Mientras los inspectores de la ONU se encuentran todavía en Damasco, John Kerry ha dado prácticamente el lunes la orden de lanzar represalias sobre el régimen de Asad:
«Lo que vimos la pasada semana en Siria debería golpear la conciencia del mundo. Desafía cualquier regla de moralidad. Seamos claros. La matanza indiscriminada de civiles, el asesinato de mujeres, niños y testigos inocentes con armas químicas es una obscenidad moral. Para cualquier punto de vista, es inexcusable e, a pesar de las excusas y ambigüedades de los que las han fabricado, innegable.»
En este fragmento de su discurso, no acusa directamente al Gobierno de Asad, pero después no deja lugar a dudas sobre el único sospechoso, desde su punto de vista, al señalar que «el régimen sirio mantiene el control de estas armas químicas» y que ese Gobierno estaba decidido a acabar con la oposición «en esos mismos puntos en los que los ataques tuvieron lugar».
Con palabras como estas, realmente la duda no es si se producirá el ataque, sino cómo y cuándo. Además, Kerry ha dicho que tienen otras pruebas, de las que no ha dado más detalle que el hecho de que se conocerán en los próximos días.
Si alguien deduce de todo esto que EEUU ya no necesita ni quiere el veredicto del equipo de la ONU, puede estar seguro de que no se equivoca. Según el WSJ, el domingo Washington comunicó a la ONU que ni había seguridad suficiente para que sus inspectores pudieran llevar a cabo su misión ni creía que los inspectores estarían ya en condiciones de encontrar las pruebas necesarias al haber pasado varios días y por los daños ocasionados por bombardeos posteriores. El secretario general de la ONU rechazó la petición norteamericana.
De las dos razones esgrimidas, la primera es la única que tiene algo de peso, pero los inspectores, asumiendo un considerable riesgo, sí han podido hacer el lunes su trabajo y se han trasladado a la zona ocupada por los rebeldes, entrevistado a supervivientes del ataque y tomado muestras. La segunda es bastante ridícula. Si ha pasado menos de una semana desde el ataque, las muestras pueden arrojar conclusiones en teoría sobre el efecto de los gases en los heridos.
Es inevitable recordar lo que ocurrió antes de la invasión de Irak cuando EEUU boicoteó el trabajo de los inspectores de la ONU para que no interfirieran en una decisión ya tomada por Washington.
La segunda cuestión que a estas horas se puede analizar es la entidad de las razones de Kerry. Su grado de indignación moral es tan alto que descarta por completo que EEUU no haga nada, como ocurrió ante alegaciones anteriores, mucho menos fundadas, de que el Ejército sirio había utilizado armas químicas. A todos los efectos, es el paso inmediatamente anterior a una declaración de guerra.
Ahí hay una clara diferencia con respecto a lo que ocurrió con respecto a Irak antes de marzo de 2003. Por entonces, la Administración norteamericana no ocultó desde mucho antes que su objetivo era el derrocamiento de Sadam Hussein, y ya desde el famoso discurso de Cheney de agosto de 2002 se vio claro que la invasión era el desenlace deseado e inevitable, a menos que el dictador iraquí fuera eliminado por un golpe interno.
En el caso de la guerra de Siria, el Gobierno de Obama ha demostrado durante dos años su escaso interés en verse involucrado en el conflicto. La ayuda que probablemente EEUU ha prestado a los rebeldes ha sido tan escasa que han sido Turquía, Arabia Saudí y Qatar los que se han ocupado de ello, con el conocimiento de Washington, pero sin que eso haya servido para desequilibrar el resultado de la guerra en favor de la oposición a Asad. De hecho, Asad es ahora más fuerte que hace un año.
Hay quienes piensan que esta es otra «guerra imperialista». Si es así, los imperios reaccionan ahora con una lentitud impropia de sus designios expansionistas. En otras épocas, los imperios no tardaban dos años en dar señales de vida si ocurría un acontecimiento que podían explotar en su beneficio.
Todo el trabajo previo propagandístico que George Bush y su gente hicieron antes de la invasión de Irak ha brillado ahora por su ausencia, y de ahí que en las encuestas realizadas en estos dos años la mayoría de los norteamericanos se haya mostrado en contra de una implicación militar. En el caso de algún sondeo, incluso si en la pregunta se planteaba la hipótesis del uso de armas químicas por Damasco. Y eso a pesar de que Siria es rival de EEUU desde hace décadas y aliado de Irán.
En este punto, hay que recordar tanto las declaraciones de altos cargos como una buena parte de los análisis aparecidos en la prensa norteamericana sobre el futuro de Siria tras un posible derrocamiento de Asad no son muy alentadoras para la causa belicista. En pocas palabras, no hay ninguna alternativa viable de la que se tenga seguridad de que beneficiará a los intereses norteamericanos. Un régimen radical suní no sería ningún triunfo político para EEUU, aunque es cierto que sus relaciones con Teherán serían mucho peores que las actuales.
El precedente de Libia funciona en la misma dirección. EEUU y Europa contribuyeron de forma decisiva al fin de Gadafi, que fue linchado en un ejemplo bastante obvio de lo que vendría más tarde. Lo que obtuvo después EEUU fue el asesinato de su embajador. Como botín de guerra, no parece que pueda movilizar a la opinión pública del país.
Lo que queda al final para justificar un ataque no es, sin embargo, una excusa menor, ni se puede decir que los derechos humanos sean una bandera sospechosa similar a las inexistentes armas de destrucción masiva iraquíes. La prohibición del uso de armas químicas es un imperativo legal aprobado por 189 estados. Para la víctima, morir por una bala o una bomba no supone una diferencia muy grande. Pero para todos los países, aceptar las armas químicas como una herramienta de guerra admisible contra la población civil supone convalidar cualquier instrumento de terror. Hay pocas líneas rojas, con perdón por lo manido de la expresión, en las guerras pero las pocas que hay deben imponerse.
Dejarlo pasar como una desgraciada consecuencia de una guerra civil es lo que de verdad resta toda credibilidad política a la hora de denunciar una injusticia en las relaciones internacionales. Plantear como imperativo moral que no se puede castigar a Siria por estos hechos porque Irak fue invadido con mentiras o porque Palestina sigue ocupada por Israel violando también la legislación internacional, por citar dos ejemplos de Oriente Medio, supone en la práctica dar vía libre al uso de armas químicas en el futuro. Siempre habrá una excusa, una denuncia de otra injusticia presente o anterior o la sospecha de un beneficio político para el país que haga la denuncia que supuestamente te obligará a no hacer nada.
No se me ocurre una consecuencia más favorable para los intereses de las dictaduras.
Les duele que su tata estados unidos controle y regule los abusos de estos bárbaros, ademas Estados Unidos son los amos del mundo , punto. Alguien tiene que liderar el mundo y punto. Porque los Estados Unidos cae mal, sencillo, por ser un líder, el mejor, el que tiene huevos, armas, y muuuuuch poder. Tu dices que no debería, que nadie apoya, pero, dime si alguien toma partido de tu familia o de los intereses de tu familia no procedes a hacer justicia o solo observas? La guerra es aberrante, desgastan y debe ser la ultima salida, pero estos abusos y uso de estas armas químicas debe detenerse. O acaso ellos pensaron en la población niños y mujeres muertas al rociarlos? No verdad, o al menos parece que en la guerra todo se vale.
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