La crisis provocada en EEUU por la decisión de Trump de separar a las familias de inmigrantes sin papeles ha deparado otra ronda de declaraciones incendiarias del presidente, tuits incluidos, y varios miembros de su Administración, respuestas airadas de la oposición y titulares dramáticos en los medios.
El titular de portada del Financial Times del martes 19 de junio fue un buen ejemplo de cómo no se debe titular con unas declaraciones de Trump, en especial si le concedes el honor de abrir la primera página. Aun más si se trata de un acusación grave con la que probablemente haya que esperar hasta el quinto párrafo o más abajo para saber si está fundamentada.
El periodismo de declaraciones no es desde luego la actividad más gloriosa a la que se puede dedicar un periodista. Es cierto que lo que dicen los políticos es relevante, más cuando están en el Gobierno que en la oposición. Si un político dice que va a hacer algo (leyes, decretos…), al menos es posible que lo haga.
Si un político acusa a otro de ser o hacer algo, será mejor que el periodista valore antes la credibilidad de esa denuncia. Limitar a reflejar la acusación en el titular puede ser una forma de concederle una victoria propagandística.
Los periodistas del FT conocen Alemania mucho mejor que Trump. Saben que la llegada de cerca de un millón de extranjeros en 2015 no ha «transformado» el país en el sentido en que está pensando el presidente de EEUU.
El titular de portada es cierto –Trump dijo eso–, pero supone una manipulación porque sólo sirve para extender una falsedad.
El titular del NYT incide en el mismo error que el FT, si bien por el tema es poco probable que esa noticia abriera el periódico del día después. Sin duda es relevante que un presidente de EEUU ataque a uno de los mejores aliados del país en las últimas décadas. Cuando no es la primera vez que lo hace, y viniendo después del desenlace de la cumbre del G7, la novedad ya es inexistente.
Un periodista debe ser capaz de entender las razones de un ataque político y por qué se produce en ese momento. Trump busca describir un escenario horrible en la política migratoria europea para intentar justificar las polémicas medidas impuestas en su país. Como mínimo, el medio de comunicación tendría que contrastar esa acusación con la realidad.
Este artículo de The Washington Post es un ejemplo. Pero es un análisis, no la noticia original, y de hecho el NYT publicó también un ‘factchecking’ para destacar que es falso, que el crimen haya aumentado en Alemania, como dijo Trump, aún más que ese dato falso tenga que ver con la inmigración.
Los factchecking –artículos dedicados a posteriori a verificar por ejemplo lo que ha dicho un político– no son un remedio mágico. Hay resultados contrapuestos en algunos estudios sobre su eficacia. No se puede negar que muchas veces no tienen tanta repercusión como la declaración inicial o son recibidos con escepticismo por aquellas personas que votaron a ese político. Sus conclusiones se aceptan con más facilidad cuando se hace entre amigos o gente que se tiene confianza.
Recientemente, se dio otro ejemplo con una frase de Trump sobre la desaparición de la amenaza nuclear de Corea del Norte. Era relevante que dijera eso por una serie de razones, pero eso no justifica que el periodista se limite a transcribirlo en un titular.
El presidente de EEUU tiene 53 millones de seguidores en Twitter en todo el mundo. La mayoría de los norteamericanos se enteran de sus declaraciones no por esos tuits, sino por la información sobre ellos que aparece en los medios de comunicación.
Trump escribe lo que quiere en sus tuits. Los periodistas no pueden ignorarlos, como tampoco sus declaraciones públicas o discursos. Pero los titulares son suyos, son su responsabilidad. No deben subcontratarla a los políticos ni regalarles portadas de periódicos.