Los norteamericanos tienen una idea muy clara sobre los veinte años de guerra en Afganistán y la intervención militar de su país. No les gustan nada. Es uno de los pocos asuntos en que demócratas y republicanos no están en total desacuerdo. El 62% cree que la guerra de Afganistán no mereció la pena, según una encuesta difundida por AP y hecha estos días. El porcentaje es del 67% entre los votantes demócratas y del 57% entre los republicanos.
La amenaza de un atentado terrorista fue una de las razones más esgrimidas por políticos, periodistas y expertos para justificar el envío constante de tropas, además de estar en el origen del derrocamiento de los talibanes en 2001. Ahora mismo, los norteamericanos están más preocupados por la amenaza de grupos extremistas de su propio país con una diferencia de quince puntos sobre el peligro del terrorismo extranjero.
¿Quiere decir eso que la rápida victoria de los talibanes y las imágenes de los últimos días no pasarán factura a Joe Biden? Para estar seguros, habrá que esperar a ver cómo evolucionan los acontecimientos en Afganistán. De entrada, tanto este sondeo como otros hechos en los últimos años indican que la retirada norteamericana se debería haber producido hace mucho tiempo si nos atenemos a los deseos de los habitantes del país. En una encuesta de julio, un 73% estaba a favor de sacar todas las tropas.
Biden tiene enfrente a un colectivo más pequeño y muy influyente que ya ha empezado a lanzarse contra el presidente por la decisión de abandonar el país y las escenas de caos que han acompañado al hundimiento del anterior Gobierno afgano. Son los políticos, medios de comunicación y think tanks periódicamente alarmados por el fin de eso que se suele denominar ‘el siglo americano’, el periodo en que la hegemonía estadounidense era incontestable, en especial después del fin de la Unión Soviética. En ese campo, la palabra más utilizada ahora es «debacle».
There will be many partisan efforts to spin the Fall of Afghanistan, but after 20 years and 4 presidents from 2 parties, the entire US governing class is implicated in this. Every official or DC think tanker or cable news talking head you see on TV today.
— Liam Stack (@liamstack) August 15, 2021
Los medios de comunicación siempre son los más rápidos en asignar responsabilidades. Margaret Sullivan escribió en The Washington Post que «la debacle afgana duró dos décadas» y que «los medios necesitaron dos horas en decidir a quién echar la culpa». Y quien se llevó todos los golpes fue la Casa Blanca de Biden, y mucho menos los presidentes anteriores.
Biden sólo lleva siete meses en el cargo. Aunque fue vicepresidente en la Administración de Obama, él fue precisamente el político en la Casa Blanca que con más energía se opuso a los planes de los militares para enviar más tropas. No puede negar que su pronóstico en julio de que el Gobierno afgano aguantaría mucho tiempo y que la victoria talibán no era «inevitable» le acompañará durante toda su presidencia. Y que la forma rápida y casi silenciosa en que se produjo la retirada militar tuvo una influencia notable en el desmoronamiento del Gobierno y Ejército de Kabul.
La base de Bagram, donde habían estado desplegados miles de soldados, fue abandonada una noche sin comunicarlo previamente a los militares afganos. Cuando se enteró al día siguiente el general que debía asumir el control de las instalaciones, tuvo que enviar fuerzas propias con impedir para detener los saqueos que ya habían empezado. Hay ciertas cosas que evidentemente podrían haberse hecho de otra manera, pero el resultado final no hubiera sido muy diferente.
Medios cercanos a Biden como The New York Times, The Washington Post y CNN han hecho una cobertura crítica de las decisiones de la Casa Blanca. Los expertos civiles o militares invitados a las televisiones han denunciado de forma rotunda la decisión de retirarse de Afganistán. No ha importado que algunos de esos expertos o ex altos cargos llevaran años vendiendo una realidad ficticia sobre los progresos que estaba consiguiendo el Gobierno de Kabul en su guerra contra los talibanes.
Entre ellos, está Leon Panetta, que fue secretario de Defensa y director de la CIA con Obama, que acusó en los medios a Biden de «no haber pasado mucho tiempo estudiando el asunto» y que dijo que la Casa Blanca «cruzó los dedos confiando en que no se produjera el caos». Es el mismo Panetta que, cuando estaba en el Gobierno, suministró a los norteamericanos un catálogo completo de mentiras o anuncios falsamente optimistas sobre la evolución de Afganistán. En 2011 y 2012, dijo que «la campaña militar había debilitado seriamente a los talibanes», que el entrenamiento del Ejército y la Policía afganas estaba cumpliendo los objetivos previstos, y que «estamos muy cerca de conseguir» que los afganos puedan gobernarse y protegerse a sí mismos.
En los artículos en que se citaban opiniones de Panetta, no aparecían referencias a todas las veces en que estuvo equivocado, teniendo como tenía acceso a la mejor información posible de la situación sobre el terreno.
Otro antiguo alto cargo que ha sido entrevistado con frecuencia estos días es Ryan Crocker, exembajador en Irak y Afganistán, muy crítico con Biden. Es otro de los representantes políticos o diplomáticos que estaba convencido de que el Ejército afgano pronto podría defender su territorio sin necesitar la constante ayuda norteamericana. Ni siquiera en los últimos días su capacidad de pronóstico había mejorado mucho. En una entrevista en la cadena ABC el 8 de agosto, cuando los talibanes ya se habían hecho con el control de cinco capitales de provincia, dijo que el desenlace más probable era una larga guerra civil, y no una victoria completa de los insurgentes.
Las voces que no aparecen en los medios son las que podrían representar a ese 62% de la encuesta citada antes. Los entrevistados o participantes en tertulias televisivas han sido todos personas que siempre se mostraron a favor de mantener la presencia militar en Afganistán, que es lo mismo que ocurrió años atrás en relación a la guerra de Irak. Cierto nivel de amnesia parece también habitual en esos programas. En las tertulias informativas que se emiten en la mañana del domingo, nadie citó a George Bush y muy poco a Barack Obama.
Los espectadores podrían haberse preguntado: si Afganistán era tan importante y si la salida puede tener un efecto traumático en la reputación internacional de EEUU, ¿por qué se habló tan poco de ese país en la última década en los medios de comunicación, con unas pocas excepciones?
The kind of tragic, urgent attention Afghanistan is getting now is very clearly the result of the spectacular and exhausted inattention it got for about the last 9 years.
— Nick Paton Walsh (@npwcnn) August 15, 2021
Y cuando ahora algunos artículos se preguntan cómo se pudieron cometer tantos errores, algunos de ellos ni siquiera citan a ningún afgano. La práctica totalidad de los entrevistados son norteamericanos.
Los que tienen plaza fija son exmilitares como David Petraeus, exjefe de las fuerzas militares de la OTAN en Afganistán, que quiso trasladar a ese país los resultados de su estrategia contrainsurgente en Irak. Siempre bien tratado por los medios de EEUU, el general retirado dijo que la gestión de Biden había sido un desastre. Petraeus se opuso siempre con firmeza a cualquier negociación política con los talibanes a pesar de que no consiguió en ningún momento demostrar que la guerra podía ganarse con medios militares.
Los partidarios de mantener la hegemonía de EEUU con el uso de la fuerza en todo el mundo viven estos días momentos difíciles. Lo que es indudable es que continúan siendo las estrellas invitadas en los medios de comunicación de su país.
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Una historia que comenzó hace mucho tiempo: por qué los talibanes derrocaron al Gobierno de Afganistán en una semana. 17 agosto.