Bartow Elmore, profesor de historia en la Universidad de Alabama, ha escrito en el libro ‘Citizen Coke. The Making of Coca-Cola Capitalism’ una historia medioambiental de una multinacional cuya estructura descentralizada basada en la deslocalización es una de las razones de su éxito.
En los últimos años, Coca-Cola ha tenido que enfrentarse a demandas de distinto tipo en varios países, sobre todo del Tercer Mundo. En origen, se encuentran los daños medioambientales denunciados y su inevitablemente alto consumo de agua, lo que es especialmente gravoso en zonas con déficit hídrico.
Pero los cierres de plantas embotelladoras, si se desmuestra que son perniciosas, se da pocas veces: «Las manifestaciones en el desértico Estado indio de Rajastán fracasaron», cuentan en la reseña del NYT, «a pesar de los estudios que demostraban que las operaciones de Coke suponían algo más que un perjuicio medioambiental en zonas secas con acuíferos que están agotándose. Coke continuó en Rajastán, descubrió Elmore, porque los políticos no querían arriesgarse a perder los empleos».
«Al no ser dueño de sus muchos distribuidores y al confiar en intermediarios locales en países extranjeros, Coca-Cola podía alegar que era un componente básico de la economía local», escribe Elmore. Los empleos que generaba eran rehenes de su implantación en muchos de esos países.