Moncloa no había escogido mal la fecha de la conferencia de Pedro Sánchez el lunes en la Casa de América ante una nutrida representación del Ibex. Los que habían visto el fin de semana anterior la película ‘Tenet’ y habían entendido pongamos la mitad de la trama no iban a tener problemas para comprender el mensaje del presidente. Al final resultó que tampoco habrían sufrido mayores problemas si hubieran pagado la entrada para ver ‘Mary Poppins’.
Estamos aún en verano, así que es pronto para lanzar un nuevo disco. Sánchez se limitó a tocar sus temas más conocidos de la pandemia. Hay que estar unidos, no dejaremos a nadie atrás o España saldrá adelante fueron algunos de los que sonaron. Con el último, Sánchez estuvo a punto de entrar en el escabroso terreno del plagio. «Somos un país admirable», dijo en lo que sonaba sospechosamente parecido al «España es un gran país» que Mariano Rajoy interpretó en incontables ocasiones en sus giras por la periferia. Como no es la primera vez que pasa, es posible que sea un homenaje, como los que hace Tarantino con las mejores escenas de los cineastas que admira. Everything is a remix y en la política española lo es más que en ningún sitio.
Los invitados al acto con mayor cuenta corriente eran los máximos directivos de las grandes corporaciones –BBVA, Santander, Telefónica, Inditex, Repsol, Endesa…–, la España que menos interés tiene en una reforma fiscal por la que paguen más los que más tienen, pero también la que necesita que el Gobierno tenga éxito en sus negociaciones en Bruselas. Además, los directivos multimillonarios no van a irse a dormir más tranquilos si sus clientes no pueden pagar su hipoteca o reducen sus gastos de telefonía o luz. En cualquier caso, estaban allí como muestra de cortesía institucional y algunos porque sus contratos con la Administración son un bocado que no conviene despreciar, y menos en estos tiempos.
Sánchez pretendía enviarles un mensaje que pueda llegar de alguna manera a los oídos de Pablo Casado, por mucho que el empeño esté condenado al fracaso. «Necesitamos un nuevo clima político», les dijo el presidente, que volvió a insistir en la importancia de la unidad de la clase política para afrontar una crisis gravísima. «Podemos optar por la unidad o podemos optar por las viejas divisiones y las antiguas querellas».
Repitió 18 veces la palabra ‘unidad’. No era el día para ser sutil.
«España puede» era el eslogan principal de la cita. ¿Cómo no va a poder si es un país admirable? «Ningún traspiés va a impedir levantarnos. Tras cada revés, avanzaremos de nuevo. Ningún retroceso parcial nos va a privar de esa ansiada victoria final». Es posible que el aumento de los contagios producidos en verano, que el Gobierno no esperaba que se produjera tan pronto, deba ser incluido en el apartado de retrocesos parciales, pero Sánchez no incidió en ello. No tocaba comentar las malas noticias, ni siquiera las que monopolizan ahora la atención de todos por el peligro de que sea el punto de partida hacia algo peor cuando llegue el otoño.
En esa pendiente hacia el triunfo ineludible, hubo margen para ignorar ciertas partes de la realidad. «Nadie se queda atrás», dijo, cuando hay muchos que se han quedado muy atrás, como por ejemplo los que agotaron hace meses la prestación de desempleo, los que necesitan «la ayuda para sobrevivir, ya no digo para vivir». «El problema afecta a todas las clases». La pandemia –y ahora ya no es como en marzo, esto lo debería tener muy claro ahora todo el mundo– perjudica mucho más a los que menos tienen, tanto desde el punto de vista sanitario como económico. La idea de que el coronavirus no hace distinciones es un recurso argumental que se podía emplear para convencer a la gente en la época del confinamiento, pero no en estos momentos. «Somos el país más descentralizado del mundo», dijo Sánchez en una afirmación que sólo puede ser cierta si se desconoce la existencia de los estados federales.
Si el Gobierno –o quizá sólo los ministros socialistas– confía en que las grandes empresas presionen al PP para que apoye los presupuestos o se abstenga en las votaciones, está soñando despierto. Casado no ha podido ser más claro. El nuevo portavoz nacional del partido se mantuvo en esa línea, como era de esperar. «Con los socios de Pedro Sánchez, nosotros no podemos pactar los presupuestos», avisó José Luis Martínez Almeida. A Sánchez, sólo le dejan la opción de renunciar al Gobierno de coalición y quedar aislado en medio de la nada y en manos del PP.
Quizá Sánchez sólo aspira a que el PP no sea muy duro con Ciudadanos en el caso de que el partido de Inés Arrimadas acepte llegar a algún tipo de acuerdo presupuestario con el PSOE. Sobre eso, Casado no parece con ganas de declarar la guerra a Ciudadanos. En una entrevista en La Razón, comentó que el apoyo del PP no sería necesario si los socialistas negocian con éxito con Ciudadanos, el PNV y los partidos que cuentan con un escaño. Casado ha hecho las cuentas para que los empresarios más fuertes del Ibex no le calienten la cabeza.
Unas horas después del discurso de Sánchez, tocó el momento deprimente del día con el anuncio de los nuevos contagios de coronavirus conocidos desde el viernes: 23.572 más, de los que 7.457 son en Madrid. «En cuanto al mes de agosto, tenemos un sabor agridulce. Estamos detectando un volumen enorme de casos», dijo Fernando Simón. Así que lo mejor de agosto es que ya ha terminado. Confiemos en que septiembre esté a la altura de un país tan admirable como España.