Un 40% de norteamericanos dice estar preocupado por que algún miembro de su familia pueda ser víctima de un atentado terrorista, según un sondeo de CNN realizado después del atentado de Boston.
No hay datos en la encuesta sobre el número de norteamericanos que temen morir aplastados por un mueble o una televisión.
Por ser justos con ellos, habrá que recordar que estos son los datos que suelen aparecer después de una cobertura intensiva de un hecho ya de por sí dramático.
Recuerdo cómo después del 11-S las autoridades estaban preocupadísimas en Harvard (¿quién va a querer destruir una universidad en vez de ir a por el poder corporativo y financiero?) o en Iowa (¿quién va a querer destruir cosechas de cereales para causar hambrunas cuando puedes ir directamente a cargarte a gente que vive en zonas de alta densidad urbana?).
En parte son los medios, claro, pero hay también una mentalidad egocéntrica dentro de la cabeza de muchos que les hace pensar: «Oiga, señor terrorista, no se olvide de que yo soy tan importante como los de Boston…» Tanta paranoia es, en gran parte, puro ombliguismo.
Pero ¿A qué han visto con qué docilidad aceptaron los bostonianos un estado de sitio con tal cantidad de ocupación militar?
No… Si la lo dicen quienes muñían por Boston el día de autos: «violence does solves problems» (Craft)