Hubo que esperar al final del discurso de Isabel Díaz Ayuso en el debate del estado de la región para encontrar la perla que llevaba escondida, uno de esos momentos que maravillan a los expertos en Ciencia Política y dejan boquiabiertos a los periodistas. Como parte del intento de describir a Madrid en términos celestiales –la nueva «City on a Hill», versión española, con la que los presidentes describían a EEUU en la Guerra Fría como el faro de la esperanza en el mundo–, la presidenta negó que haya racismo en la Comunidad ¿y qué mejor forma de hacerlo que recurriendo a un ataque racista ocurrido unos días atrás? Eso obligaba a unas cuantas contorsiones verbales, pero eso nunca ha sido un gran obstáculo para ella.
Tres chicas menores de edad insultaron y escupieron a una pareja de origen sudamericano en el Metro de Madrid la semana pasada. Las palabras que emplearon tenían una clara intencionalidad racista, pero eso no es lo que vio Díaz Ayuso. «Aunque al principio parecía una cuestión racista — Díaz Ayuso comprende que estéis confundidos–, en el fondo no lo es. No solo porque en Madrid la integración, sobre todo hispanoamericana, es una realidad», dijo.
Díaz Ayuso tenía otra explicación en la que solo ella ha reparado: «¿Qué les pasa a esas chicas? Descomposición familiar, drogas y otras adicciones como a las nuevas tecnologías, que son caldo de cultivo de violencia y marginación a edades muy tempranas».
Faltó la ola de pornografía que nos invade. La culpa es de las drogas y del TikTok con el que los jóvenes comparten cochinadas audiovisuales. Qué raro que no culpara también a los videojuegos, que antes salían en todas las listas de cosas que la policía tiene que vigilar de cerca. ¿Racismo? Para nada. Cómo va a haberlo si en Madrid no hay racismo contra los latinoamericanos, si Madrid es España, faro y vigía de Occidente, el lugar al que llegan tantos españoles huyendo del comunismo, según hemos escuchado tantas veces.
Era previsible tanto elogio del ‘procés’ madrileño. En el caso de Díaz Ayuso y del PP, el orgullo local adquiere un tinte claramente político. Solo Madrid es realmente libre. Solo Madrid acoge con los brazos abiertos a los de fuera –siempre que no se interpongan las drogas y las abyectas nuevas tecnologías– hasta ser como el café instantáneo. «Aquí se es madrileño desde el primer día», dijo, lo que sonará extraño a todos aquellos que llegan a las grandes ciudades y se ven abrumados por lugares que no tienen misericordia con los que no cuentan con dinero suficiente.
Para resaltar aun más que Madrid es lo más importante de España y que los habitantes de otras regiones están solo para hacer bulto, Ayuso se apropió en su discurso de grandes figuras de la historia que cometieron el error de nacer fuera de Madrid, pero que luego lo corrigieron obteniendo grandes ventajas de esta manera. Ahí, citó a Galdós, García Lorca, Goya, Velázquez, Valle-Inclán y Pardo Bazán. Política de talonario. Madrid ficha a los mejores, como en el fútbol. Los demás, que hagan de cantera.
«El gallego Valle-Inclán creó el género del esperpento en nuestras calles», presumió Ayuso. Qué no escribiría hoy Valle-Inclán de la política madrileña y de su presidenta pulsando las opiniones populares en tabernas y burdeles.
Por ejemplo, sobre la amenaza fantasma de la «okupacion», Ayuso anunció la puesta en marcha de un teléfono «112 Ocupación» y una oficina para ocuparse de un asunto que las televisiones privadas y el PP han convertido en la falsa alarma del verano. El PP consigue así ocupar dos posiciones contradictorias: ponerse en primera línea de combate ante un asunto dramático y también afirmar que el problema está ya en vías de solución gracias al Gobierno madrileño. En agosto, un consejero sostuvo que la ocupación de viviendas ha descendido un 65% desde octubre de 2019. Lo mismo fue solo un despiste. Ayuso demostró en el discurso que quiere seguir exprimiendo esa fuente de miedo.
No hay procés sin cuestiones económicas en primera línea. La presidenta confirmó que el hundimiento de las cuentas públicas provocada por la pandemia no le hará abandonar su promesa de bajar los impuestos en esta legislatura. «Estos impuestos deben promover el incentivo, nunca asfixiar hasta paralizar la iniciativa ciudadana», anunció. De ahí que pretenda reducir medio punto todos los tramos del IRPF, lo que beneficiará a las rentas más altas. Es curioso cómo se puede pasar de estar asfixiado a respirar libremente gracias a medio punto de la parte autonómica del impuesto. Debe de ser otro de los milagros ‘liberales’.
Al mismo tiempo, prometió invertir 80 millones más en tres años en la sanidad pública. Antes había exigido que el Gobierno central aporte ayuda extraordinaria a las cuentas madrileñas en función de la población y también del impacto de la pandemia. Esas rebajas de impuestos no se van a pagar solas. Las demás comunidades tendrán que poner algo de su parte. Luego, la culpa la tendrá el Gobierno central porque Moncloa ens roba.
Como todo discurso de inicio de curso que se precie, había más promesas, que serán contestadas por la oposición en el pleno del martes. Lástima que el problema más grave que tiene la Comunidad de Madrid no es lo que suceda en el resto de la legislatura, sino lo que está ocurriendo ahora mismo. Consultas de Atención Primaria con médicos que atienden a 60 pacientes cada día. Personas que tardan una semana en conseguir cita con su médica de cabecera. Pruebas PCR a personas que han estado en contacto con un positivo para las que hay que esperar muchos días, aunque lo más probable es que te digan que te quedes en casa y problema solucionado. 27.404 nuevos casos comunicados desde el viernes en toda España, de los que 10.864 se han producido en Madrid.
Fue un olvido imperdonable que algún diputado del PP no gritara después del discurso de Ayuso: «¡Cráneo previlegiado!».