En el siglo XII un clérigo de gran ambición recuperó historias de los siglos anteriores y de la mitología céltica para comenzar a construir el mito del rey Arturo. Traductores posteriores –en esos tiempos, la traducción era aún más creativa que ahora- añadieron elementos que han perdurado hasta nuestros días, como la mesa redonda, el Santo Grial, Lancelot o el inevitable triángulo romántico. Esto último fue muy útil siglos después para el cine. Las historias de amor añaden mucho interés a las peleas con espadas. Cuando esos escritores hacían su trabajo en el tiempo de los Cruzadas no era tanto el pasado lo que les interesaba, sino el presente, como ocurrió en la España antigua con la ‘historia’ del origen del Camino de Santiago.
Los mitos sirven para construir las adhesiones imprescindibles para gobernar el tiempo actual. A eso le llamamos ahora propaganda.