Esperanza Aguirre no tiene complejos en identificarse de derechas. Mariano Rajoy tampoco los tenía, aunque a él no le iban mucho las estridencias y desplantes. Qué decir de José María Aznar en cuya época se popularizó esa expresión –sin complejos– como forma de defender el rearme político y cultural de la derecha, que pisó el acelerador con la mayoría absoluta del año 2000, pero que fue frenada de repente por los cuatro días de mayo de 2004. Es un poco como el viaje al centro. La derecha lleva tanto tiempo diciendo que hay que quitarse los complejos de encima que debe de tener un montón de ellos guardados en el armario. No consigue reducir el stock.
La expresidenta de Madrid presentó el viernes su libro que lleva el título que nos podemos imaginar –’Sin complejos’–, junto a Mario Vargas Llosa. No podía haber elegido mejor momento, sólo unas semanas después de la gran victoria de Isabel Díaz Ayuso en las elecciones autonómicas. El ala derecha del PP –que se autodenomina liberal– es especialmente fuerte en Madrid y ahora pretende que Pablo Casado vuelva al redil y al mensaje con el que se convirtió en líder del partido. Quiere que no se ande con contemplaciones con los Feijóo, Moreno y Mañueco, gente de derechas que se pone un traje por la mañana en vez de un cuchillo entre los dientes.
«En el Partido Popular, no digo que seamos la mayoría (se refiere a los liberales de estirpe madrileña), pero creo que somos la sal de la tierra», comentó Aguirre, siempre tan modesta. Una forma de reconocer que la batalla interna no la tienen ganada, pero que están en ello porque las esencias del partido les pertenecen. En la burbuja madrileña, todo lo demás es condimento.
No sólo en política. Almudena Negro, diputada regional madrileña, anunció el viernes que el flamenco nació en Madrid, que viene a ser como eso de que Cristóbal Colón era catalán. En la línea de lo que dijo Ayuso en campaña al alardear de que lo mejor de España viene a Madrid. Los demás se quedan con las sobras. Un argumento genial para ganar votos en el futuro en Andalucía, Galicia o Aragón.
En su calidad de ilustre retirada, Aguirre no está ya para ir de discreta por la vida. Tampoco es que antes se cortara mucho. No tuvo inconveniente en detallar los errores de Casado y sólo tuvo la consideración de decir que se trata de errores tácticos, no de que esté inmerso en una estrategia fracasada. Se refirió a «la estrategia de Casado desde agosto con el giro al centro» –la expresión giro al centro es sinónimo de desviacionismo para ella– por su objetivo de captar a los votantes de Ciudadanos. Los errores fueron echar a Cayetana Álvarez de Toledo del puesto de portavoz parlamentaria, no abstenerse en la moción de censura de Vox y la entrevista que dio Casado en RAC1 en las elecciones catalanas (por unas ligeras críticas a la actuación policial en el referéndum del 1-O).
En cuanto al resultado en Catalunya, Aguirre no se cortó: «¿Cuántos votos cogimos de Ciudadanos? Cero». Es cierto, aunque se olvida de que los resultados de su admirada Cayetana en las elecciones generales en Barcelona también fueron malos.
Aguirre admite que la extrapolación inmediata del resultado de unas elecciones autonómicas a las generales no siempre se produce. En cualquier caso, no esconde que su objetivo es que Casado recupere las esencias aznaristas, aún más si el partido ya ha dado por amortizado a Ciudadanos. «Estoy convencida de que Casado va a volver al discurso que nos ilusionó» (en las primarias del PP). Si no lo hace, ella se ocupará de recordárselo.
En la presentación estaba Mario Vargas Llosa. Su aportación más sorprendente fue ofrecer dos argumentos sobre EEUU manifiestamente falsos. En primer lugar, dijo que «prácticamente no existe ya el racismo militante en el Sur», porque se ha trasladado al Este del país. Por el bien del escritor, esperemos que no se enteren de sus palabras al otro lado del Atlántico.
Fue incluso más desviado de la realidad su comentario sobre el legado de Donald Trump. Dijo que ya no existe. «Todo lo que significa Trump ha quedado extinguido en Estados Unidos». Hace sólo unos días, los republicanos destituyeron a la congresista Liz Cheney de su puesto en la dirección del grupo parlamentario en la Cámara de Representantes por el terrible pecado de haber negado el supuesto fraude electoral que dejó a Trump sin la presidencia.
El Partido Republicano sigue en su mayor parte secuestrado por el mensaje trumpista. Falta mucho para las elecciones de 2024, pero la última encuesta de hace unos días concede a Trump un 48% entre los votantes republicanos, con el exvicepresidente Mike Pence por detrás con un 13% y el gobernador de Florida, Ron DeSantis, con un 8%. Es una forma extraña de quedar extinguido.
Vargas Llosa está en buena compañía. La relevancia de los hechos es un concepto sobrevalorado para la derecha madrileña. Lo que importa es ofrecer un mensaje agresivo contra el rival y sostener que el Gobierno de Ayuso lo sabía todo antes de que ocurriera, incluso aquello que no existía. Las nuevas noticias sobre el ‘pasaporte COVID’, un certificado digital que confirme que el usuario ya ha sido vacunado con vistas a viajes turísticos, fueron respondidas por Ayuso con el aviso de que eso ya lo dijo ella: «Hace casi un año propusimos una cartilla COVID que facilitara el movimiento de personas vacunadas. En aquel momento fue rechazada», dijo el viernes. Lástima que las vacunas no existieran hace un año.
Lo que Ayuso propuso durante unos pocos días fue algo a lo que llamó «cartilla COVID» para que los que hubieran pasado la enfermedad pudieran librarse de algunas restricciones y poder asistir a gimnasios, museos y cines, o «para lo que sea», como dijo la presidenta en una coda memorable. La idea era muy loca, porque creaba ciudadanos de primera clase –los ya inmunizados con anticuerpos– y de segunda. Y su base científica había quedado totalmente desacreditada por las autoridades sanitarias y científicas, incluidas la OMS y el CDC norteamericano.
Esperanza Aguirre debió de quedar satisfecha al ver que Casado se apresuró a emplear el mismo argumento en Twitter. Todo lo que sea que la dirección del partido copie a Ayuso le parece perfecto. Casado anunció que también reclamó en mayo de 2020 un pasaporte inmunológico que en esos momentos no era viable hasta que llegaran las vacunas y se extendiera el proceso de vacunación.
Cartillas, pasaportes, vacunaciones, la ciencia… Todo eso son minucias. Aguirre nos diría que lo importante es no tener complejos a la hora de alertar a la población sobre la amenaza del comunismo. Qué sabrán los científicos sobre liberalismo.