Florida ha detenido en seco la insurgencia republicana de Newt Gingrich. Más de 14 puntos de diferencia devuelven a las primarias al momento anterior a la cita de Carolina del Sur. La inmensa ventaja en dinero, el apoyo del establishment republicano a Romney y el desprecio de los medios de comunicación a Gingrich (que no es extraño dado cómo los trata) cierran el círculo y vuelven a imponer la idea de la victoria inevitable del ex gobernador de Massachusetts.
Previsible pero no fácil. Para que se produjera, Romney tuvo que gastar tres veces más dinero que su principal rival (algunos calculan que incluso mucho más). Y el tono de sus anuncios fue ferozmente negativo. Un dato revelador: sólo hubo un anuncio digamos positivo con un mensaje proRomney. Uno y en español. Todos los demás estaban dirigidos a atacar a Gingrich. Cerca del 68% de los anuncios emitidos fueron antiGingrich, el 23% antiRomney, el 9% proGingrich, y el 0,1% proRomney (ese solitario anuncio).
Para que luego digan que la propaganda negativa no funciona en política porque termina molestando a los votantes.
Sin embargo, el título de anuncio más demencial, y falso, se lo lleva la campaña de Gingrich con un ‘robocall’ (llamadas telefónicas automáticas) que denunciaba que Romney había dejado a los jubilados judíos de los asilos de Massachusetts (incluidos «supervivientes del Holocausto») sin comida kosher.
Esta pelea sangrienta y despiadada dejará secuelas. Por mucho que digan que la interminable carrera entre Obama y Clinton sirvió para movilizar a la base demócrata, ese enfrentamiento nunca tuvo tantos mensajes ofensivos y rastreros. Toda esta bilis sirve además para alimentar el deseo de Gingrich de continuar hasta el final.
Gingrich tiene 68 años y sabe que no será candidato a la vicepresidencia con Romney ni formará parte de su Gabinete. Para él, es todo o nada. Las primarias de febrero no le son favorables y tiene que esperar al supermartes del 6 de marzo y la semana posterior para competir en territorios más propicios. Sus buenos resultados en el norte de Florida (los condados en los que ganó son los pintados de azul), una zona económica y sociológicamente más parecida a los estados del sur, indican que el votante más conservador no le ha abandonado.
Así que seguirá corriendo la sangre.