Todo se puede medir en una campaña hasta que te ocurre algo que no esperabas. Está José Luis Martínez Almeida dando unas declaraciones a los periodistas, aparece por detrás Florentino Pérez y le da una colleja. Una pequeña, pero una colleja. Al excelentísimo alcalde de la Villa y Corte de Madrid. Cómo va eso, chaval. Todo bien, ¿no?
Para algunos, sería un gesto cariñoso. Algo que pasa entre amigos. No hay que engañarse. No es habitual con una autoridad política importante. Nadie le da collejas a Pedro Sánchez o a Alberto Núñez Feijóo. Si acaso, una palmadita en la espalda, como si hubiera más cercanía que la real.
Es más grave cuando el que la da también es una autoridad en lo suyo. El presidente del Real Madrid lo es y los ejemplos que demuestran su influencia política y económica son numerosos. No ya por ser presidente de una de las corporaciones con más contratos con las administraciones, sino por estar al frente del mayor equipo de fútbol de la ciudad.
Florentino consigue todo lo que quiere. Es una idea firmemente asentada en Madrid. Quedó patente con la recalificación de los terrenos de la Ciudad Deportiva que permitió una operación inmobiliaria de la que el club obtuvo centenares de millones de beneficio. La concejala socialista Matilde Fernández recibió múltiples presiones, que resistió, con intervenciones personales de Pérez, para que diera su brazo a torcer.
Con la corporación presidida por José María Álvarez del Manzano, Florentino consiguió lo que buscaba gracias a la intervención de José María Aznar, entonces presidente del Gobierno.
Ahora con la reforma del estadio Santiago Bernabéu, vuelve a suscitarse la sospecha del alcance de esa influencia. El Real Madrid quiere que se construyan dos grandes aparcamientos, cuya gestión se entregará a una empresa privada, al lado de su estadio. Un informe crítico con el proyecto presentado por una concejalía fue retirado en cuestión de días.
“Vaya collejita me ha dado el presidente. Agresión, agresión. Pido el VAR”, comenta sonriente Almeida. Como si estuviera acostumbrado. “Es para que vengamos dentro de un mes”, dice Pérez. Será para celebrar otra victoria del Real Madrid de baloncesto. No está clara la relación causa-efecto. No es que Almeida tenga mucha mano en el baloncesto.
Almeida quedó aún más retratado por la estafa de las mascarillas. Dos pijos se levantaron seis millones de euros en calidad de comisiones por la venta de material sanitario al Ayuntamiento. Un juez los ha procesado por los delitos de estafa y falsedad en documento mercantil. Inflaron los precios de la venta de mascarillas, guantes y tests en un 60%, 81% y 71%, respectivamente.
Un mensaje que uno de los comisionistas envió la otro no ocultaba la dificultad de la maniobra. Los bancos “van a decir, hostia, pero qué tipo de pelotazo es este”.
Pero es muy fácil hacer negocios con Almeida. Es muy sencillo colarle una estafa. Con tales antecedentes, uno se puede imaginar cómo son sus relaciones con Florentino.
Está claro quién da las órdenes, quién se lleva los beneficios y quién da las collejas. Es decir, quién manda en Madrid.