«Joder, si tenéis algo, dádmelo. Dámelo». «Lo ideal es: si eso está en el juzgado y sale, nadie va a sospechar que sale de la Policía ni de investigaciones policiales». «Muchas veces, cuando lo publicas, generas una presión mediática que al final haces que cosas que interesan, lo tengan». «Esto es un torpedo a la línea de flotación».
Hay que imaginarse a Jorge Fernández Díaz salivando de emoción al escuchar al director de la Oficina Antifraude de Cataluña, Daniel De Alfonso, desgranando los indicios, nada concluyentes, con los que cuenta para empapelar a dirigentes independentistas catalanes. Ves al ministro frotándose los manos cuando oye a su agente doble en Cataluña explicar que tiene algunas pistas interesantes para luego lloriquear diciendo que no está del todo claro y que debe tener cuidado porque él está hasta el final con el ministro, pero, claro, tiene mujer e hijos, y ya sabemos que no se suele tener misericordia con los espías.
No es Mortadelo y Filemón. No es Anacleto, agente secreto. No es Austin Powers. No es nada divertido, incluso si por momentos puede sonar a chapuza.
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