The Guardian se une a la despedida de Margaret Thatcher (al igual que The Times) con un guiño: una frase de la homilía del funeral que hace referencia a la célebre frase de ella cuando preguntaba si alguien –un político o un periodista– era «uno de los nuestros». Ahora (ashes to ashes) ella lo es, sin duda. El sectarismo convertido en señal de humildad.
El establishment no ha tenido dudas en despedir a lo grande a Thatcher. Lógico, ella es desde hace tiempo uno de los suyos. Sobre todo, desde que la traicionaron cuando había perdido la cabeza. Había que acabar con ella para que su legado continuará en pie. Y así ocurrió.
Su despedida, a pesar de un funeral casi a la altura de la realeza, ha sido sin embargo un asunto bastante privado. Como dice la portada del FT, ha habido más curiosos que adeptos en el recorrido del cortejo funerario. «Era un día para escaparse un momento de la oficina, pillar un café y echar un vistazo». No mucho más.
También tuvieron su oportunidad los que querían mostrar su rechazo. Los británicos son muy dados a hablar de buen o mal gusto, pero también a respetar a los discrepantes.
Más de 20 años después de su salida del poder, la sombra de Thatcher todavía ocupa la mayor parte del espacio político del país, sobre todo de los dirigentes conservadores. Pero eso ya no garantiza la victoria en las elecciones ni tampoco el fervor popular. Lo que sí hay que dar por hecho es la atención desmesurada de los medios de comunicación. Es otra paradoja del estado de la democracia.
Le han hecho un funeral con los mismos honores que a Churchill. A fin de cuentas, ella también ganó una guerra (o algo parecido).