En eldiario.es publicamos hoy las primeras páginas del libro «En deuda. Una historia alternativa de la economía», del antropólogo norteamericano David Graeber. Es un libro sobre la historia de la deuda muy recomendable y alejado de los puntos de vista habituales entre economistas. Aquí hago una reseña del contenido del libro.
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Me hace mucha gracia (bueno, no) que se diga como algo bueno que es un punto de vista alejado del habitual entre los economistas, aunque nos parezca aberrante que un arquitecto, por ejemplo, nos de su punto de vista sobre la hepatitis.
Santiago ¿quizá sea porque los arquitectos no suelen estudiar la hepatitis, pero los antropólogos sociales llevan más 150 años estudiando la economía?
Santiago, la economía (en sentido amplio) y las instituciones han sido siempre parte de la Antropología. (Y de la historiografía)
Los detalles del funcionamiento de la economía de las sociedades modernas (cosas como la curva de Laffer o la trampa de la liquidez o como se miden los agregados monetarios) evidentemente no. Pero tampoco la economía de verdad son solamente esas cosas.
Muy buena, Santiago!
Los antropólogos hablan de la economía real, los economistas de la economía sobre el papel. Mientras que los primeros se dedican a observar la realidad, los segundos se empeñan en construir modelos matemáticos sin fundamento empírico pero gran consistencia lógica con los que llegan a unas conclusiones curiosamente coincidentes con su ideología, seas Lucas o Stiglitz. Sin ir más lejos la curva de Laffer se deriva matemáticamente de un simple teorema de cálculo, no de una regularidad empírica. Hay mil casos más. Esto no es ciencia, ni nada. O es que crees que alguien ha encontrado ya la famosa ‘mano invisible’?
Precisamente el libro empieza criticando la afirmación de Adam Smith que «al principio había trueque, pero cuando la sociedad aumentó de complejidad se requirió la moneda», que no tenía ningún tipo de fundamento empírico y que ha sido copiada luego por todos los libros de texto para economistas. Esta afirmación procede de una asunción de por sí errónea pero que legitimaría el liberalismo y es que el mercado surge espontáneamente, cuando de hecho lo creaba el Estado que era el que empezaba acuñando la moneda o guardando los flujos de crédito en tabletas.
Por supuesto que he tomado la hepatitis y la arquitectura como un ejemplo extremo. Tampoco contrataríamos a un físico para diseñar una casa,aunque la arquitectura deba tener en cuenta los principios de la física.
Creo que es hora de que se reflexione seriamente sobre esa idea de que de economía puede saber todos, y lo que es peor, de que los economistas no saben.
Ya que parvulesco, en su previsible discurso anti-economista, me ofrece el ejemplo de la curva de Laffer, aprovecharé para contar su lógica, que no tiene que ver con ninguna legitimación de liberalismo ni con otro tipo de argumentos simoplificadores: ¿Cuanto recaudaríamos si no hubiera impuestos? Nada. ¿Cuanto recaudaríamos si los impuestos fueran del 100%? Nada. Luego es lógicamente necesario que exista un punto en el que una mayor imposición reduce la recaudación. Otra cosa es que sea dificil calcular ese punto o que haya mas de uno, etc. Pero esto no es un argumento de malvados neoliberales, ni del FMI ni de otros chivos expiatorios que nuestra más que justificada indignación con la realidad nos anime a buscar. Se trata de pensar con calma y con racionalidad.
Igual la gente dejaría de pensar que los economistas no saben en el momento en que demostraran saber algo.
En fin, Santiago, no eres más que un economista que demuestra la arrogancia y la ignorancia que se les supone a los peores economistas. La encarnación de una caricatura.
Había un economista de tu misma cuerda de rector de Harvard, es decir, de presidente de la empresa más importante de su sector a nivel global . Sus empleados se hartaron de tantos desprecios y tanta tontería, se pusieron de acuerdo y lo echaron a patadas. Aprende.
