No hay respuestas fáciles a la crisis egipcia y, por ejemplo, por mucha indignación que causen las imágenes de las matanzas, es poco lo que pueden hacer los gobiernos occidentales. Me refiero a medidas realmente efectivas. Eso no nos impide opinar, arriesgarnos en el análisis y también equivocarnos, porque hay una cosa que es evidente. Hay muchas cosas importantes en juego. No pensemos que lo que ocurra allí no nos afecta en absoluto.
El margen de interpretación de los acontecimientos es muy amplio. Desconfíen de cualquiera que diga que está completamente seguro de saber lo que va a ocurrir (también en este blog, claro). Ni siquiera lo tienen claro en El Cairo.
Y hay que desconfiar aún más de los que alertan de conspiraciones internacionales en las que algunos actores juegan papeles decisivos, a veces hasta contradictorios entre sí.
Pongamos el caso del novelista Arturo Pérez-Reverte, al que podríamos asignar a la categoría ‘todos estamos en guerra contra el Islam radical’. Como es habitual en él, denuncia que estamos sedados, supongo que por culpa de políticos corruptos e ineptos (detalle habitual en sus sermones dominicales). «Occidente se niega a aceptar, con todas sus consecuencias morales, que tiene una guerra en la frontera. Y que esa guerra es también suya», dice.
Hay que tomar partido y, por mucha violencia que empleen los militares egipcios, el escritor tiene claro dónde debemos estar. Esos militares nos hacen «el trabajo sucio». Como mínimo, habrá que agradecer sus crímenes o al menos no ser demasiado duros con ellos.
Quizá estos comentarios procedan de los egipcios con los que ha hablado estos días, pero, por el tono que utiliza Reverte, se diría que él está muy de acuerdo. Admite que todas estas masacres pueden ser contraproducentes al crear mártires para la causa del enemigo. Aun así no les da mucha importancia. A fin de cuentas, la guerra es la guerra. Si hay que matar a más gente, se mata a más gente, supongo.
Pronto vuelve a la carga: «Estamos en guerra. A ver si se enteran los buenistas imbéciles». Nos jugamos nuestra libertad y nuestros derechos humanos. Que no nos vengan con remilgos, con buenismos. ¿Habrá inocentes muertos? Claro, mueren inocentes, como en todas las guerras. Qué se le va a hacer. Al menos, no los llama daños colaterales. Será cuestión de estilo en la escritura. No es propio de afamados novelistas recurrir a estereotipos.
Como algunos replican, dice luego que no sabe si merece la pena «echar pan a ciertos patos». La ignorancia y la soberbia suelen ir unidas. Su pan es de bastante mala calidad. Se refiere literalmente a «la influencia feroz de los radicales islámicos egipcios y su obra social en una población en su 70% analfabeta».
No se ha equivocado en unas décimas o unos pocos puntos, precisamente.
La tasa de alfabetización de Egipto es del 73,9% (81,7% en los hombres y 65,8% en las mujeres). Eso daría un 26,1% de analfabetos. La fuente es una estimación de 2012 citada por la CIA en su web (el Banco Mundial da un 72% de alfabetización).
Espero que Reverte no crea que la CIA es una de esas organizaciones buenistas que no son conscientes de la amenaza existencial que el islamismo radical supone para Occidente.
Al otro lado del cuadrilátero, están algunos que podemos encuadrar en el apartado ‘no dejes que una guerra te estropee una buena conspiración dirigida por la CIA’. En Público.es, Nazanín Armanian construye una confusa ensalada (eso sí, con la palabra «geopolítica» en el titular que queda muy elegante), cuyo objetivo final es obvio desde el principio: toda la culpa es de EEUU.
Precisamente cuando la confusión de la Administración de Obama es considerable, cuando los republicanos acusan al presidente de pasividad e incapacidad, cuando se sabe que EEUU y la UE habían intentado presionar a los dos bandos enfrentados en El Cairo para que encontraran una coexistencia pacífica, alguien nos recuerda que todo esto son artimañas. No importa que los militares egipcios se cerraran en banda ante cualquier influencia occidental y promovieran en los medios de comunicación egipcias un campaña con el fin de propagar que Washington era el improbable aliado de los islamistas.
Todo eso no es nada comparado con el dato con el que comienza el artículo: el nombramiento de Robert Ford como nuevo embajador de EEUU en Egipto, el mismo que creó «en Irak en 2004 y junto con John Negroponte los Escuadrones de Muerte iraquíes». Ese detalle debe de ser toda una novedad para el Ministerio iraquí de Interior, controlado por los sectores más radicales del partido chií en el poder, que promovió la depuración de la provincia de Bagdad para eliminar a la población suní como respuesta a los atentados de los grupos insurgentes suníes.
Tanto benefició a EEUU esa ofensiva que se vio obligado a aumentar la presencia militar en Irak, contra el criterio de parte del alto mando militar, en una apuesta arriesgada. Si esa guerra fue remitiendo a lo largo de 2007 fue sobre todo porque la limpieza étnica de Bagdad tuvo éxito en parte y las tribus suníes de la provincia de Anbar (donde están Ramadi y Faluya) decidieron cambiar de bando.
