Las opiniones de varios oficiales israelíes citados en un artículo de Haaretz de hace unos días ofrecen una idea aproximada de la resistencia que los milicianos de Hamás están ofreciendo a la infantería invasora. A diferencia de las operaciones de los últimos años, se están encontrando con un enemigo que ha mejorado sus tácticas de combate.
Un oficial, veterano de varias operaciones en Gaza, que dejó la zona de combate por unas pocas horas, dijo a Haaretz: «He estado en Shayahía antes, pero nunca la había visto así, ni a Hamás. Su equipamiento y tácticas son como los de Hizbolá. Hay trampas explosivas por todos los sitios, y ellos aguantan y pelean en vez de desaparecer como hacían en el pasado».
La opinión pública israelí siempre parte de la premisa de que lo único que impide al Ejército acabar con Hamás para siempre son las dudas de los gobiernos o la presión de gobiernos extranjeros. Es lo que les han hecho creer sus políticos y periodistas. En el mundo real, la superioridad militar israelí ofrece pocas dudas sobre el desenlace de cualquier enfrentamiento directo, pero eso no quiere decir que el Ejército pueda conseguir todos sus objetivos.
«No es un desastre, podemos ocuparnos y hemos matado a muchos más de sus combatientes de los que han matado de los nuestros, pero están en un nivel superior al que esperábamos», dice un oficial. «Es fácil comprobar que han aprendido tanto de Hizbolá como de vigilarnos a nosotros».
Las milicias de Hamás han tenido muchísimo tiempo para prepararse para este enfrentamiento, tanto en el acopio de cohetes como en su perfeccionamiento con la intención de aumentar su alcance. Una campaña de bombardeos aéreos es algo contra lo que no tienen respuesta, pero los combates en el continuo urbano que es la mayor parte de Gaza ofrecen un escenario diferente.
«Quedamos realmente sorprendidos (dice un oficial que conoce los planes operativos para Gaza) por lo que nos encontramos en Shayahía. El único problema es que luchar en un lugar como ese es el escenario soñado por Hamás, porque ofrecemos muchos objetivos. Es exactamente lo que intentábamos evitar».
Por eso, el Gobierno de Netanyahu retrasó la entrada de las tropas de tierra. Durante mucho tiempo, llevó a cabo una campaña de ataques aéreos o desde el mar que siempre causarán un elevado número de víctimas entre la población civil. El argumento de que los miembros de Hamás se esconden en las zonas civiles es ridículo por obvio. Ninguna fuerza insurgente se sitúa en campo abierto con una diana en la cabeza para que los maten a placer. El liderazgo político de Hamás se encuentra escondido en refugios subterráneos. Los dirigentes de las milicias asumen los riesgos imprescindibles. Sólo tienen que aguantar el mayor tiempo posible y confiar en que sus tropas ejecuten los planes establecidos con mucha antelación.
Como siempre en estos casos, la fuerza insurgente gana cuando no pierde, sabiendo que sufrirá un elevado número de bajas que pondrán sustituirse en el futuro.
La cifra de 32 militares muertos ha tenido un fuerte impacto en Israel, lo que ha hecho que el Gobierno insista en enviar mensajes optimistas sobre la marcha de las operaciones. Esa es una constante que se repite en estas ofensivas. Bien porque es cierto o para elevar la moral de la población, los medios israelíes informan hoy de que Hamás puede estar cerca del punto crítico. Especulan, citando fuentes militares, de que las milicias islamistas han perdido entre 200 y 500 hombres.
Pero ahí vuelve el problema de las expectativas no cumplidas y constantemente alimentadas por el Gobierno. El ministro de Comunicaciones, y miembro del gabinete de seguridad, Gilad Erdan, del Likud, ha dicho que el objetivo es la «desmilitarización de Gaza», lo que quiere decir la destrucción completa del arsenal de cohetes y la eliminación de todas las milicias. Es una quimera, a menos que Israel vuelva a ocupar de forma permanente cada metro de Gaza. Ni es un objetivo realista ni va a ocurrir.
Un sondeo del Canal 2 de la televisión indica que el 46% de los israelíes quiere que Hamás sea expulsada del poder en Gaza, ignorando que estas operaciones de castigo tienen el efecto opuesto. Los periodistas que están en Gaza han escuchado opiniones críticas sobre el Gobierno islamista, así como el deseo ferviente de que este horror finalice. Pero también la idea constantemente repetida de que en la negociación de un alto el fuego permanente debe incluirse el fin del bloqueo de Gaza, como así exige Hamás.
Los bombardeos indiscriminados de Israel son la mejor forma que tiene Hamás para asegurarse de que en el futuro no tendrá problemas para sustituir a los milicianos caídos en combate. Una nueva generación de víctimas cogerá las armas muy pronto.