José María Aznar dijo hace unos días delante de Pablo Casado que él no pone la mano en el fuego por nadie en el partido, excepto por sí mismo. Se quedó corto. Debería haber desconfiado también de sí mismo. El inicio del interrogatorio de Luis Bárcenas en el juicio de la caja B del PP confirmó una sospecha tan extendida como fácil de entender. La práctica de pagar un sobresueldo a los principales dirigentes del partido recurriendo a dinero negro no empezó con Mariano Rajoy, sino que vino de antes. Fue en la época de José María Aznar como presidente y de Francisco Álvarez Cascos como secretario general, cuando el tesorero del partido, Álvaro Lapuerta, recibió la orden de repartir esa paga extra, según Bárcenas. Es lo que pasa con la corrupción. Puede que el objetivo sea financiarse ilegalmente para las campañas electorales, pero al final todos se preguntan: ¿y por qué no nos quedamos con algo de ese dinero?
Suspendido por la hospitalización del acusado Cristóbal Páez, el juicio se reanudó este lunes donde había quedado interrumpido. Puede que ya sepamos mucho sobre la corrupción en el PP, pero siempre cabe la posibilidad de que Bárcenas nos sorprenda una vez más. Y además las cosas que se dicen en la sala de vistas tienen más peso que en la instrucción judicial. Lo primero puede aparecer en el texto de las sentencias, que quedarán para siempre.
Bárcenas ya ha denunciado antes que mandos policiales a las órdenes del ministro Jorge Fernández Díaz se llevaron de su casa documentos que prueban lo que sabe. Eso es lo que se está investigando en el caso Kitchen. La dirección nacional del PP está temblando ante la posibilidad de que salgan nuevos papeles, como si pudiera respirar aliviada en caso contrario. Sin embargo, el testimonio de Bárcenas no sólo alimentará titulares, sino que completará la foto de la corrupción del PP. Se juzga algo muy concreto, el uso de dinero negro, en torno a millón y medio de euros, con el fin de pagar las obras de renovación de la sede de la calle Génova. Nadie acumula tanto dinero de origen ilegal si no cuenta con una maquinaria en funcionamiento a lo largo de años con la que en realidad se está financiando.
En la época de Aznar y Cascos, Lapuerta era el tesorero y Bárcenas, el gerente y su número dos. A partir del momento en que el PP llega al poder en 1996, se plantea un problema legal. La ley de incompatibilidades exige que el presidente y los ministros reciban sólo el sueldo que les corresponde por su cargo. Era un drama que se medía en miles de euros perdidos al año. Te acostumbras a un nivel de vida y luego resulta que sales perdiendo si ganas las elecciones. Eso no se puede permitir.
Ya se sabe que en España los miembros del Gobierno tampoco cobran tanto. Se dan situaciones como que el alcalde de Badajoz tenga un sueldo más alto que el presidente del Gobierno, cuyo salario es también inferior al de varios presidentes autonómicos.
En Génova tenían la solución. «Creo que es una instrucción que recibe Lapuerta del secretario general, Álvarez Cascos, y luego se mantuvo», explicó Bárcenas a preguntas del fiscal sobre los sobresueldos. «La instrucción que recibe el tesorero es que no tengan una merma neta de ingresos».
El dinero extra venía de la caja B. Los receptores de los sobres en distintas épocas citados por él: Álvarez Cascos, Javier Arenas, Mariano Rajoy, María Dolores de Cospedal, Jaime Mayor Oreja, Federico Trillo, Ángel Acebes y Rodrigo Rato. No dio el nombre de Aznar, lo que explicaría la frase del expresidente de hace unos días. Por otro lado, es imposible creer que Cascos tomara esa decisión sin que lo supiera el líder del partido.
Bárcenas no puede saber si esos dirigentes declaraban a Hacienda los ingresos adicionales. Lo que sí confirmó es que no aparecían en sus nóminas ni firmaban otro documento legal, sino un simple recibí para control interno. De momento, queda a la imaginación de cada uno saber si alguien declara ingresos de los que no hay una constancia legal de su existencia.
A diferencia de sus declaraciones en la fase de instrucción, Bárcenas fue menos inocente a la hora de hablar sobre las intenciones de los empresarios que donaban dinero en efectivo en grandes cantidades al partido. «El altruismo en estas cifras no existe», dijo para sorpresa de nadie. «Son siempre a cambio de algo». Puede que algunos donantes derramaran lágrimas de felicidad al leer el programa electoral del PP, pero sus necesidades inmediatas no eran ideológicas.
La intención al entregar ese dinero era «abonar el terreno para que, cuando alguien pida algo, se sea receptivo». Era el tesorero, por entonces Lapuerta, que falleció en 2018, el que se ocupaba de que todas esas buenas acciones no se quedaran sin recompensa: «El tesorero era el que descolgaba el teléfono. Tenía relevancia suficiente para que (los dirigentes del PP) le pudieran atender». El dinero fluía hacia arriba, así como la identidad de los generosos empresarios que algún día o muy pronto estarían interesados en recibir contratos de obra pública.
El PP se convirtió en una tubería de dinero negro, casi un oleoducto, que lógicamente también terminó utilizándose para intentar ocultar la existencia del dinero negro. Cuando aparecieron en El País los documentos que probaban la existencia de los sobresueldos, filtración en cuyo origen estaba el exdiputado del PP Jorge Trias, el partido intentó que Bárcenas hiciera una nueva contabilidad B para desmontar las acusaciones sobre la contabilidad B. El extesorero declaró que Javier Iglesias, abogado del PP, le ofreció 500.000 euros para que confeccionara «nuevos documentos». ¿De dónde iba a salir tal cantidad? Del mismo sitio que siempre. Buscarían a empresarios amigos para que les suministraran esos fondos.
La respuesta de Bárcenas fue exigir al abogado 975.000 euros, porque es lo que él creía que le debían para cerrar el litigio laboral con el partido. «Oficialmente, no en dinero B», precisó sobre la forma de pago. No es fácil engañar a alguien que ha estado burlando a Hacienda para ocultar la financiación paralela.
Sobre la aparición del nombre de Rajoy en un documento, la explicación de Bárcenas fue una confirmación del hecho de que en una organización delictiva no te puedes fiar de nadie, bien conocido por todos aquellos que han visto ‘El padrino’ y otras películas sobre la mafia de EEUU. Él mismo escribió el nombre de Rajoy en esa anotación, porque Lapuerta quería que Rajoy comprobara por sí mismo que él también aparecía en la contabilidad ilegal.
Así es más fácil de entender el susto del expresidente cuando Bárcenas le enseñó en 2009 los documentos incriminadores de la caja B. Le dijo al tesorero que cómo se le ocurría conservar esos papeles y procedió a destruirlos en una máquina trituradora de papel. Evidentemente, ya sabemos que Bárcenas había hecho copia de ellos.
Como se suele decir en estos casos, no hay honor entre ladrones.