Todo el mundo habla de incertidumbre sobre el resultado de las elecciones francesas, pero hay algo que está muy claro. Socialdemócratas y conservadores –a los que se suele llamar los partidos tradicionales– sufrirán un duro castigo en las urnas y sus candidatos podrían quedar fuera de la segunda vuelta. Eso es obvio en el caso del Partido Socialista y su candidato, Benoit Hamon, y aún está por ver en relación a François Fillon, que aún tiene opciones de clasificarse para el duelo final del 7 de mayo.
Fillon podría estar en la segunda vuelta si supera el 20% de los votos, pero el número no es lo que importa en términos comparativos. Chirac obtuvo el 20,8% en la primera vuelta de los comicios de 1995, y el 19,8% en 2002. En el primer caso, se vio perjudicado por el 18,6% que consiguió Édouard Ballladur, un disidente del RPR. En el segundo, François Bayrou, de la liberal UDF, llegó al 6,8%. Eran votos con los que podía contar Chirac en la segunda vuelta, como así ocurrió.
En esta ocasión, no ha habido disidentes en el partido de Fillon, y la UDF cambió de nombre y ya no es un protagonista relevante de la política francesa. El camino de Fillon hacia la presidencia parecía libre hasta que los escándalos sobre los empleos falsos como asesores concedidos a su esposa e hijos le hicieron caer en las encuestas. Hay que suponer que votantes centristas de la derecha encuentran atractivo el mensaje liberal de la candidatura de Emmanuel Macron.
La fortaleza de Marine Le Pen ha convertido la primera vuelta en un enfrentamiento múltiple entre Macron, Fillon y Mélenchon. Si hay que creer a los sondeos, cualquiera de ellos que pase a la segunda es favorito en un duelo directo frente a la candidata ultraderechista. Pero sería un error dar por hecho ese pronóstico. A la hora de la verdad, es muy posible que muchos votantes de Fillon o Mélenchon decidan abstenerse antes que apostar por un candidato que está en sus antípodas ideológicas.
El asalto desde la izquierda y la derecha sobre los partidos tradicionales, lo que incluye duras críticas a la Unión Europea, ha hecho que algunos medios intenten descubrir una ofensiva común contra el establishment en la que confluyen extrema izquierda y extrema derecha. Es la clase de artículos que emplean la palabra ‘populismo’ en sus titulares olvidando tanto las diferencias ideológicas como las nacionales. Un ejemplo reciente es el de este artículo de El País sobre las elecciones francesas que llama a Le Pen y Mélenchon «extremadamente iguales», no sólo a ellos, sino a sus votantes: «El fenómeno migratorio (de votos entre ambos) está demostrado demoscópica y sociológicamente».
Las encuestas en estas elecciones demuestran precisamente lo contrario. No por nada afirman que Le Pen perdería los duelos directos contra los otros tres candidatos principales. En esta encuesta para un enfrentamiento Macron-Le Pen, sólo el 11% de los votantes de Mélenchon votaría a Le Pen.
Otra encuesta planteó cuáles serían las segundas preferencias de los votantes de cada candidato sin entrar a considerar una segunda vuelta. Los datos vuelven a confirmar la soledad de Le Pen, también entre los votantes de Mélenchon. De entre estos, sólo el 11% muestra una segunda preferencia por la candidata del Frente Nacional. El 32% opta por Hamon y el 30% por Macron, respetando lo que podríamos llamar coordenadas ideológicas habituales.
Incluso los votantes de Fillon, con un mensaje mucho más conservador que anteriores candidatos de su partido, no se dejan tentar por el Frente Nacional. El 53% de ellos elige a Macron como segunda opción.
Da la impresión de que los votantes de Mélenchon, además de compartir la crítica radical de su candidato a la política económica impuesta desde la Unión Europea desde 2010, no encuentran ninguna similitud con las posiciones antiUE de Le Pen. Por más que Mélenchon también haya planteado la idea de un referéndum en Francia sobre la UE, propuesta de la que se ha alejado bastante durante la campaña electoral (Plantu ironizaba con el cambio en esta viñeta en la que Mélenchon echa la culpa a su holograma), más parece una amenaza para que la UE cambie de política económica que un objetivo real.
Sus votantes parecen entender que hay muchas formas de criticar a la UE y que algunas de ellas son incompatibles con su ideología. No es una sorpresa, excepto para algunos medios de comunicación.
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— Alexandre Afonso (@alexandreafonso) 20 de abril de 2017