Castigar a un artista por sus ideas políticas. Por su origen. Por su religión. En todas estas opciones, son numerosos los casos que se han producido en España a lo largo de los años, sobre todo por lo primero. Ahora un festival de música y activismo político –el Rototom Sunsplash de Benicassim– ha tomado varias decisiones, tan controvertidas como contradictorias, sobre el músico Matisyahu, y provocado una fuerte polémica sobre las críticas a Israel y el antisemitismo.
Matisyahu, norteamericano y judío, fue invitado a actuar en el certamen. Tras la protesta del grupo BDS de Valencia, los responsables le presionaron para que grabara una declaración en favor de un Estado palestino. Como se negó, la invitación fue retirada hasta que el miércoles el festival rectificó, volvió a ofrecerle actuar y pidió disculpas.
Matisyahu no es israelí, sino judío nacido en Pennsylvania (EEUU). Leer la primera noticia y pensar que se trataba de una discriminación lamentable era lógico. El hecho de que él sea judío practicante de confesión ortodoxa no cambia la ecuación. Un judío no es más responsable de los actos de Israel que un musulmán de los de Arabia Saudí. Y si está a favor de la existencia del Estado de Israel, no es por defecto responsable de la conducta de sus políticos y militares.
Y aparentemente Matisyahu no es un artista político. «Estoy a favor de la paz y la compasión por todas las personas. Mi música habla por sí misma y no incluyo la política en mi música», dijo en un breve artículo en su página de Facebook (que era un texto escrito en inglés y pasado por Google Translate) para resumir la situación.
¿Por tanto es un músico al que sólo le interesa la música y que ha sido simplemente señalado por ser judío? No exactamente.
En 2010 le preguntaron por el ataque israelí a la flotilla internacional de solidaridad con Gaza. Las fuerzas especiales habían matado a nueve personas en el asalto al buque turco Marmara (otra murió tras pasar cuatro años en coma).
Matisyahu estaba enfurecido, y no por la pérdida de vidas humanas: «Estoy alucinado por la cobertura parcial de los medios. Estuvieran o no los barcos llevando ayuda a Gaza, esas son aguas territoriales que pertenecen a Israel; eso está aceptado internacionalmente. Les avisaron en varias ocasiones que no fueran allí. Pero cuando los soldados israelíes subieron a los barcos, fueron linchados. Les dispararon, les apuñalaron, les golpearon con barras. ¡Se supone que eran activistas por la paz y tenían cócteles molotov! ¿Viste las imágenes? No se ve a israelíes pegando a pacifistas. ¡Son estos los que están pegando uno a uno a los soldados con barras de metal».
No parece que Matisyahu estuviera ese día por la paz y la compasión.
Aun así, en esa entrevista el músico no tenía mucho interés en profundizar en cuestiones políticas. Decía que no se consideraba un «sionista radical», que su objetivo era acercar a la gente con su música, no centrarse en lo que les separa.
En otra entrevista, sí demostró su total falta de simpatía por los palestinos, además de bastante confusión sobre la realidad histórica de la zona: «Por lo que yo sé, nunca ha existido un país llamado Palestina. Existió la ocupación británica, pero nunca hubo un Gobierno (palestino). Palestina fue una creación que se originó dentro de Israel, cuando Israel ya había aparecido. Eso es lo que yo creo, pero una vez más no voy a decir que yo tenga las respuestas, o la verdad, o el conocimiento correcto. Soy un cantante».
Un cantante que cree que los palestinos son posteriores a la fundación de Israel, o eso es lo que se deduce de sus palabras.
Matisyahu no ha tenido inconveniente en participar –como músico– en actos políticos. Como ejemplo, esta actuación en una conferencia de AIPAC, la organización más influyente del lobby judío en EEUU. También lo ha hecho en actos de otras asociaciones proisraelíes, cuyo ideario se basa también en negar los derechos de los palestinos. Ha actuado en la reunión anual de Friends of the Israel Defense Forces, un grupo norteamericano que apoya y aporta fondos al Ejército israelí para fines no militares.
