Sólo hay que abrir un periódico, cualquier periódico, para descubrir que nos encontramos ante una amenaza terrorista global e inminente, como nunca se ha conocido, que en cualquier momento puede atacar una ciudad europea de forma nunca antes conocida. Los datos no demuestran esa afirmación, sino que la desmienten.
Terrorism in Europe. The horrors of the 1970s and 1980s put today’s problems into perspective. pic.twitter.com/jN7pDwfBn4
— Paul Kirby (@paul1kirby) January 15, 2016
Le Monde publicó un gráfico similar, destacando como es lógico lo ocurrido en Francia.
El alto número de atentados en los 70 y 80 tiene que ver con dos razones: unas relacionadas con la situación específica de algunos países, fundamentalmente Reino Unido, España e Italia, y otras con las consecuencias de los conflictos de Oriente Medio que alcanzaron a Europa. Es cierto que no existía una amenaza global, como la manifestada en el siglo XXI, primero por Al Qaeda y luego por ISIS. Aun así, los números hablan por sí solos. No se puede hacer un análisis sobre el impacto de la violencia terrorista en Europa ignorando las muertes que provoca, como si estas fueran efectos menores.
Hay una manera de obviar esa diferencia y es mantener que en cualquier momento se producirá una ofensiva terrorista general ante la que las fuerzas policiales y los servicios de inteligencia se mostrarán impotentes. Nada de lo ocurrido desde 2001 indica eso.
Otra forma de demostrar una situación de emergencia absoluta es fijarse en los ataques sobre París del último año dirigidos contra la población civil, la redacción de una revista satírica, un estadio de fútbol, un restaurante o una sala de conciertos. El terrorismo local tuvo objetivos similares en los 70 y 80, aunque también se dirigió contra fuerzas militares y policiales. Pero los atentados cuyos autores o responsables venían de Oriente Medio se realizaron en muchas ocasiones contra el transporte aéreo, aviones o aeropuertos, objetivos claramente civiles.
Como ejemplo, Lloyd’s llegó a ofrecer un seguro específico para secuestros aéreos. Por una prima de 75 dólares por vuelo, el viajero de un vuelo secuestrado podía recibir 500 dólares por día de cautiverio, 2.500 por gastos médicos posteriores y, si estos ya no eran necesarios en caso de muerte, 5.000 dólares.
Pero actualmente el terrorismo es sumamente útil para provocar una reacción política en los gobiernos y los medios de comunicación. Las cifras son cosas del pasado.