Durante años, los gobiernos español e italiano han acusado con razón a los demás gobiernos de la Unión Europea de haberles dejado solos ante las crisis migratorias que se ven obligados a asumir los estados mediterráneos. La geografía no puede ser el factor que marque a quién corresponde asumir por completo esa carga. En estos momentos, el Gobierno de Canarias está enviando el mismo mensaje a Madrid. ¿Por qué las islas deben afrontar en solitario la llegada de miles de inmigrantes en un corto espacio de tiempo sólo por su posición en el mapa?
El ministro de Interior da a entender que España no puede elegir, porque debe cumplir la política que marca la UE, lo que le impide enviar a algunos de esos extranjeros a otras zonas de España. Es falso. «No hay regulación europea alguna que impida a un Estado miembro mover inmigrantes o refugiados dentro de su territorio nacional», ha dicho un portavoz de la Comisión Europea.
El Gobierno ha vuelto a refugiarse en el escudo europeo que no le funcionó con el IVA de las mascarillas. Parece extraño que se recurra a un método que ha fallado antes, pero eso no es tan raro en política. En el peor de los casos, sirve para ganar tiempo. Al precio de conceder argumentos a la oposición y de ver dañada la reputación propia. El balance de ingresos y gastos de esta táctica termina provocando pérdidas.
La crisis ha explotado esta semana. No se puede decir que no se viera venir. La cifra de llegadas de migrantes a Canarias saltó a 2.148 en septiembre, a 5.328 en octubre y a 6.939 en lo que llevamos de noviembre. En total, 16.760 este año, un incremento espectacular con respecto a 2019. El puerto de Arguineguín, en Gran Canaria, se convirtió en primer lugar en el escenario principal del problema al albergar en condiciones indignas a los extranjeros que llegaban sin que hubiera un sistema para sacarlos de allí después de identificarlos y darles la primera ayuda tras el viaje en patera.
Después, pasó a ser el símbolo de la pasividad de las instituciones llegando a albergar a 2.600 personas. Fernando Grande-Marlaska afirmó que nunca «estaban allí más de 72 horas». Hace un mes, los periodistas que cubrieron la noticia ya comprobaron que eso no era cierto.
Esta semana, después de que los medios informaran de que los migrantes estaban durmiendo sobre mantas en el suelo de un muelle y acompañados por ratas, se consiguió reducir su número el jueves en un tercio. «En Arguineguín es muy difícil, simplemente, respetar la distancia», dijo el presidente de Emergencias de la Cruz Roja, un hecho esencial en una pandemia.
El Gobierno ha recurrido a terrenos controlados por el Ministerio de Defensa para instalar campamentos que solucionen no el problema, sino la situación de Arguineguín. Afirma que levantará instalaciones para mantener recluidas a 7.000 personas. Por lo que se ha visto en el situado en el antiguo polvorín de Barranco Seco, se trata de un campamento formado por decenas de tiendas levantadas sobre tierra sin asfaltar.
Pablo Casado no podía desaprovechar la oportunidad. Hizo un viaje rápido el sábado a Arguineguín para afirmar que su muelle es «la zona cero de la peor crisis migratoria de nuestro país en las últimas décadas». No es cierto. En 2006, llegaron 31.678 migrantes a Canarias. Cuando un político o periodista utiliza la expresión ‘zona cero’, significa que pretende competir en la prueba de triple salto de retórica.
En cualquier caso, el líder del PP jugaba sobre seguro. Su mensaje será efectivo en Canarias, donde el Gobierno autonómico, presidido por el PSOE, no entiende cómo Marlaska les ha dejado en la estacada. «Sánchez no puede pretender hacer de Canarias la Lampedusa y Lesbos de España», dijo Casado.
Con eso ya tiene un titular que deja al PSOE canario en una situación muy vulnerable, porque la comparación con Lampedusa también la han hecho algunas ONG.
«Canarias se rebela. No aceptamos que Canarias se haga cargo del 100% de las personas llegadas a las islas», ha dicho el presidente canario, el socialista Ángel Víctor Torres. Otras comunidades se han ofrecido a recibir migrantes, pero el Gobierno prefiere quedar bien con el clima de opinión extendido en otros gobiernos europeos y en la Comisión Europea. Creen que encerrando a los inmigrantes en sus lugares de llegada e impidiendo que se acerquen a las ciudades donde pueden encontrar un empleo se verán desalentados y no iniciarán el viaje desde África.
Es una mentalidad que no se basa en ninguna realidad, como tampoco la que afirma que se quedarían en sus países si no existieran mafias que facilitan su llegada. En realidad, es al revés, pero eso no sirve a la propaganda de los gobiernos.
Casado también se refirió al «efecto llamada», un argumento habitual en el PP, para poner como origen del problema el rescate del Aquarius en 2018. Si fuera así, se nota que las noticias tardan mucho en llegar a África, porque han pasado más de dos años antes de que surtiera efecto la llegada del Aquarius a Valencia.
Desde el momento en que la crisis ya no se podía ocultar, dos ministros se han desplazado a Canarias, Marlaska ha viajado a Marruecos y González Laya a Senegal. Como la mayoría de los recién llegados son marroquíes –a los que las medidas contra la pandemia han dejado sin empleo en su país–, el Gobierno se ata a la idea de que todos tendrán que ser repatriados al país vecino. ¿Cuándo? No se sabe. Marlaska salió «absolutamente satisfecho» de su reunión con el ministro marroquí de Interior. ¿Se anunció algún acuerdo concreto? No.
Esta crisis pone a Unidas Podemos ante otro asunto en el que sufre el desgaste de ser el segundo partido de un Gobierno de coalición. Lo están llevando con bastante aguante, pero la ministra Irene Montero no podía dejar de responder a una pregunta sobre lo que está pasando en Canarias y lo poco que se acerca esa situación a las ideas de su partido: «Hay imágenes que estamos viendo en Canarias en los últimos días que un Gobierno progresista no se puede permitir, y creo que tenemos que garantizar que se cumplan los derechos humanos en nuestro país». Ergo, no se están cumpliendo ahora.
Pedro Sánchez inauguró su presidencia del Gobierno con la decisión de acoger en España al barco Aquarius con 630 inmigrantes rescatados en el Mediterráneo. Se dijo que no sólo se estaba solucionando una situación de emergencia, sino enviando un mensaje a toda la UE que destacaba la necesidad de defender «valores europeos». En su libro ‘Manual de resistencia’, escribió sobre el asunto de las migraciones: «No podemos dejarlo solo en manos de uno, de aquel cuyas fronteras nacionales se ven afectadas».
Lo que valía para toda Europa aparentemente no vale para España. Aquí sí se puede dejar todo el problema en manos de Canarias.