Los egipcios votan hoy y mañana en sus elecciones presidenciales. Se podría decir que es la primera vez en su historia en que deciden libremente quién les gobernará. Y una de las cosas más significativas es que nadie sabe quién ganará. No suele ser mal indicador del valor democrático de unos comicios. Cualquier discusión sobre los favoritos ante las urnas suele olvidar que es al pueblo al que le toca elegir.
Si ningún candidato obtiene más del 50%, habrá una segunda vuelta. Los que están más cerca de pasar el umbral, según la mayoría de los análisis, son el islamista moderado Abdel Abul Futú y el ex ministro de Exteriores Amro Musa.
El segundo ha apostado en su campaña por las zonas rurales, tradicional vivero de votos en el partido gubernamental de Mubarak, un lugar donde la diferencia entre dictadura y democracia se pierde cuando la única lucha es por la supervivencia. Decenas de millones de egipcios viven con menos de dos dólares diarios.
La victoria de Musa es probablemente deseada por los gobiernos occidentales. El Ejército y la presidencia mantendrían una alianza de hecho, similar a la época de Mubarak, que serviría de contrapeso al Parlamento dominado por las fuerzas islamistas. Evidentemente, esa estrategia depende de que la futura Constitución conserve un sistema presidencialista, lo que está por ver.
Abul Futú es la sorpresa de la campaña, propiciada en primer lugar por la decisión de las autoridades electorales de cerrar el paso al candidato oficial de los Hermanos Musulmanes. Pero además Futú ha obtenido el apoyo de los salafistas, que también se quedaron sin candidato. Este buen perfil escrito por Shadi Hamid destaca que Futú ha conseguido que muchas personas de ideas muy diferentes terminen por creer que es quien mejor les puede representar.
Antes de pensar que se trata de un camaleón sin principios, hay que recordar que Futú es un candidato independiente sin un partido político potente cuya estructura le respalde. Tiene que pescar en varios ríos para seguir adelante. Es lo bastante islamista como para que muchos conservadores confíen en él y al mismo tiempo es lo bastante moderado como para que sea la opción menos mala para los sectores progresistas o laicos que nunca votarán a Mohamed Morsi, el segundo candidato que presentaron los Hermanos, ni a Musa por formar parte de la élite tecnocrática que colaboró con la Administración de Mubarak.
Si Futú aparece definido como un conservador moderado, ¿por qué le apoyan los salafistas? Buena pregunta. Quizá quieran así seguir siendo relevantes en el juego político, lo que quedaría en cuestión en caso de recomendar la abstención. También puede ser un reconocimiento de que su éxito en las elecciones legislativas, donde fueron la segunda fuerza política, se debió a que su electorado estaba más preocupado por cuestiones sociales (sobre todo, la lucha contra la pobreza) y la denuncia de la corrupción que por las exigencias religiosas con las que se suele relacionar a los ultraconservadores. Y Futú tiene más posibilidades de representar ese mensaje que el candidato oficial de los Hermanos Musulmanes.
Contra los que piensan que los Hermanos terminarán convirtiendo Egipto en algo parecido a un régimen de partido único, hay que recordar que existen otros factores que desmienten esa impresión. El futuro escenario político egipcio es muy difícil de predecir. Una de las razones es que varias fuerzas políticas y sociales con objetivos muy diferentes (salafistas, liberales y militares) están interesados en impedir ese monopolio político. Estas elecciones son un capítulo más del enfrentamiento.
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–Seguimiento de la jornada electoral en The Guardian, Al Akhbar y el blog Egyptian Chronicles.
—Gráfico con los principales datos.
–Foto: cola ante un colegio electoral, de Evan Hill.
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