Una periodista escribe sobre la abdicación del rey en la edición especial publicada el lunes por El Mundo. En el texto califica de «amiga íntima» del rey a la princesa Corinna, un personaje no precisamente secundario en los problemas de la Casa Real de los últimos años. Para la edición del día siguiente, el director prohíbe que se usen esas palabras y ambos se enzarzan en una fuerte discusión. No hay que ser un genio para saber que esa periodista ya no tiene mucho futuro en el diario. Los dos corresponsales del periódico en Nueva York califican de «censura» en Twitter la desaparición de las palabras: son castigados con una sanción de un mes de empleo y sueldo.
El Jueves ofrece en las redes sociales su portada de esta semana. En el más puro estilo de la revista, la viñeta dedicada a la abdicación del rey es salvaje y ofensiva. Esa es la idea. El Jueves no es precisamente Familia Cristiana ni la Revista de Occidente. Su modelo de negocio consiste en la burla más descarnada del poder, entre otras cosas. Ninguna revista de humor tiene mucho éxito si se dedica a reírse de las ancianitas con problemas de movilidad.
Dos días después, se conoce que la empresa RBA, dueña de la publicación, ha ordenado la destrucción de toda la tirada y la sustitución de la portada. Ocho miembros de la redacción, incluidos dos que antes han sido sus directores, responden a la censura con la dimisión.
Hay gente en los despachos que tiene que estar muy nerviosa como para poner en peligro la reputación de sus publicaciones. En el caso de El Jueves, hasta puede suponer su defunción en el mercado. No será tan dramático en El Mundo o quizá sí. Este es el periódico que llevó a portada una entrevista con la misma Corinna. Pero antes había otro director. El de ahora quiere hacer méritos.
Tanta hagiografía en los medios de comunicación no puede ocultar el hecho de que hay mucha gente nerviosa desde las elecciones europeas, y la abdicación ha elevado los riesgos. Lo que en los dos primeros años de legislatura se dijo que podía pasar ha ocurrido finalmente. El poder ya no se fía de la calle, y esa tensión se está comunicando por todas las terminales nerviosas.
Todos los periódicos compiten para ser tan monárquicos como el ABC hasta el punto de que este diario debería plantearse denunciarlos por competencia desleal. Un ejemplo singular es el de El País, que editorializó incluso en el titular de portada que daba la noticia de la abdicación: «El Rey abdica para impulsar las reformas que pide el país». Cualquier diría que era precisamente la presencia del monarca la que impedía esas «reformas», lo que no es muy probable. Por si quedaba alguna duda, el relevo se va a hacer a la carrera –cuando no era imprescindible tanta urgencia–, no sea que la gente crea que es el momento de reformas de verdad.
En las tertulias televisivas, ha habido bastantes ejemplos de periodistas y políticos que competían en las genuflexiones. Pero es en los artículos ‘serios’ donde el nivel de delirio alcanza niveles incomprensibles. No hay mejor ejemplo que el publicado por el economista y politólogo Josep M. Colomer en El País, que afirma que el futuro Felipe VI debería tomar «inspiración» en la actuación del presidente italiano, Giorgio Napolitano, en los dos últimos años.
Para los que no lo recuerden, Napolitano forzó la dimisión de Berlusconi, un desastre para su país pero elegido en las urnas, y su sustitución por un Gobierno tecnócrata para responder a las presiones de Berlín y Bruselas en mitad de una situación de emergencia financiera. La actuación del presidente fue algo más que discutible, pero tampoco se puede dudar de su legitimidad para ejercer sus funciones al haber sido elegido con los votos de diputados, senadores y otros cargos electos.
Colomer pretende que el nuevo rey abandone la neutralidad política que en líneas generales ha respetado Juan Carlos I en su reinado para embarcarse en una peligrosa vía de activismo político con la que conjurar una «situación de emergencia». Todo es muy sencillo. Primero, se propicia la dimisión del presidente del Gobierno y luego comienza una intervención del rey a la altura de las que protagonizaba su bisabuelo Alfonso XIII con los resultados por todos conocidos. ¿Con qué resultado? «La formación de un Gobierno de amplia coalición multipartidista, el acuerdo con Cataluña, el envío de señales de renovación y optimismo para que los capitales exiliados regresen y lleguen nuevas inversiones extranjeras, podrían ser el 23-F del rey Felipe VI».
¿Su 23-F en el bando de los golpistas o en el de los demócratas? ¿Quién dijo que era necesario ganar unas elecciones para gobernar una democracia?
Cómo un periódico puede publicar tamaño desatino que podría acelerar el fin de la monarquía en España en menos de una legislatura es algo que se escapa de mi escaso entendimiento. Cómo un profesor de la trayectoria de Colomer puede creer que un rey puede asumir funciones políticas de primer nivel en el siglo XXI y solucionar de forma milagrosa problemas políticos y económicos de primera magnitud sólo puede entenderse recurriendo a los manuales de la psiquiatría. O igual es que sólo está buscando un empleo.
Los locos que han salido corriendo de El Jueves están mucho más cuerdos que los perturbados que escriben artículos de opinión de este porte y que se embarcan en estas hagiografías infumables y seudodemocráticas. Cuando el establishment ha perdido el juicio es el momento de preocuparse. Son más peligrosos que un encapuchado con un cóctel molotov.
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La viñeta es del gran Chumy Chúmez. Da un poco de miedo que siga siendo tan actual.