A mediados de marzo, la primera ministra noruega dio una rueda de prensa reservada a niños para responder a sus preguntas sobre los coronavirus. Algunas de ellas no eran muy distintas de las que haría un periodista y otras tenían que ver con las cuestiones que más les interesan: colegios, vacaciones y mascotas. Erna Solberg las respondió con la idea de dar la mejor información posible y tranquilizar a sus pequeños interlocutores: «Está bien tener un poco de miedo a ser contagiado con el coronavirus, pero sabiendo que es inofensivo para la mayoría de nosotros. Los niños solo se ponen un poco enfermos, pero quedarse en casa ayuda a otras personas a no contagiarse».
Este sábado, Fernando Simón y el ministro de Ciencia realizaron un encuentro similar en el que las preguntas las hacían adolescentes. No es que intentaran dar una versión edulcorada sobre la amenaza a la salud: «Es muy difícil pensar que vamos a poder eliminarlo y erradicarlo completamente del mundo. Por lo tanto, es muy probable que el invierno que viene vuelva», explicó Simón.
La iniciativa de Solberg fue bien recibida en Noruega. No tuvo tanta suerte en España la de Simón y Pedro Duque. Se sucedieron en redes los comentarios despectivos. ¿De gente que dedica cada día a esparcir insultos? También, pero no sólo. Un catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona tenía preparada la respuesta: «Simón y Duque comparecen para los niños: después de dos meses tratándonos como a niños han visto que se pueden especializar en eso. Es su nicho de mercado». Ja, ja, ja. Qué gracioso el catedrático. Una plataforma de periodistas de derechas de TVE atacó a la cadena por emitir la rueda de prensa en su Canal 24 Horas. Nunca se ha visto a un grupo de periodistas denunciar que se facilite información concreta sobre una emergencia sanitaria, pero esta es una crisis muy singular.
Otros se burlaban de que Simón y Duque explicarán cómo hay que ponerse una mascarilla. Cualquier que haya salido de casa últimamente habrá apreciado que hay un amplio margen de mejora en eso y otras cosas. Sólo había que ver el viernes a Pablo Casado de visita en un economato de Cáritas para verle tocando latas y paquetes con sus guantes cumpliendo una necesidad irrefrenable que no sabemos de dónde le venía.
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