Nunca es demasiado tarde para destacar los niveles de increíble estupidez de los congresistas republicanos en EEUU. Se ha votado en el pleno del Senado la ratificación de la elección de Chuck Hagel como secretario de Defensa: 58 votos a favor y 40 en contra. No se ha alcanzado la cifra de 60 votos, con lo que el nombramiento queda en suspenso, porque no ha superado el umbral a partir del cual queda anulada cualquier maniobra de obstrucción parlamentaria (filibustering) permitida por el reglamento de la Cámara.
Por tanto, Obama que ganó las elecciones en noviembre (el típico detalle irrelevante) no puede nombrar a un miembro del Gabinete tan importante como el ministro de Defensa, precisamente cuando decenas de miles de soldados se encuentran aún en Afganistán (otro detalle nimio para los republicanos).
Ya dicen que no hay precedentes de algo así, aunque eso no es del todo correcto. George Bush, padre, ya se quedó sin su primera elección para dirigir el Pentágono, John Tower, aunque en este caso no había discrepancias ideológicas, sino ciertas antiguas historias sobre un excesivo consumo de alcohol y conducta inapropiada con las mujeres. En su lugar, Bush tuvo que elegir a un tal Dick Cheney, un giro de los acontecimientos de consecuencias imprevistas en ese momento. Algunos desearon después no haber sido tan estrictos con el tema de la bebida.
El proceso de confirmación de los nombramientos del Gabinete es una idea francamente positiva en la medida en que permite a los legisladores interrogar a los ministros para saber cuáles serán las prioridades en su departamento. Sirve también para rebuscar en el pasado cualquier declaración, discurso o artículo en el que el elegido haya expresado una opinión absurda o heterodoxa. Suena un poco ventajista, pero a fin de cuentas la labor de la oposición no consiste en hacer la ola ante las primeras decisiones del presidente.
Pero no pueden negar al vencedor de las elecciones la capacidad de elegir a su equipo. Si no te gustan los ministros, te aguantas. Es lo malo de perder en las urnas.
En este caso, las opiniones de Hagel, que fue senador republicano durante ocho años, sobre Israel e Irán le aseguraban un proceso lleno de obstáculos y malos momentos, pero no creo que nadie esperara que sus antiguos correligionarios fueran a llegar tan lejos.
Lo más ridículo de todo es que habrá una nueva votación el 26 de febrero, y para entonces algunos senadores republicanos ya han dicho que votarán a favor de que la cuestión se dilucide por una mayoría simple (51 votos), renunciando por tanto a continuar con el bloqueo.
El retraso sólo servirá para demostrar a Obama y a los medios de comunicación de que cualquier idea de alcanzar pactos con los republicanos es una pérdida de tiempo. Que es algo que probablemente tendrán ya bastante claro.
En mi opinión, seguimos pensando que los políticos son estúpidos porque, en el fondo, seguimos aferrados a la idea de que deberían trabajar por el bien del Estado (no digo ya el bien común). Si aceptamos que trabajan única y exclusivamente por su propio beneficio a corto plazo, sus acciones ya parecen más coherentes.