Un hombre entra en un club al que asisten habitualmente miembros de la comunidad gay de Orlando, Florida. Tiene permiso de armas porque ha trabajado durante años como guardia de seguridad privada y acaba de comprarse sin problemas un fusil semiautomático AR15 y una pistola. Su primera mujer se había separado de él pocos meses después del matrimonio cuando él empezó a pegarla por los motivos más nimios. El FBI le había interrogado en 2013 tras recibir llamadas de sus compañeros de trabajo que sospechaban de su lenguaje e inclinaciones violentas. También cuando el FBI creía que podía estar relacionado con un norteamericano que luchó en Siria en las filas del ISIS. En ambos casos, las sospechas no se confirmaron. Ya dentro del local, había llamado al 911 (teléfono de emergencias policiales en EEUU) para afirmar que prestaba lealtad al ISIS. Su padre dijo después que despreciaba a los gays y que las demostraciones de afecto entre ellos en la calle le ponían furioso.
Todos esos factores componen una personalidad fanática y peligrosa. Y al mismo tiempo conceden una especie de menú patológico a disposición de cualquiera que quiera analizar la matanza de Orlando –en la que fueron asesinadas 49 personas– o llegar a conclusiones sobre qué hacer en el futuro para impedir hechos como este.
Un maltratador narcisista que odia a los gays armado con un fusil es un peligro. Si es de raza blanca y elimina a tiros a un alto número de personas aparece habitualmente descrito como una persona con las facultades mentales perturbadas. Si en EEUU algunos denuncian que la facilidad con la que se consigue adquirir un fusil de asalto o arma similar es un factor imprescindible para entender por qué se ha producido ese crimen múltiple, los políticos conservadores alegarán que no es correcto «politizar» la tragedia.
Si es musulmán, es posible que esos mismos políticos afirmen que los hechos confirman la necesidad de ser más duros contra los grupos yihadistas o sus seguidores individuales, tanto en la legislación interna como en la política exterior. En plena campaña electoral y con alguien como Donald Trump como candidato republicano, eso no sólo no era previsible, sino inevitable. El millonario ha resucitado su idea de prohibir la entrada de musulmanes en el país, que tanto pavor causó entre los dirigentes republicanos que ahora le apoyan.
American must now get very tough, very smart and very vigilant. We cannot admit people into our country without extraordinary screening.
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 14 de junio de 2016
Y no mucho tiempo después, un mensaje directo de Trump que su audiencia favorita sabe cómo entender.
AMERICA FIRST!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 14 de junio de 2016
Omar Mateen, hijo de padres afganos, nació en Nueva York, como Donald Trump. Eso no es una excepción. La mayoría de los responsables de atentados terroristas en EEUU desde el 11S han nacido en territorio norteamericano, no en el extranjero. Pero sería muy inocente pensar que esos datos van a disuadir a los que apoyan a Trump.
Pero si pensábamos que la historia no podía ser más confusa sobre las intenciones del autor de la matanza, estábamos muy equivocados. Un antiguo compañero de la academia policial hace 10 años ha contado a un periódico de Florida que él pensaba que Mateen era gay y que estuvieron juntos en clubes gays. Clientes del club de Orlando donde se produjo la masacre han relatado que le vieron en numerosas ocasiones en el local, algunos hasta tres años antes. En general, estaba solo y no hablaba mucho.
Para sus actuales compañeros de trabajo, era una personas de ideas racistas, sexistas y homófobas. Las llamadas que hizo al 911 incluían una retahíla confusa de sus ideas, en las que mostraba al mismo tiempo su adhesión por grupos tan diferentes como ISIS, Al Qaeda e Hizbolá. También tuvo palabras en favor de los autores del atentado de Boston.
No podemos aún tener claro su retrato psicológico, pero parecía una persona atormentada por sus frustraciones personales y, sobre todo, su odio. ISIS o el yihadismo sólo eran una cobertura bastante endeble de ese odio. Nada que ver con los dos autores de la matanza de San Bernardino que, aun sin tener una relación directa con un grupo yihadista, eran fanáticos convencidos.
Odio más armas es la combinación que está detrás de la mayoría de los asesinatos múltiples ocurridos en los últimos años. No es una sorpresa. Pero los conservadores norteamericanos no pueden permitir que la segunda parte de la suma aparezca destacada en la descripción de la tragedia. En este caso, algunos incluso no mencionan la identidad gay de las víctimas de Orlando, no sea que a alguien se le ocurra relacionar esta matanza con el rechazo visceral por razones religiosas a los homosexuales y a la lucha por sus derechos.
It wasn't "#Daesh" that gave him the AR-15 assault rifle to carry out the mass shooting, it was the state of #Florida
— Ali M Latifi (@alibomaye) June 13, 2016
Una columnista de un periódico de Filadelfia entró en una tienda de armas el día después de la matanza para comprobar cuánto tiempo necesitaría para comprar un fusil AR-15, el mismo utilizado por Omar Mateen: siete minutos. Precio de venta al público: 759,99 dólares.
Orlando: AR-15
Aurora: AR-15
Sandy Hook: AR-15
San Bernardino: AR-15
Umpqua Community College: AR-15— Michael Skolnik (@MichaelSkolnik) June 12, 2016
Y ahora imaginemos si fuera verdad que ISIS tiene un ejército de ‘lobos solitarios’ en EEUU dispuestos a cumplir las órdenes de ISIS, aunque nunca hayan estado en Oriente Medio ni tenido contacto con esa organización. Si no tienen antecedentes criminales, sólo deben esperar menos de diez minutos para comprar el instrumento con el que matar a decenas de personas en un local público. No se necesita entrenamiento militar para disparar a civiles. En algunos estados, incluso si han sido denunciados por su cónyuge por violencia machista, eso no será motivo suficiente para negarles la compra del arma.
Podrán comprar armas de tal potencia de fuego que convierten «a un asesino en una máquina de matar», en palabras de un exagente de la ATF.
Evidentemente, los partidarios de la NRA no encontrarán en todo esto el menor atisbo de paradoja.
Omar Mateen no era un yihadista porque no se comportaba como tal. La lista de incoherencias en su conducta habitual es numerosa (aquí se pueden encontrar algunos ejemplos). Uno más: un yihadista no deja que su mujer vaya por la calle con el pelo descubierto.
Para Trump, todo eso es irrelevante. No necesita saber nada sobre ISIS, el yihadismo o la política exterior de EEUU. 49 cadáveres son sólo una excelente oportunidad política para extender su mensaje xenófobo. Sus posibilidades de ganar las elecciones son ahora mismo escasas, pero pensemos que sólo necesitará a un número reducido de sociópatas, que resulten ser musulmanes, alimentados por el odio y con fácil acceso a armas, para que su suerte cambie. Es un motivo suficiente para contemplar con algunos nervios los cinco meses que quedan hasta las elecciones de EEUU.
—
23.15
El arma utilizada en la matanza no fue un AR-15, como dijeron inicialmente el jefe de Policía de Orlando y los medios norteamericanos, sino un Sig Sauer MCX. También es un fusil semiautomático en su versión civil con característica similares al AR-15, pero con la capacidad de utilizar munición de distintos calibres. Su cargador tiene capacidad para 30 proyectiles.
Así se publicita por la empresa fabricante.