Los turcos han convalidado en las urnas la estrategia nacionalista de Erdogan y de los islamistas del AKP. El 49,4% de los votos ha devuelto a su partido la mayoría absoluta en el Parlamento cinco meses después de haberla perdido. En ese espacio de tiempo, ha ganado cuatro millones de votos. Desde entonces, reinició la guerra contra el PKK kurdo, dio vía libre al Ejército y Policía en el este del país e intensificó las hostilidades contra los medios de comunicación críticos. Su ventaja vino de dos fuentes: se aseguró el apoyo de la base tradicional del AKP en el interior del país y recibió votos del ultranacionalista MHP.
El atentado de Ankara, con 102 muertos, sirvió para reforzar el mensaje de que sólo una victoria clara de los islamistas daría estabilidad al país y alejaría el peligro de que las divisiones internas provoquen una confrontación violenta.
El voto del miedo como táctica electoral tiene mala imagen en los medios de comunicación, pero continúa siendo un arma efectiva. La mano dura contra los kurdos es, por otro lado, una constante de la política turca desde hace décadas. Precisamente, fue la llegada de los islamistas al poder la que permitió una distensión en las relaciones entre el Gobierno central y los kurdos. Ankara dejó de dar carta blanca a los grupos armados y organizaciones criminales que colaboraban con el Ejército en la represión de las provincias kurdas.
El progresivo autoritarismo de Erdogan puso fin a los avances conseguidos. Cuando el Ejército dejó de ser un problema, el actual presidente turco volvió a un nacionalismo turco excluyente que nunca ha dejado de dar votos en Turquía.
Muchos análisis destacan que la victoria del AKP tiene el coste inmediato de perjudicar la «cohesión social» del país. Es cierto, pero no hay que olvidar que ese factor es de los que menos preocupan a un Gobierno cuando está en peligro su supervivencia. Las críticas a Erdogan en relación a las libertades públicas no han hecho mella en el electorado. Al igual que en Hungría y otros países de Europa del Este, las tendencias antiliberales y antiizquierdistas de los gobernantes son disculpadas en las urnas cuando están al servicio de un proyecto nacionalista.
Turquía sufrió un siglo XX dramático que finalizó en los 80 y 90 con decenas de miles de muertos en la guerra entre el Estado y el PKK. No volver a esa situación es una prioridad para la mayoría de la población. En un vecindario convulso en Oriente Medio, no parece importarles que Erdogan sea al mismo tiempo el problema y la solución de la situación de la inestabilidad.
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En Siria, no cabe duda de quién se alegra más de la victoria del partido de Erdogan. En la noche del domingo, varios grupos insurgentes, de ideología islamista o salafista, emitieron comunicados para felicitar al AKP y a Erdogan. El apoyo que han recibido de Ankara ha sido constante desde 2011 y aspiran a que continúe siéndolo.
Unsurprisingly, almost all major #Syria rebel groups have congratulated #Turkey (i.e. #AKP) on today's election: pic.twitter.com/g9FrJgJ91K
— Charles Lister (@Charles_Lister) November 1, 2015