Otro testimonio de un político norteamericano alarmado por el poder aparentemente ilimitado concedido a la NSA para realizar su labor.
«Después del 11S, con el país en peligro y listo para entrar en el mayor conflicto desde la guerra de Vietnam, el Congreso amplió los poderes del Ejecutivo para ayudar a proteger al pueblo norteamericano. Pero la NSA ha abusado de esa confianza.
Ha ignorado las restricciones cuidadosamente diseñadas por los congresistas y ha asumido una autoridad total nunca prevista por el Congreso. Aun peor, la NSA ha ocultado sus operaciones bajo un manto de secreto tan grueso que, incluso cuando recuperemos la confianza, ni el Congreso ni el pueblo norteamericano tendrán la capacidad de verificar (sus actos)».
¿El típico progresista incapaz de entender la magnitud de la amenaza a la que se enfrenta EEUU? ¿El blando defensor de los derechos humanos que no sabe qué peligros se esconden en el mundo real?
No, el congresista republicano Jim Sensenbrenner, considerado uno de los arquitectos de la Patriot Act, un conservador duro elegido hombre del año en 2006 por una publicación de derechas, fundamentalmente por su política intransigente en relación a la inmigración. Ese mismo año, la revista Rolling Stone le calificó del segundo peor congresista de la Cámara y le endosó el apelativo de «el dictador».
Siempre se corre el peligro de magnificar las declaraciones de un político en concreto que bien puede cambiar de opinión al día siguiente o promover un cambio legislativo o simplemente administrativo que no pase de ser cosmético. E indudablemente gente como Sensenbrenner nunca admitirá que tenían algo de razón aquellos que decían que la Patriot Act y todo el ambiente político creado tras el 11S terminaría por propiciar la situación en la que estamos ahora.
Pero al menos estas palabras revelan que el discurso que se limita a manifestar que Snowden es un traidor y ahí se acaba todo tiene cada vez menos apoyos en EEUU.
Acaso ¿alguien pensó alguna vez qué, todo ese poder de espionaje, no se usaría a discreción? Seguro que sí.
Simplemente, se usarían los medios de comunicación para engatusar, en caso de dudas.
Mikel, lo que nunca se piensa es que Frankenstein opere por iniciativa propia. Es significativo el mito social de la rebelión de la máquina (y sus ramificaciones luditas), cuando los instrumentos nunca pueden salir de ahí (es totalmente disparatado pensar que una máquina pueda rebelarse, lo mismo que podría hacerlo un martillo o la lógica formal S5), ahora, el tema de los instrumentos es que es imposible por definición garantizar que sirvan al amo que los crea. El martillo que fabrica Mengano puede usarlo Zutano para abrirle la cabeza (a Mengano).
Todos estos subnormales tienen sus propios prejuicios sociales, y se creen que esos prejuicios garantizan la correcta servidumbre y jerarquía de sus tinglados. Y eso no es así, y si alguien se te puede subir a la chepa, lo hará, sobre todo si el sistema empuja a la supervivencia de esa manera.
Pero este tío sabe perfectamente que para lo que él representa es demasiado tarde. Otro bonito tiro por la culata (que los dibujos de la Warner Bros. para la TV se cansaron de repetir, seguro que este cretino está harto de verlos de cuando era pequeño, y nunca pensó verse con la cabeza ennegrecida y volada de su propio tiro. Cosas de la prepotencia humana).
La respuesta a tanto atropello, en aras de la seguridad (me río yo), debería ser masiva, y ya que jugamos a haquear a todo quisqui, debería haber un movimiento global que les demostrase a los fascistas que no gobiernan que ellos tampoco están seguros y meterse en sus comunicaciones y desvelar y publicar datos oficiales y personales de todas las instituciones, la NSA, el CNI, en los gobiernos, Pentágono, etc, etc. Se puede hacer, los mejores y más peligrosos talentos informáticos no los tienen sólo ellos.
Los poderes político y del ejército de los USA, se rasgan las vestiduras, al igual, que Rubén, después de depositar toda una inmensa fuerza a la NSA. ¿Qué esperabais ingenuos?, no, caraduras. Cuántos valores humanos se han perdido, buffff, una auténtica barbaridad.