Los Juegos Olímpicos llegan en buen momento para los británicos. En realidad, sólo para los que crean que tres semanas del mayor acontecimiento deportivo del planeta son motivo suficiente como para olvidarse de la situación económica del país. No serán muchos, y entre ellos no estarán los miembros del Gobierno. Tendrán que poner la mejor cara pero no podrán ocultar que están metidos en un agujero muy hondo.
El PIB británico cayó siete décimas en el segundo trimestre del año. Una cifra catastrófica que se une a los dos trimestres anteriores (-0,4% y -0,3%). Es aún peor si tenemos en cuenta que las previsiones de la mayoría de los analistas apuntaban a un descenso del 0,2%. No es la primera vez que pasa desde el inicio de esta crisis que las previsiones resultan demasiados optimistas en Londres. La respuesta fácil es que esa diferencia hay que agradecérsela a unos idiotas descerebrados que no saben ni sumar. Lo más razonable es una conclusión mucho más preocupante: la incertidumbre es completa entre los que se ocupan de estas cuentas y nadie sabe dónde está el límite de la recesión.
Comparada con la salida de otras recesiones, la tendencia actual tiene un aspecto terrible.
La economía del Reino Unido ha caído un 0,3% desde que los conservadores llegaron al poder en mayo de 2010. En este periodo de tiempo, las previsiones oficiales apuntaban a un crecimiento de entre el 4% y el 5%.
La diferencia es mayúscula. Todo ese optimismo de que en una legislatura (de cinco años) el Gobierno iba a conseguir eliminar la mayor parte del déficit presupuestario se desvaneció hace tiempo. Pero es que ni siquiera ampliar en el tiempo la culminación de la victoria de la austeridad aparenta servir de mucho. La construcción y la industria siguen cayendo. El descenso del sector servicios ha sido menor en el último trimestre pero la constatación de que la gente no consume en esta coyuntura resulta evidente.
No parece un análisis muy sofisticado, pero los de los expertos, repletos de tablas y cifras, no han funcionado mucho mejor.
El Reino Unido sigue financiándose casi gratis en los mercados financieros. Ventajas de no estar dentro de la diabólica eurozona. Pero hay que recordar que el Banco de Inglaterra ha inyectado 325.000 millones de libras en la economía y se espera que haga lo mismo con otros 50.000 millones (no es como el BCE cuya función es contemplar la tempestad mientras el barco se hunde), dedicados en su mayor parte a comprar deuda británica.
Sorprende también que esta recesión tan persistente no tenga un impacto mayor en el desempleo (8,1%). Hay una interpretación posible nada alentadora en paralelo al aumento de la contratación temporal originado por los JJOO. Que la economía británica esté evolucionando a una economía de baja productividad y salarios bajos que permite a las empresas continuar contratando a pesar del descenso de producción, según cuentan en este artículo del FT.
Políticamente, a este ritmo Cameron va a acompañar las cifras del PIB con su propia, y descendente valoración personal. No, ya no funciona el truco de la herencia recibida.
¿Y qué es lo peor de todo esto? Que la austeridad no ha entrado aún a morder con toda su fuerza en la economía.
Pingback: El agujero de la economía británica se hace aún mayor
Pingback: El agujero de la economía británica se hace aún mayor | La Cebolla