Santiago, yo no voy a despreciar a los economistas, pero quizá deberías ampliar un poco tu punto de vista.
Lo que se entiende como «economía» académica es el estudio de un objeto cientifico limitado, a saber, el funcionamiento del sistema económico en el marco de las sociedades industriales y posindustriales contemporáneas.
Sin embargo, la gente siempre ha necesitado comida, refugio, seguridad, herramientas y otros bienes, y la sociedad en la que vivía cada uno proveía de una u otra manera a lo fundamental de estas necesidades la mayor parte del tiempo… o no sobrevivía.
Y esto siempre se ha hecho mediante instituciones de una u otra clase, que no son necesariamente las que conocemos y tenemos como familiares (salario, impuestos, mercados, mercados financieros, dinero, interés, leyes codificadas, derechos reales y muchas otras cosas) pero siendo algunas de ellas lo suficientemente antiguas y extendidas como para que se puedan encontrar reglas empíricas lo suficientemente generales como para que valga la pena aprender algo de ellas.
Muy probablemente un antropólogo, incluso uno especializado en cultura material o instituciones económicas de muchas sociedades no estatales, no esté en condiciones de publicar papers academicos solventes sobre alguna inescrutable particularidad de nuestro casi sobrenatural sistema económico, sean los detalles de la curva de Laffer o de los mecanismos de creación de dinero e inflación, o de cualquier otra cosa medio esotérica de la economía contemporánea.
Eso no quiere decir que, puesto que seguimos siendo humanos y teniendo las mismas necesidades económicas que nuestros antepasados, y básicamente el mismo cerebro y la misma mente, y algunas instituciones lo suficientemente antiguas y extendidas (como el dinero, aunque no sea la única) no haya observaciones generales que un antropólogo puede hacer al respecto, llamativamente basadas en una observación empírica probablemente más amplia y de más alcance que la habitual de los economistas, cuyas series temporales no suelen alcanzar ni a la anterior super-crisis financiera.
Igualmente supongo que los físicos tienen observaciones que hacer acerca de los edificios que hacen los arquitectos, más particularmente de los que se están cayendo.
Santiago,
mi discurso anti-economista es tan previsible que hasta lo hacen los propios economistas: Gibbard, Varian, Klamer, Colander, McCloskey, Ormerod, Stanford… La crítica es al model-building como método científico válido y a la endeblez de la rational-expectations theory. Hay un texto de John Cassidy en el New Yorker bastante interesante, de 1996: The decline of economics, que va en la línea. O el libro que ha sacado Schlefer este año, The assumptions economists make. O el artículo de Krugman, Why did we get it so wrong o algo parecido.
Ya sé cómo funciona la curva de Laffer. Lo que me sorprende es que se presenta como «ley científica», con todo su empaque, lo que es tan sólo una derivación lógica de un sencillo teorema de cálculo. Pero los economistas parecen ignorar que las matemáticas no se ocupan de la realidad ni de sus regularidades, por eso son ciencias puras. Pero las ciencias naturales se basan en la observación empírica, no en la mera derivación lógica de modelos basados en asunciones arbitrarias.
Si te limitas a ignorar la realidad, es mucho más fácil deformar tus teorías para que sean compatibles con tu ideología. Me da igual si lo hacen los genetistas o los economistas, pero es que en unas revistas te exigen resultados experimentales y en otras no. En los seminarios de economía política que he ido se explican modelos teóricos y sus conclusiones y se pasa directamente de dar resultados experimentales, en parte porque no hablan de medir nada. Esto en física o biología simplemente no puede pasar, das el modelo teórico y explicas cómo te han ido los resultados experimentales. Pero vaya, es que seré anti-economista y no lo veo…
Lo más importante de este libro es que acaba con el mito de que la moneda fue una creación privada, para solucionar el problema del trueque. La historia no respalda esta hipótesis.