El nivel de vergüenza se mide en Europa en euros

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De todas las valoraciones posibles sobre la última tragedia del Mediterráneo, la única que no es tolerable es la de sorprendente. ACNUR calcula que ha habido 300 desaparecidos, lo que en este caso significa 300 muertos, en el naufragio de cuatro lanchas atestadas de inmigrantes procedentes de la costa libia. La Guardia Costera italiana rescató a 105 personas el lunes de una de las lanchas. Otras 29 llegaron muertas por hipotermia después de pasar 18 horas en la cubierta en terribles condiciones: olas de hasta ocho metros de altura y temperatura muy poco por encima de los cero grados.

Ya desde el primer momento la alcaldesa de Lampedusa, Giusi Nicolini, sabía que muchos podían haberse salvados si aún hubiera estado en funcionamiento el programa Mare Nostrum: barcos más grandes y más cerca del lugar del naufragio. «Los barcos pequeños quedaron tragados por completo por las olas durante el viaje de vuelta. Si Mare Nostrum funcionara aún, los inmigrantes se habrían podido refugiar en un barco mayor en sólo una hora», dijo Nicolini, que afirma que clausurar ese programa fue un «paso atrás intolerable».

Mare Nostrum tenía un problema. Uno, exclusivamente. Era muy caro. Renzi lo clausuró después de que costara 114 millones de euros el primer año de su funcionamiento. Quizá habrían existido otras opciones si la UE hubiera aceptado su responsabilidad y aportado fondos. La solución fue el programa Tritón, mucho más barato y gestionado por la agencia europea Frontex.

Pero no sólo era una cuestión de dinero, o quizá había razones políticas con las que esconder las cuestiones presupuestarias. El Gobierno británico afirmó que la existencia de Mare Nostrum suponía un «incentivo» para que los inmigrantes se lanzaran al mar en rudimentarias embarcaciones. Como si las personas que huyen de las guerras de Siria y Libia, o los palestinos que intentan abandonar Gaza, tuvieran distintas opciones de transporte y todo ese dispositivo fuera una garantía absoluta de que llegarían indemnes a Europa.

Contra lo que se ve desde las playas españolas, el Mediterráneo no es una balsa de aceite sin olas.

Tritón significa barcos más pequeños y un despliegue mucho más cercano a las costas italianas. Antes los buques operaban en aguas internacionales. Ahora, a 30 millas de Italia.

Según ACNUR, 3.500 personas murieron ahogadas en el Mediterráneo en 2014 al intentar alcanzar las costas europeas. Mare Nostrum rescató a más de 200.000 inmigrantes en ese año. Pensemos un momento en esa cifra y calculemos cuántos morirán en 2015 porque los gobiernos europeos decidieron que este no era un asunto de su incumbencia.

Decía un periodista italiano que para los ricos países europeos de la UE nueve millones de euros al mes es un coste prohibitivo.

Los gobiernos no hacen más que decir que la culpa de todo es de «las mafias». Cuando le preguntaron en rueda de prensa a Soraya Sáenz de Santamaría por la muerte de los inmigrantes de Ceuta que intentaron llegar nadando a España y que fueron disparados por guardias civiles, se apresuró a decir eso, todo venía por la responsabilidad de las mafias.

Es obvio que estos grupos hacen un gran negocio aprovechándose de los inmigrantes que llegan al norte de África con la intención de encontrar refugio en Europa. Para ellos, es cuestión de dinero. Entonces, ¿cómo llamamos a los gobiernos europeos que decidieron no gastarse nueve millones al mes porque querían ahorrarse ese dinero y se conformaron con la opción más barata de Tritón?

Nosotros pensamos en 300 cadáveres. Las mafias piensan en el dinero que han ganado. Los gobiernos piensan en el dinero que se han ahorrado.

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