El artículo 55 de la Cuarta Convención de Ginebra establece que la potencia ocupante en tiempo de guerra tiene el deber de abastecer a la población de los alimentos y material médicos necesarios y de mantener en funcionamiento las instalaciones médicas y de salud pública. Cuando eso no sea posible, deberá facilitar los envíos de ayuda por las organizaciones humanitarias imparciales, como el Comité Internacional de la Cruz Roja. Lo segundo es especialmente importante. Incluso si un Ejército no cuenta con los medios logísticos necesarios para alimentar a la población, debe permitir que otros realicen esa labor si están dispuestos a llevarla a cabo.
El testimonio de dos senadores norteamericanos ha servido para demostrar cómo Israel está impidiendo la entrega de ayuda humanitaria desde territorio egipcio. Visitaron la zona fronteriza en los primeros días de enero y descubrieron que todo el proceso está diseñado para reducir el paso de los camiones que pueden trasladar alimentos y material médico.
Lo que cuentan permite saber el porqué de la imagen conocida de centenares de camiones parados en el lado egipcio, cuenta un artículo de Associated Press. En esa primera semana del mes, pasaban a Gaza una media de 120 camiones al día, según cifras de la ONU, «muchos menos que los 500 camiones que entraban diariamente antes de la guerra y muy por debajo de lo que los grupos de ayuda creen necesario».
Los camiones esperan semanas hasta que les llega el turno para ser examinados. Entran por el lado egipcio, circulan hasta la localidad israelí de Nitzana para que los militares israelíes los inspeccionen, y regresan a Rafah para entrar en Gaza. La otra vía es a través del paso fronterizo de Kerem Shalom. Este último paso sólo opera ocho horas al día y está cerrado desde la tarde del viernes y todo el sábado.
En esas inspecciones, los camiones son descargados y cargados varias veces para comprobar lo que contienen. Si hay un solo objeto que los israelíes no autorizan, el camión debe regresar con toda su carga y volverse a poner a la cola en Egipto para iniciar todo el proceso otra vez.
Obviamente, todo ese sistema se aceleraría si hubiera unas órdenes claras sobre lo que no puede introducirse en Gaza. No es el caso. Las razones son a menudo «muy vagas y son comunicadas de manera informal. A veces, no son nada razonables», dice el senador Jeff Merkley.
Ambos senadores entraron en un almacén con los objetos rechazados. Por ejemplo, «botellas de oxígeno, generadores alimentados por gas, tiendas y kits médicos utilizados en partos». En este caso, porque los kits contienen escalpelos, que están vetados. Tampoco se ha permitido material para energía solar.
Todo el proceso está marcado por la arbitrariedad. Objetos que antes habían sido permitidos pasan a estar de repente prohibidos. Después de pasar la inspección, los camioneros tienen prohibido entrar en contacto con otra persona. Los senadores contaron que un camionero fue enviado de vuelta, con su carga, cuando alguien le llevó una taza de café.
Las dimensiones de la catástrofe humanitaria de Gaza obligarían a poner en marcha un sistema de entrega masiva de ayuda. No está ocurriendo porque está sometido a las necesidades militares de Israel. No se permite más que la llegada de una cantidad de combustible que es insuficiente para abastecer a hospitales y otras instalaciones que sólo pueden funcionar ya con generadores.
Ni siquiera la comparación del número de camiones que entran en Gaza con las cifras anteriores a la guerra sirve para calibrar las consecuencias. Toda la producción interior de alimentos ha desaparecido. No hay casi actividad económica ni la gente puede trabajar y por tanto cobrar un salario. La mayor parte de la población del norte de Gaza se ha trasladado al sur donde sólo puede sobrevivir de la ayuda humanitaria.
La propaganda israelí quiere hacer creer que no existe una crisis humanitaria con fotos de la venta de alimentos en Rafah. Esa comida no es gratuita. Hay que pagarla y a pocos les queda dinero. La consecuencia inevitable de una demanda gigantesca y una oferta escasa es el aumento de los precios hasta niveles inasequibles para los que malviven en el sur de Gaza.
Quieren hacer creer que antes de la guerra entraban setenta camiones diarios en Gaza. La cifra es falsa.
La situación humanitaria de Gaza, escribe Gregg Carlstrom de The Economist, tiene su origen en decisiones políticas tomadas por el Gobierno israelí, que considera que es la ONU quien debe ocuparse de las necesidades alimentarias de los gazatíes o sugiere que sería más fácil atenderles en territorio egipcio. Ni la ONU ni las ONG cuentan con la logística apropiada para alimentar a cerca de dos millones de personas que han tenido que abandonar sus hogares.
Organizar la entrega de alimentos y medicinas desde Egipto plantea serios problemas. Los almacenes existentes en la localidad egipcia de el-Arish no tienen la capacidad suficiente. El nivel de corrupción es alto, dice Carlstrom. Muchos productos desaparecen para resurgir en el mercado negro. Por el contrario, los que están a punto de caducar son los que llegan a Gaza. Eso es un fenómeno bastante habitual en las zonas de guerra y siempre se repite si no hay una organización férrea y sustentada por un Estado que funcione.
El Derecho internacional obliga a Israel a asumir las consecuencias de sus acciones militares en la población civil. Se está negando a hacerlo y eso coloca a Gaza al borde de la hambruna y del riesgo de brotes epidémicos de enfermedades infecciosas.
«Un 93% de la población de Gaza sufre distintos niveles críticos de hambre con comida insuficiente y altos niveles de malnutrición. Al menos uno de cada cuatro hogares sufre ‘condiciones catastróficas’: experimenta una falta extrema de comida y ha tenido que recurrir a vender sus posesiones y otras medidas extremas para permitirse una simple comida», dijo la OMS a finales de diciembre.
El hambre debilita el cuerpo y hace más probable que caiga enfermo. La malnutrición aumenta el riesgo de que los niños caigan enfermos por diarrea, neumonía y sarampión, especialmente en un entorno que carece de los servicios sanitarios esenciales, según la OMS.
«He ordenado un cerco completo de Gaza», dijo el ministro israelí de Defensa, Yoav Gallant, el 9 de octubre. «No habrá electricidad, comida o combustible. Todo estará cerrado».
Israel ha cumplido su palabra y ha condenado a la población civil de Gaza a sufrir una catástrofe, lo que supone una vulneración de las obligaciones que le asigna la Cuarta Convención de Ginebra.
Foto: camiones egipcios transportan ayuda humanitaria para Gaza el 10 de enero tras pasar los controles de seguridad en el paso de Kerem Shalom. Atef Safadi/EFE.