Pocas cosas hay menos productivas para el periodismo que las ruedas de prensa. Pero en la mayoría de las ocasiones esto es lo que hay. Es como invitar a un vegetariano a una barbacoa. Siempre va a quedar frustrado, aunque haga algunas pequeñas concesiones.
Una cobertura informativa durante un confinamiento plantea retos complicados a los medios de comunicación. También a los gobiernos. Es inevitable tener que pasar por situaciones inéditas –ya lo habrán oído, no hay precedentes a lo que estamos viviendo– hasta que se encuentre un desenlace aceptable. Hay una cosa que está clara: el Gobierno no puede elegir las preguntas que se hacen al Gobierno en las ruedas de prensa. Ni siquiera lo hace Putin en su gran cita anual con los medios que dura varias horas.
Sin los periodistas presentes en Moncloa, el Gobierno decidió que el secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver, hiciera una selección de las preguntas enviadas por los periodistas. Un mal sistema, pero admisible mientras no durara mucho tiempo. Hay que agradecer que ningún ministro dijera aquello de ‘me alegro de que me haga esa pregunta’. No, un momento. Alguno sí ha comentado que la pregunta recibida era muy interesante. Al menos, no dijo: gracias, Miguel Ángel, por haber escogido esa pregunta.
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