Es curioso cómo los políticos van racionando los hechos cuando deben dar una explicación hasta que al final terminan contando más o menos lo que debían haber explicado desde el primer momento, y lo hacen cuando ya están tan quemados que hay que llamar a los bomberos. En el caso de Fernando Grande-Marlaska, se está cumpliendo. El primer perjudicado es él mismo en una época en la que el Gobierno tiene demasiados frentes abiertos. Pero ya se sabe que cuando los jueces se meten en política raramente acaban bien.
El ministro de Interior inició el martes con la noticia de que ya se conocía el muy breve documento con el que la directora de la Guardia Civil propuso a su superior el cese del coronel Pérez de los Cobos como jefe de la Comandancia de Madrid. Era cuestión de tiempo que saliera a la luz y que se supiera que tenía que ver con la filtración del fantástico informe de la Guardia Civil (fantástico por su relación con la fantasía) enviado al juzgado que investiga a velocidad de vértigo una denuncia contra el Gobierno por no prohibir las manifestaciones del 8M.
El primer día, Marlaska se quitó de encima la polémica con referencias genéricas a una pérdida de confianza dentro de los cambios normales entre los altos cargos de un Ministerio. El ministro no pareció pensar en la rueda de prensa del 26 de mayo que los ciudadanos tenían derecho a conocer las razones de esa pérdida de confianza. Al día siguiente, en el pleno del Congreso insistió en la misma idea sin alterar el rumbo, lo que suponía reincidir en el error.
«Ustedes quieren tapar lo que pasó el 8M», dijo Teodoro García Egea, en una demostración de que el PP se acerca poco a poco al universo mental de la conspiración de los agujeros negros del 11M. El informe del 8M es la nueva furgoneta Kangoo y el PP ha decidido adoptarlo como si fuera ‘the smoking gun’ (la prueba defintiva) que sirve para entenderlo todo. Eloy Suárez, diputado del PP, lo enarboló y dijo que «quizá en este informe esté la respuesta» a la pregunta de por qué España es uno de los países con más muertes por COVID-19. Había que echarle mucha imaginación para sostener eso, pero por otro lado la furgoneta Kangoo también era una evidencia muy exigente en términos de suspensión de la incredulidad.
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