Adam Hochschild recuerda en su nuevo libro ‘Spain in Our Hearts: Americans in the Spanish Civil War, 1936-1939’ la aportación de todos los norteamericanos que sintieron como propia la guerra civil española y que la eligieron para luchar contra el fascismo.
En su obra también aparece una figura menos conocida en España, pero fundamental para la supervivencia del bando franquista. Torkild Rieber, máximo jefe de la petrolera Texaco, es ese hombre. «Siempre pensaba que era mejor hacer negocios con los autócratas que con las democracias», según un amigo suyo citado por Hochschild. «Decía que con un autócrata sólo tenías que sobornarlo una vez. Con las democracias tienes que hacerlo una y otra vez».
Como admirador de Hitler y los fascismos europeos, Rieber no esperaba preocuparse por los sobornos a Franco. Su petróleo y su dinero eran el mejor regalo que podían esperar los militares sublevados.
«En 1935, la República española firmó un contrato con Texaco, ya dirigida por Rieber, que convertía a la empresa en la principal suministradora de petróleo de España. Al año siguiente, después de que Franco y sus aliados se lanzaran a por el poder, Rieber cambió de opinión y apostó por ellos. Sabiendo que camiones, tanques y aviones no sólo necesitaban combustible, sino también aceite y otros productos para los motores, el consejero delegado de Texaco ordenó rápidamente el envío de suministro a través del puerto francés de Burdeos con un petrolero de la compañía con destino a los necesitados nacionalistas. Fue un gesto que Franco no olvidaría.
Los altos cargos nacionalistas enviaron mensajes con el argumento de que, por mucho que necesitaran el petróleo de Texaco para sus militares, tenían un agudo problema de dinero. Rieber respondió de inmediato con un telegrama –»no se preocupen por el pago»– que se hizo legendario en el círculo más cercano al dictador. No es una sorpresa que poco después fuera invitado a Burgos, al cuartel general de la insurgencia nacionalista, donde prometió cortar las ventas de combustible a la República, mientras garantizaba a Franco todo el petróleo que necesitaba».
Ese apoyo era ilegal, según la legislación norteamericana, pero eso nunca fue un obstáculo. Todo lo más, Texaco fue multada con 22.000 dólares.
Petróleo, dinero y también información. Los petroleros que la República utilizaba para importar crudo y combustible fueron hundidos gracias a la información facilitada por Texaco a la que la compañía tenía acceso por su conocimiento del tráfico marítimo internacional.
Cuando Franco ganó la guerra pagó todo lo que debía a Texaco. Según Hochschild, Rieber vendió a los franquistas petróleo por valor de 20 millones de dólares (equivalentes a 325 millones de hoy). Además del dinero que debía, Franco concedió a Rieber la Gran Cruz de Isabel la Católica.
De Hochschild se ha publicado también en España ‘Para acabar con todas las guerras. Una historia de lealtad y rebelión. 1914-1918’ y ‘El fantasma del rey Leopoldo’.