Ejército israelí no explicó las razones de la muerte de los dos hombres, excepto para decir que existía la sospecha de que tenían un cuchillo. Hay cámaras de seguridad en la zona, pero el Ejército no ha difundido imágenes de los incidentes».
Hay que recordar que cuando se trata de un caso evidente de intento de asesinato con cuchillo, el Ejército si distribuye esas imágenes a los medios.
«En diciembre, otros soldados mataron a Nashat Asfur, padre de tres hijos, que trabajaba en un matadero de pollos en Israel. Le dispararon en su pueblo, Sinyil, a 150 metros de distancia, mientras volvía a su casa tras asistir a una boda. Antes, Mahdia Hamad, de 40 años y madre de cuatro hijos, conducía a casa cruzando su pueblo, Siluad. Policías rociaron su coche con decenas de balas tras sospechar que intentaba atropellarles.
Los soldados ni siquiera sospechaban nada de la estudiante de cosmética, Samá Abdalá, de 18 años. Dispararon al coche de su padre «por error» matándola. Sospechaban que un peatón, Alá al-Hashbash, de 16 años, iba a intentar apuñalarles. También lo ejecutaron a él, desde luego.
También mataron a Ashrakat Qatani, de 16 años, que corría con un cuchillo en la manos detrás de una mujer israelí. Primero, un colono la atropelló con su coche, y cuando ella estaba herida en el suelo, soldados y colonos le dispararon cuatro veces. Ejecución, ¿qué otra cosa era?
Y cuando los soldados dispararon por la espalda a Lafi Auad, de 20 años, cuando huía después de lanzar piedras, ¿no era eso una ejecución?
La sucesión de ataques con arma blanca a israelíes se ha convertido en la cobertura perfecta para matar palestinos en Israel.
Foto: los servicios de emergencia trasladan a un menor palestino herido tras atacar a un israelí en Pisgat Zeev, cerca de Jerusalén.