El fortalecimiento del Gobierno chií y de su política sectaria hacia los suníes hizo aún más evidente su acercamiento a Teherán, rival tradicional de los norteamericanos en Oriente Medio. En esta teoría, eso también era la culminación de los planes secretos norteamericanos, y por eso hay que imaginar que Ford era en el fondo un agente doble de Irán. Es lo que pasa con las teorías absurdas. Suelen llevar a conclusiones delirantes.
Pero no dejemos que los hechos oscurezcan la maligna trayectoria de Ford, que es también, por si no lo sabían, el auténtico arquitecto en la sombra de la guerra civil siria.
«Tras cumplir con su misión de convertir el país en un montón de escombros, se fue a Siria como embajador para hacer lo mismo: justo en enero de 2011, cuando tomó la posición de su cargo, empezaron los atentados y las protestas violentas contra el Gobierno de Assad. Los egipcios temen que EEUU quiera aplicar la misma receta del uso del terror como bandera falsa para incitar una guerra civil.»
El volumen de la ayuda militar de EEUU a Egipto es un dato contrastado. Las conclusiones que saca Armanian son otra cosa diferente. Aparentemente, en Egipto todos los protagonistas de la crisis son marionetas norteamericanas. «Washington tampoco se fía del ejército, a pesar de que su mando esté bajo el control del Pentágono». Si fuera así, algo me dice que el general Al Sisi no habría enviado a los Hermanos el mensaje de que nunca volverán al poder por las urnas. Dudo de que beneficie a EEUU que se extienda la idea de que la violencia es la única herramienta con la que el Islam radical pueda conseguir sus fines políticos.
«De modo que entretener a los militares en una guerra (civil o con algún país) impedirá que se vuelvan autónomos». Ajá. Ya lo tenemos. EEUU no está a favor de los islamistas o del Ejército. Pretende forzar un baño de sangre de final imprevisible para que los egipcios no piensen por sí mismos. ¿Cuál sería una consecuencia de esa ‘autonomía’? Por ejemplo, acercarse a Rusia o China, y ahí está como ejemplo la visita de Morsi a Pekín en 2012.
Sin embargo, en toda esta crisis Rusia no va a hacer ascos a apoyar a los militares egipcios por muchas violaciones de derechos que puedan existir. De China, se puede decir lo mismo, aunque no con el tono de fantasía que le da la autora cuando dice que «Pekín necesita el Canal de Suez para entrar en el Mediterráneo si no quiere rodear toda África». No sabía yo que en la última década los buques chinos habían tenido prohibido el acceso al canal de Suez. Por otro lado, los intereses chinos se extienden por zonas del continente negro bastante alejadas del Mediterráneo.
En última instancia, en todo este berenjenal de geopolítica no podía faltar la referencia a Israel. Algunos habrán pensado que algo hará EEUU en favor de su gran aliado. Pues no, es al revés. Es Israel el que al final engaña a Washington en otro momento del artículo. Son los israelíes los que, «extendiendo su dominio desde el Éufrates hasta el Nilo» (sic), deben ser considerados los urdidores de la trama. Gracias a este dominio, toda una revelación para los gobernantes iraquíes y sus aliados de Teherán, Israel «arrastra a EEUU acabando con su influencia en esta zona del planeta».
Llevando este razonamiento hasta el final, diríamos que Robert Ford es un agente triple de EEUU, Irán e Israel. Washington comienza guerras en todo Oriente Medio para conseguir que Arabia Saudí extienda su idea sectaria y antioccidental del Islam, Rusia y China tengan opciones de mejorar su relación con Egipto, y EEUU vea eliminada su influencia en Oriente Medio. Elemental, querido Watson.
Y para celebrarlo Obama juega sonriente todos los días al golf en agosto. A fin de cuentas, sólo es un musulmán secreto nacido en Kenia que se ha ocupado de que Robert Ford se manche las manos en la puesta en práctica de su diabólica estrategia.
A mi al final me da la impresión de que , a cualquier potencia que intente influir en lo de Egipto de un modo y otro, le puede terminar explotando el petardo en las manos.
Iñigo, quizás te interese esta entrevista a un profesor de estudios arabes e islámicos de la Universidad de Alicante y también hijo de uno de los fundadores de los Hermanos Musulmanes (a partir del minuto 44:31):
http://www.rtve.es/alacarta/audios/el-dia-menos-pensado/dia-menos-pensado-tercera-hora-19-08-13/1997855/
Curiosamente muy pro-ejercito y aparentemente repitiendo la propaganda de los defensores del golpe de estado.
Para mí que Pérez Reverte no ha vuelto a ser el mismo desde el sitio de Sarajevo (¡el horror, amigos! ¡EL HORROR!)… Sólo le ha faltado gritar «¡SANTIAGO Y CIERRA ESPAÑA!». Pues vale. Y con respecto a Público, echo a faltar en su análisis de la situación en Egipto alguna referencia a la Comisión Trilateral, el Club Bildelberg y los Jóvenes Castores de Patolandia. Alguien mueve los hilos. Estad atentos.
Con los islamistas, por su propia naturaleza, al menos el laicismo (esencial para toda democracia real) y los derechos de las mujeres, están en peligro. http://www.elsenorgordo.com/2013/08/nuestros-amigos-en-el-cairo.html