Rishi Sunak convocó elecciones anticipadas en Reino Unido para perderlas. Es algo que todo el mundo sabía y que sólo sorprendió a aquellos en su partido que pensaban que era mejor esperar a la conclusión de la legislatura en unos meses, por más que no hubiera dudas sobre el resultado. Con veinte puntos por detrás de los laboristas en la mayoría de las encuestas, no podían esperar otra cosa.
Nada de lo que hiciera podía cambiar eso, aunque ningún político acepta la derrota antes del día de las elecciones. Siempre puede reducir los daños, hacer que la victoria del rival sea menor de lo que se esperaba y con ello aspirar a que su partido vuelva al poder cuanto antes.
Sunak ha conseguido empeorar su situación con una serie de imágenes entre absurdas e innecesarias que sólo podían perjudicarle. Y una campaña se compone de imágenes. Por eso, los partidos les dan tanta importancia. Lo que es mucho peor es tomar una decisión que refleje el tipo de persona que eres y hacerlo en términos no muy positivos. El primer ministro conservador lo consiguió este mes con una que sólo se puede definir como estúpida. O totalmente insólita teniendo en cuenta la opinión previsible de sus votantes.
Sunak abandonó las celebraciones del 80º aniversario del Día D cuando aún debía tener lugar el momento en que se juntaban los líderes de las potencias aliadas. Los protagonistas de los actos eran los veteranos que aún sobreviven de ese día de 1945. Pero las imágenes de los presidentes y primeros ministros son las que dominan en los medios. Las ausencias se notan mucho.
No cogió un helicóptero para largarse a toda rapidez por alguna emergencia. Fue por una entrevista concertada con una televisión que ni siquiera se iba a emitir en directo. Su agenda de campaña resultaba más importante que la conmemoración de uno de los momentos icónicos de la Segunda Guerra Mundial, en especial para los británicos.
Días después, inevitablemente apareció el vídeo en el que Sunak se disculpa ante el periodista de ITV por haber llegado tarde. «Se pasaron de tiempo», dijo sobre los actos. Por más que fuera cierto, ni era sorprendente ni era una excusa.
Las viñetas en la prensa fueron atroces para Sunak.
En esa misma entrevista, le preguntaron sobre su infancia. Sunak es millonario, el primer ministro británico con más dinero de las últimas décadas, sobre todo por la fortuna de su mujer, hija de uno de los empresarios más ricos de India. Quiso comentar que también había pasado por privaciones y dijo que en su hogar no tenían Sky TV, la televisión de pago que entre otras cosas emite los partidos de la Premier. Las risas en Twitter fueron generalizadas ante tan dramática muestra de pobreza.
Si hablamos de imágenes, la de la ausencia en el aniversario del día D era la peor, pero había más. En un acto electoral, una mujer le reprochó el estado de la sanidad pública. Uno de los asistentes respondió con una frase tan falsa como desafortunada: «Cariño, la mayoría de los médicos pasa más tiempo de vacaciones que en la consulta».
Y a Sunak no se le ocurrió otra cosa que reírse. Cuando el estado de la sanidad figura de forma constante en las críticas de la gestión de los gobiernos conservadores desde 2010.
Entre las innovaciones que han ofrecido las primeras semanas de campaña de Sunak, está dar un discurso de espaldas a las cámaras que iban a ofrecer la señal en directo. O ponerse a manejar un balón demostrando su poca soltura.
Todos los políticos en campaña quieren que alguna de sus promesas domine la agenda política y obligue a todos, rivales y medios de comunicación, a centrarse en esa iniciativa. Lo consiguió inicialmente con su propuesta de poner en marcha un «Servicio Nacional» militar y civil para los jóvenes que no estaba muy claro si era obligatorio o voluntario pero con algunas medidas para presionar a los que no estuvieran dispuestos a unirse.
