Acabo de volver de Bruselas. He estado un par de días donde he tenido la oportunidad de ver, junto a otros periodistas, lo que piensan unos cuantos eurodiputados sobre la crisis (permanente, eterna e inmutable) sobre la crisis de la eurozona. No, no es la zona cero del desastre. Cobran unos sueldos de escándalo, pero no son los principales responsables de la catástrofe. Entre ellos, hay gente muy preparada. Su trabajo diario les obliga a meterse en los temas de forma mucho más intensa y detallada que lo habitual en un diputado del Congreso español. También hay varios y muy conocidos exiliados, sobre todo entre la representación española. Para muchos de ellos, Bruselas y Estrasburgo son una especie de Siberia con un tiempo meteorológico sólo ligeramente mejor.
Un detalle que también es fácil de encontrar en Madrid. Utilizan con frecuencia la palabra «desafección», una auténtica plaga en la clase política española para referirse al rechazo visceral que, ahora sí, han descubierto en la opinión pública en relación a su trabajo. Con esta palabra, he terminado por tener una reacción similar a la de la famosa frase de Goebbels y la cultura. Es oírla y ver cómo se despiertan sentimientos homicidas, en general muy castigados por el Código Penal. Pero muy pronto me da la risa porque se ha convertido en un reflejo pavloviano que incluye muchas cosas, pero casi nunca la autocrítica.
Porque lo que ocurre es que no dejan de lamentarlo y comentar lo injusto que es, y lo máximo a lo que llegan es a decir que la culpa es de la UE o de la era de la austeridad o de los excesos del pasado. Nunca es de ellos.
Me decía un alto cargo de la Comisión Europea que la procedencia de los eurodiputados es muy diferente en España, comparado con lo que ocurre con muchos otros países europeos. Fuera de España, no es raro que se envíe al Parlamento Europeo a políticos jóvenes con mucha proyección de futuro para que se fogueen, se especialicen en temas concretos y con suerte (siempre hay que tenerla en política) vuelvan algún día a su país a ocupar puestos más importantes.
En España, están los exiliados, gente conocida a la que hay que buscar un puesto por obligación y que ve el destino como un castigo o una jubilación anticipada. No todos son así, evidentemente. Pero así es como se hacen las listas electorales en España. Si el proceso de selección está averiado, el resultado no puede ser bueno.
Y sobre el Parlamento europeo y la crisis de la eurozona, queda pendiente escribir algo más que no sea quejarse de los políticos españoles.
En general no lo sé, pero en Francia o Reino Unido (o Italia), el sistema es el mismo, y suelen enviar elefantes blancos. Por otro lado, lamento discrepar una vez más, pero estrictamente hablando, tienen razón cuando dicen que no tienen la culpa. Tienen la misma culpa (aproximadamente, en términos analíticos) que un obrero de la Shell de la matanza de africanos, o que una ama de casa de lo mismo por echarle gasofa al coche. Ellos están en el sistema y se limitan a hacer bien su trabajo, de hecho, lo hacen muy bien. Y no, no es problema de ellos. El problema nunca ha salido de los estados «nacionales», son los estados los que han descubierto la forma de aprobar no democráticamente muchas cosas, y de meter por la puerta de atrás diciendo que ellos no tienen la culpa, que la culpa es de Bruselas. Pero lo que se cocina en Bruselas lo cocinan los estados, la camarilla de Bruselas no pincha ni corta, ni ha pinchado ni cortado nunca. Como está quedando así de diáfano y claro absolutamente todos los días.
Y no es de Bruselas. Es de ellos. Igual que la culpa no es de Dios, es suya.
No sé, yo a los diputados me dá lo mismo de qué parlamento sólo les pido que trabajen y que no se ausenten del parlamento de lunes a viernes incluidos. Porque si yo, como otros tantos, podemos cogernos un vuelo el domingo para ir a trabajar a la otra punta del mundo, llegar el lunes de mañana después de 13 horas de avión y presentarte en las oficinas y a la vuelta el viernes a media noche y llegar a casa el sábado por la mañana y por supuesto en clase económica, lo pueden hacer ellos que además cobran más dinero y más dietas, pagadas por mí, para ir acá al lado. A partir de ahí ya empezamos a hablar.
Aparte de que la comparación entre un dios y los parlamentarios no tiene nia pies ni cabeza, quería decir que la mentalidad europea sigue la tónica empresarial moderna. Por desgracia, en esta parte de Europa (infrapirenaica) seguimos anclados en la mentalidad colonial ( de ahí lo de mandar «exiliados»)…