Kais Saied ya cuenta con la Constitución que quería. El referéndum celebrado este lunes en Túnez la ha aprobado por una amplia mayoría del 94%. Su legitimidad es un asunto más complicado. Sólo hubo una participación del 30%. Los partidos de la oposición habían reclamado el boicot a las urnas. Es posible que también se deba a que todo el mundo daba por hecho que saldría adelante. No había un porcentaje mínimo de participación para que la norma fuera aprobada.
Saied, el presidente de 64 años, estará en condiciones de controlar todos los poderes del Estado, esta vez no a causa de un golpe, como el de julio de 2021, sino de un texto constitucional. Podrá disolver el Parlamento cuando quiera y gobernar por decreto desde ese momento. La nueva Constitución le permite dos mandatos de presidente, pero podría continuar en el puesto si existe un peligro claro para la estabilidad del país.
Se puede decir que Saied ha escrito la Constitución que necesitaba. Él nombró a los miembros de la comisión que la redactó.
En diciembre, habrá elecciones legislativas. Saied se ocupará de dictar la legislación electoral.
La Constitución conserva el listado de derechos políticos y sociales que existían en el anterior texto. Pero su aplicación dependerá de unos tribunales de justicia también controlados por el presidente y de un Parlamento que no puede fiscalizar al presidente.
La decepción por el sistema de partidos y el rechazo al partido islamista Ennahda, primera fuerza en los anteriores comicios, favorecieron que Saied gozara de un apoyo significativo en la opinión pública tras el golpe. No hay democracia que pueda sobrevivir sin apoyo popular. No se puede decir que al renunciar a la democracia en favor de una mayor prosperidad los tunecinos hayan obtenido mucho de lo segundo.
«Es interesante que Saied, profesor de Derecho Constitucional y populista de verbo directo, no fuera especialmente popular al principio –escribe Shadi Hamid–. En junio de 2021, su nivel de apoyo era sólo del 38%. Sin embargo, después de destituir al Gobierno y suspender el Parlamento indefinidamente el 25 de julio, el apoyo saltó al 82%. Durante varios meses osciló entre el 70% y el 80%, antes de empezar a caer. En un estudio realizado en diciembre y enero, Alexandra Domike Blackman y Elizabeth Nugent descubrieron que cerca del 80% de los tunecinos veían de forma favorable la toma del poder por el presidente, mientras que menos del 15% creían que amenazaba a la democracia y los derechos humanos».
Túnez era considerado como el único país árabe que no había sufrido una violenta contrarrevolución que hubiera acabado con las conquistas democráticas obtenidas a partir de 2011. Saied y su nueva Constitución confirman que esa idea forma parte del pasado. Ya no es que el golpe de 2021 impusiera un paréntesis en el funcionamiento de las instituciones representativas. Ahora ese presidencialismo sin ningún control es la norma básica del país. Es el despotismo constitucional en Túnez.