Es más fácil controlar el debate sobre el poder creciente de los servicios de espionaje cuando sabes que una buena parte de la prensa te apoyará. Como en los tiempos de la guerra fría, en Londres la prensa conservadora no tarda en tachar de traidores o de colaboradores de los enemigos del país a aquellos que no aceptan que hay que dejar las manos libres al Estado. Las autoridades saben lo que nos conviene.
El discurso del director general del MI5 no contenía ninguna referencia a The Guardian o a Edward Snowden, pero no era necesario, en especial para el Daily Mail. Los que han contado que el Estado tiene como una de sus primeras misiones acabar con la privacidad de comunicaciones y datos conservados en la red son cómplices de los terroristas. Un viejo guión que se ha repetido durante décadas. Sólo cambian los enemigos.
Curiosamente, no es eso lo que piensa un ex director general del otro servicio secreto, el MI6.
Más que poder creciente, yo diría, sobre todo ante la evolución de las cosas, poder decreciente. Se han convertido en meros negociados, privatizados, de información a la venta, para quien pueda pagarla, y van derivando en organizaciones de control totalitario ideológico, algo que nunca fue ajeno a ellas (la CIA se cansó de echar pienso en los pesebres, ya ni sabemos qué gran pensador, gurú o artista no estaba en nómina).
Pero están en decadencia. Ya no tienen presupuestos para mantener inteligencia de verdad, es decir, espías, redes de infiltrados, informantes, todo eso está muy tocado y disminuido. Se han movido al terreno de la cacharrería (disminución de costos, como en todo, más maquinitas y menos salarios), y la cacharrería tiene sus límites. Como se está viendo.
Me da la impresión de que la inteligencia más activa ahora mismo, y a saber hasta dónde, es la china. De entrada, en vez de tener 300.000 agencias de inteligencia como los americanos, que además gastan muchos de sus recursos en espiarse unas a otras como en las delirantes ucronías de Lem, tienen una sóla, y como les sobra la pasta, deben untar a todo el que se deje a base de bien. El corolario es que no se les oye, no se les ve, y nunca se habla de ellos.
Otros, mientras, ladran, y hunden más en la mierda a la población a la que dicen servir y proteger. Esto de toda la puta vida se llamó decadencia.