Primero, Libia y Egipto. Luego Yemen. Hoy Túnez, Sudán y varios países más. En este mapa de The Atlantic falta Nigeria y quizá otros lugares donde ha habido pequeñas concentraciones. Las estrellas rojas indican incidentes violentos. Las amarillas, protestas pacíficas. En Túnez hubo dos muertos y más de 20 heridos cuando la policía dispersó a tiros a los manifestantes cuando estaban a punto de entrar en el recinto diplomático estadounidense. En Jartum, la emprendieron con la embajada alemán. Sus representantes se refugiaron en la cercana legación británica a la que sólo salvó la actuación de la policía.
A falta de embajadas, en Trípoli (Líbano) prendieron fuego a un restaurante de la cadena Kentucky Fried Chicken, que seguro que es propiedad de un empresario local.
Es la locura de los viernes alentada desde las mezquitas. No importa que en algunos sermones, no en todos, se pida que la repulsa sea pacífica. Todo el mundo ha visto las imágenes de otros países y nadie quiere quedarse atrás. Hay una competición para ver quién demuestra más ira y eso hace que empiece el peor momento posible: los gobiernos calculan si les sale a cuenta impedir a toda costa las movilizaciones. Es cuando comienzan a contar factores locales. Algunas autoridades pueden creer que es suficiente con contener la situación y esperar que las protestas vayan remitiendo. A Washington le dirán que no pueden hacer más.
El país que en teoría más preocupa a EEUU –Egipto– no se ha unido al desafío. Algunas fotos mostraban una plaza Tahrir casi vacía, si acaso con un millar de manifestantes. Las presiones norteamericanas sobre el Gobierno islamista, en este caso completamente justificadas, han surtido efecto. Al menos, este viernes los Hermanos Musulmanes han aplicado a sus partidarios la disciplina que se les supone. Los dirigentes que anunciaron una gran jornada de manifestaciones de desenlace imprevisible se echaron atrás. Habrán recibido la llamada del Gobierno.
Respecto a la idea de relacionar estos incidentes con la Primavera Árabe y todos esos juegos con las palabras otoño e invierno, constante en muchos titulares periodísticos, sólo hay que apuntar un dato. En la época de las caricaturas de Mahoma, hubo manifestaciones y violencia en decenas de países, y cerca de un centenar de muertos. Por entonces, había poca primavera de la que presumir.
Ahora bien si pensamos que el fin de varias dictaduras iba a inaugurar una era de estabilidad y excelentes relaciones con Occidente…, bueno, en ese caso hay que comprender tanto la decepción como la absurda e idealizada visión anterior. Más democracia significa más capacidad de actuación de los sectores ultraconservadores que fueron antes reprimidos con violencia o, como en el caso de los salafistas egipcios, que habían abandonado la acción política y cualquier loca idea de insurrección para centrarse en el activismo religioso. Ahora hay barra libre para todos. Unas imágenes desconocidas para muchos de los manifestantes son materia prima suficiente para ajustar cuentas con el Gobierno.
Todos los edificios en llamas de algunas de las manifestaciones no tienen tanta importancia como algunos detalles conocidos sobre el ataque al consulado de EEUU en Bengasi. ¿Cómo era posible que durara más de cuatro horas? Porque, según este amplio reportaje de The Guardian, los agresores podían ser más de 400 y la policía local no tuvo ninguna posibilidad de detenerlos. Eso confirmaría que las milicias salafistas que existen en Libia no son un pequeño grupo alentado por enfrentamientos tribales o querellas con el nuevo Gobierno, sino una fuerza de miles de ellos capaz de realizar un ataque de estas dimensiones.
Eso es más preocupante que todas esas estrellas rojas que aparecen en el mapa.
Que la guerra imperialista de Libia siga sin resolverse será un mala noticia para los pacificadores de la OTAN. O para el eurocentrismo si se quiere.
Curioso, muy curioso, en el país mas rigorista sobre el Islam, (Arabia Saudí), no hubo incidentes…
Todo esto es una maniobra política alentada desde «ese» poder, y para ello utilizan carne de cañón de pobres fanáticos e ignorantes, pero ellos se cuidan mucho de perjudicar sus intereses domésticos…
Si desde occidente se atacara el mal de raiz, (propiciando el derrocamiento de las petromonarquias y favoreciendo gobiernos democráticos laicos en esos estados, ya que por su nivel de vida si pueden evolucionar hacia sociedades laicas y democraticas), se acababa gran parte de la inestabilidad en el mundo…