Los expertos en sanidad del Instituto Brookings calcularon hace unos días que la contrarreforma sanitaria de los republicanos promovida por Donald Trump terminaría dejando a 15 millones de norteamericanos sin cobertura sanitaria al final de un periodo de diez años. En realidad, lo que decían en Brookings es que esa sería la cifra que saldría del informe del Congressional Budget Office (CBO) –un organismo independiente del Congreso que elabora estudios sobre la repercusión económica de los proyectos de ley–, basándose en anteriores estimaciones de ese departamento y del impacto de la nueva normativa.
Existían otras previsiones con cifras diferentes, pero que en cualquier caso alcanzaban a millones de personas. En Standard & Poor’s, calculaban que podría perjudicar en el peor de los casos a cerca de diez millones (entre dos y cuatro que perderían la cobertura al aumentar el precio de los seguros, y entre cuatro y seis que perderían su cobertura en Medicaid, el organismo que cubre en parte las necesidades sanitarias de los pobres).
Se quedaron cortos en Brookings. El informe del CBO estima que la cifra total será de 24 millones para el año 2026. A más corto plazo, 2018, la cifra será de 14 millones en lo que se llama el «mercado individual». Ahí están las personas que no tienen un seguro sanitario dentro de la empresa en la que trabajan y que no se encontraban cubiertas por Medicare (para los jubilados) o Medicaid, y que estaban obligadas a suscribir uno con las ayudas pertinentes tras la reforma impulsada por Obama. Se calcula que el aumento de las pólizas podría estar entre el 15% y el 20%.
A partir de ahí, el descenso en el número de asegurados vendría sobre todo por la reducción del gasto público en Medicaid.
Toda previsión a largo plazo de una reforma de gran impacto social y económico es imprecisa por definición. No puede ser un cálculo exacto. Pero los congresistas utilizan con frecuencia los análisis de la CBO para conocer el impacto económico de las leyes que deben aprobar.
Los republicanos consiguen con este plan lo que querían, un inmenso recorte del gasto público en sanidad con el que financiar la reducción de impuestos que beneficiará sobre todo a las rentas más altas. El informe del CBO calcula que ese ahorro puede llegar a los 337.000 millones de dólares hasta 2026.
The reality is that the GOP bill is not a health care plan. It’s a $275 billion tax break for the wealthiest Americans. It must be defeated.
— Bernie Sanders (@SenSanders) March 13, 2017
Varios senadores republicanos, entre ellos Ted Cruz que fue candidato en las últimas primarias, se habían mostrado contrarios al plan presentado en la Cámara de Representantes por no ser lo bastante radical en la eliminación de lo que ellos bautizaron como Obamacare. Pero también había otros senadores preocupados por el recorte en Medicaid por ser impopular entre sus votantes. Además, el primer impacto en la reducción del número de asegurados se producirá muy pronto, en 2018, cuando se celebran las elecciones legislativas de mitad de mandato.
«Granddaddy, tell me again the story of what happened back in the days of that V on the graph?» https://t.co/fPJ8KOjusW pic.twitter.com/08p9FX60nr
— Alec MacGillis (@AlecMacGillis) March 13, 2017
Este gráfico, que muestra el número de personas sin seguro médico, puede ser una buena bandera para los demócratas en algunos estados. Pero para eso deberían ser capaces de controlar los términos del debate. En muchas zonas del país, los republicanos consiguieron que muchas personas definieran la reforma de Obama como un gigantesco aumento del gasto público y de la deuda. En términos de ganar la batalla del lenguaje y hacerlo además de forma despiadada, los republicanos suelen demostrar más destreza que sus rivales.