La guerra encubierta contra Irán es a veces tan sutil y secreta como un explosivo colocado en el techo de un vehículo. El atentado de hoy en Teherán es el cuarto en el que un cientifíco iraní relacionado con el programa nuclear es asesinado. El terrorismo se convierte así en el plan B con el que ganar tiempo antes de que Israel tome la decisión de bombardear Irán. Al igual que en casos anteriores, nadie reivindicará la explosión, Irán acusará al Mossad, y EEUU e Israel mirarán a otro lado o filtrarán que bien podría tratarse de una lucha interna dentro del régimen. Como si fuera tan difícil detener a un enemigo y tirarlo a una celda, o incluso hacerlo desaparecer, y en Teherán a los radicales sólo se les ocurriera poner una bomba en plena calle.
La guerra tecnológica (el caso de Stuxnet y otros) es la versión limpia de este enfrentamiento. La eliminación de científicos y algunos sospechosos atentados son un tipo de acción directa más sucia, y en la práctica no tan efectiva. Los técnicos pueden sustituirse por otros y es de suponer que sus conocimientos no se perderán por tales bajas. Bien podría ser una vía de escape que Washington concede a Israel para convencerle de que estos pasos a largo plazo son más eficaces que un ataque general que podría desencadenar una nueva guerra en Oriente Medio con repercusiones negativas para EEUU en Irak y Afganistán. El terrorismo es en este caso un placebo con el que tener tranquila a la fiera.
Frente a la retórica de los políticos israelíes, está la opinión del jefe del Mossad, que no cree que Irán suponga una «amenaza existencial» para Israel. Obviamente, esas declaraciones se hacen a puerta cerrada. El análisis no tiene en cuenta los factores políticos con los que gobiernos como el de Netanyahu mantienen en Washington el mito de que Israel vive bajo la sombra de la destrucción total.
No olvidemos que Irán ya tiene la bomba nuclear desde 1999, al menos según el pronóstico que Shimon Peres hizo unos años antes. Esos científicos a los que asesinan no son tan buenos como parecen.
Los científicos no serán buenos, como bien dice. Si Israel, la India y Pakistan tienen la bomba nuclear, por qué no la va a tener también Irán?. Como medida disuasoria, eso sí… como hacen todos los que la tienen.
Que se desarmen todos.
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Bueno, stuxnet no es del todo guerra limpia. Si bien el malware en sí lo es, uno de los técnicos encargados de su limpieza en las instalaciones afectadas en Irán fue también asesinado en un atentado con bomba plantada en el coche en un cruce de calles.
* http://www.tgdaily.com/security-features/52766-report-iranian-stuxnet-expert-assassinated-in-tehran
* http://pjmedia.com/rogerlsimon/2010/11/29/death-in-teheran-stuxnet-continued/
En las noticias por lo general lo cuentan como «científico» del programa nuclear iraní, pero era el encargado de la limpieza del malware. No sólo se «eliminan» a los expertos nucleares.
Niego el derecho universal a centrifugar. La opinión de que hay situaciones en las que los asesinatos selectivos son opción, se sostiene moralmente. El soberano derecho a defenderse no implica que las naciones tengan derecho a empeorar el statu quo de la seguridad de la Humanidad. Hay que impedir casi por cualquier medio que el club nuclear tenga entrada libre. La opinión pública se opone, pero en teoría los límites de la medidas de precaución no los determina el número de bajas ni el carácter más o menos preventivo que puedan tener. En el precio asumible pueden incluirse bienes materiales, haciendas privadas, vidas de servidores de nuestro estado, de otros estados… incluso civiles inocentes. Siempre hay una parte que no gana en los negocios que benefician a la mayoría. En ningún país como el nuestro los ciudadanos sienten la necesidad de exigir la libertad de enriquecer material nuclear.
Sr. Marqués:
El asesinato de científicos y de civiles no se sostiene moralmente, salvo que tu moral sea la de una oruga. Confundir el concepto de juicio moral con tu propia idea del «bien» o la «justicia» (impedir que Irán desarrolle tecnología nuclear) nos devuelve a Maquiavelo.
Yo, por ejemplo, creo (y desde mi punto de vista, sé), que el mundo sería un lugar mejor si a ti te pegaran un tiro en la cabeza o si, simplemente, no hubieses nacido. No es una exageración, lo creo realmente. Pero eso no suspende mi capacidad de juicio moral: pegarte un tiro en la cabeza sería un acto criminal y profundamente inmoral, y lo proclamaré a los cuatros vientos si alguien lo hace, o si, como tú, defiende el hecho de que otros lo hagan.
Espero que entiendas la diferencia.
Creo que el asunto es tan doloroso e indignante porque el valor de una vida humana, que es finito; en medio de un enfrentamiento de poderes, se vuelve además mensurable, relativo y negociable. Aunque ese valor no encoge, lo parece. La víctima no acaba siéndolo en virtud de sus actos sino por su papel de instrumento que le adjudica el poder de su propio bando. Es totalmente humano rebelarse contra esa realidad por muy tozuda y arrolladora que sea. Un sino como los desastres que manda la providencia: el que se encuentre en el punto de convergencia de una confrontación de poderes necesita mucha suerte. El proceso completo que lo genera es de dimensiones mucho mayores que el crimen de Estado de asesinar a un científico. Un episodio del juego inmoral en el que participamos ininterrumpidamente y que parece que nos sale de forma natural. Para cambiar lo que hay, esa larga suma de horrores y víctimas tan alejada de ideales y teorías fraternales, caben determinadas medidas violentas. Quién decide sobre quién sobra en el mundo es todavía más complejo. Cerrar la decisión en falso cuando tropieza con morales tradicionales es un error.