Para un judío norteamericano, no es extraño colaborar con una organización que apoya a los soldados israelíes, pero no puede negarse a asumir responsabilidad sobre lo que hacen esos militares en los territorios palestinos. Incluso si es músico.
Realmente, por mucho que diga lo contrario, Matisyahu no es un artista apolítico. Quienes dicen que el músico ha sido acosado sólo por ser judío olvidan de forma conveniente sus declaraciones pasadas o las interpretan de forma, digamos, benevolente. O en el caso de los periódicos españoles que han informado sobre la polémica, sencillamente las ignoran.
Cada uno puede tener su opinión sobre los boicots y si son eficaces o si pueden terminar siendo indiscriminados. Como he escrito antes, hace unos años un movimiento como BDS no hubiera tenido mucha repercusión, pero ha sido la política de los gobiernos israelíes y la desaparición de cualquier solución viable que permita la creación de un Estado palestino las que han dado a sus campañas una entidad que ha terminado por alarmar a las autoridades israelíes y a sus partidarios en EEUU y Europa. La campaña de BDS no es sólo contra políticas concretas de los gobiernos, sino también contra aquello en lo que se ha convertido Israel. Y cuando desaparece las esperanzas en un acuerdo político o los gobiernos europeos se limitan a firmar comunicados vacíos, puede ocurrir que la opinión pública, o una parte de ella, reaccione ante esa pasividad.
Más allá de que haya probablemente objetivos más lógicos de una campaña de boicot que un artista como Matisyahu, es seguro que habrá más casos como este en el futuro. Las acusaciones de antisemitismo que El País, El Mundo, el PP y la embajada israelí se apresuraron a lanzar tienen que ver con el intento de cortar de raíz iniciativas similares en el futuro. Es un camino peligroso para ellos si se considera que cualquier boicot a Israel tiene una intención antisemita que la Fiscalía debería perseguir. Por la misma lógica habría que deducir que su falta de reacción contundente ante la violación de los derechos palestinos, como el reciente asesinato de un bebé de 11 meses, convierte a esos políticos y periodistas españoles en cómplices de esos crímenes.
Por lo demás, tal y como está el ambiente político en Israel y entre los candidatos republicanos a la presidencia de EEUU, debe saber que si le acusan de antisemita, está en la misma situación en la que se encuentra ahora Barack Obama. El listón ha bajado mucho.
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12.30
Dos apuntes más sobre Matisyahu que me comentaron anoche. En julio de 2011, el músico colocó en su cuenta de Twitter (1,7 millones de seguidores) un vídeo propagandístico del Ministerio israelí de Exteriores difundido unos días antes. Escribió: «Un breve vídeo que explica la disputa israelí-palestina».
En él, Danny Ayalon, entonces viceministro de Exteriores y diputado del partido ultra que preside Lieberman, explica que lo que en español se llama Cisjordania (en inglés, West Bank) no es un territorio ocupado, sino «en disputa». Digamos que no pertenece a nadie, y por tanto Israel tiene derecho a gobernarlo y los asentamientos judíos allí no son ilegales. Esta es una posición que los gobiernos de EEUU y Europa no aceptan porque niega cualquier derecho a los palestinos sobre esa tierra.
Hay que suponer que Matisyahu incluyó este vídeo partidista en una cuenta de Twitter en la que no suele haber contenidos políticos porque está de acuerdo con su mensaje. Es difícil saber cómo casa esto con el perfil del cantante y sus ideas sobre la paz y la concordia.
Anoche circularon unos versos de su canción ‘Heights’, en concreto este: «I’m dropping bombs on your moms yes unto your dismay». ¿Bombas sobre madres? No, me parece que no se trata de bombardear civiles, como unos cuantos quieren hacer creer en Twitter. Se trata de una expresión en ‘slang’ muy habitual en cantantes de rap y que también tiene una variante escatológica.