Si ya los tories no son muy populares entre los votantes jóvenes a causa del Brexit, esta idea no iba a funcionar muy bien. Ni siquiera los militares están a favor, como dejó claro un exministro conservador de Defensa, porque en un Ejército profesional nadie quiere reclutas que prefieran estar en cualquier sitio menos en un cuartel.
A veces, explicar este tipo de iniciativas es peor que no concretar. Un ministro tory dijo que era una medida para combatir «la fragmentación de la sociedad», porque los jóvenes estaban encerrados en sus «burbujas» (ya se sabe, los teléfonos móviles, como si fueran los únicos que los utilizan) y debían salir de ellas y entrar en contacto con otras personas.
No es extraño que los tories no tardaran mucho tiempo en olvidarse de su última idea genial.
Un ángulo más divertido a cuenta de la propuesta de Sunak es que en realidad es bastante vieja. Sólo hay que ver esta escena de la serie ‘Yes, Prime Minister’, de la segunda mitad de la década de los ochenta, que confirma además lo fácil que es manipular a la gente con las preguntas de las encuestas.
Aun más gracioso es descubrir que la empresa de encuestas Ipsos utilizó esas preguntas de la escena de la serie en un sondeo realizado en el mundo real. Lo clavaron. Los porcentajes confirmaron exactamente lo que inicialmente sólo era un ejemplo de humor británico.
Es cierto que Sunak se enfrentaba a una misión imposible. El breve Gobierno de Liz Truss dinamitó la reputación económica de los tories para mucho tiempo hasta niveles difíciles de imaginar. Después de ganar las primarias conservadoras con una gran ventaja sobre Sunak, los planes económicos radicales de Truss hundieron la credibilidad financiera del Reino Unido y pusieron en peligro los planes de pensiones y el valor de la libra.
Sunak fue elegido después casi por eliminación. Su credibilidad entre los votantes conservadores ya estaba muy mermada por las subidas de impuestos decretadas en su etapa de ministro de Hacienda. Su intento por promover el envío forzado a Ruanda a los solicitantes de asilo, una medida condenada al fracaso por las evidentes dudas sobre su legalidad, fue un intento cínico por atraerse al sector más xenófobo del partido.
Sus propios mensajes han contribuido a hacerle caer aún más en los sondeos. «No deberíamos depender de los alimentos extranjeros», dijo esta semana en Twitter. Gran Bretaña es un país importador neto de alimentos. La agricultura nunca ha tenido allí el papel con el que cuenta en países como Francia, España o Italia. Todos los consumidores saben que el desabastecimiento sufrido con muchos productos se debe al Brexit y a las regulaciones posteriores. Por ahí, no va a engañar a nadie. Sobre todo, si además pide a la gente que compre productos británicos, como si la culpa fuera suya.
Perplejos por la situación en la que están, los tories han difundido un vídeo para atacar la política inmigratoria de los laboristas, a la que achacan poner una alfombra roja a los solicitantes de asilo que llegan a las costas británicas. Ha sido con su Gobierno con el que el número de extranjeros que han llegado por mar ha alcanzado récords históricos. Ese es un dato irrefutable que aparece también en la prensa conservadora.
Se trata de una manipulación evidente de la realidad. El aumento de extranjeros no se debe a esas llegadas por mar, sino a otras razones, incluida la inmigración legal.
El desenlace era el previsible y no hubiera cambiado si las elecciones se hubieran celebrado dentro de unos meses cuando tocaba. «La gente no es consciente de lo mal que están las cosas», dijo una fuente del partido conservador a The News Statesman. «Es como un partido zombi en estos momentos. De las tres cosas que necesita un partido –dinero, voluntarios y gente sobre el terreno–, ahora mismo no tenemos ninguna de ellas».
En una de esas escenas que se montan para la televisión o las redes sociales, Sunak se fue al campo y no se le ocurrió otra cosa que dar comida a unas ovejas. Los animales se alejaron de él a la carrera. Es lo que van a hacer los votantes, dispuestos a propinar a los tories la derrota más catastrófica al menos desde 1931. Se la han ganado a pulso.