Cinco preguntas, cinco, de la acreditada ganadería del Partido Popular aparecieron en la sesión de control del miércoles en el Congreso dispuestas a empitonar al Gobierno con el tema de los indultos a los presos del procés. Los toros salieron briosos, pero pronto se vio que iban algo despistados y con los cuernos sospechosamente gastados. Pasa cuando llevas mucho tiempo empleando los mismos argumentos y al cuarto día no suenan igual. Lo más incisivo que lograron encontrar Pablo Casado y sus diputados fueron las frases de Pedro Sánchez en anteriores campañas electorales cuando decía que ni hablar de los indultos. Es más, hasta prometió que iba a traer a Carles Puigdemont de vuelta a España, no se sabe cómo.
Eso se produjo en la época en que Iván Redondo iba suministrando frases geniales a Sánchez para cautivar a los votantes de Ciudadanos. Pocas estrategias políticas han tenido un fracaso más evidente en los últimos años. Para que te fíes de los asesores que han leído mucho sobre otros países que poco o nada tienen que ver con España.
Los diputados del PP habían desayunado con varios artículos que reflejaban la perplejidad o malestar con que en el partido se ha recibido el desplante de Isabel Díaz Ayuso, empeñada en pasar por encima de su líder al usar la última ocurrencia salvaje de su consigliere. «Todo esto destroza nuestra estrategia y el Gobierno se frota las manos», dijeron fuentes del PP al diario ABC para comentar la insistencia en seguir implicando al rey por su obligación constitucional de firmar los indultos. «Deja mal a Casado justo en la semana de su investidura… algo ha de haber», decían otros a El Mundo. «Va de charco en charco», se quejaban en El Confidencial.
La obsesión de Ayuso por hablar de Felipe VI, contra el criterio de Casado, es tan llamativa que ha llegado a la portada de El Jueves. Es cierto que con un estilo muy distinto al de las anteriores publicaciones.
La consecuencia obvia de este psicodrama familiar es que Casado ya no controla a Ayuso. Por pasar olímpicamente de él y de otros dirigentes, el líder del PP terminó desembarazándose de Cayetana Álvarez de Toledo. No puede hacer lo mismo con la presidenta de Madrid. Alimentaron a la bestia porque necesitaban su victoria en las elecciones autonómicas y ahora ha cogido tanto peso y espacio propio que ha aplastado a Casado contra las paredes de la sede de Génova. Veremos cuánto tiempo puede sobrevivir conteniendo la respiración.
El miércoles fue el día que Pedro Sánchez llevaba esperando mucho tiempo. Recibió de Ursula von der Leyen la noticia de que la Comisión Europa ha aprobado con nota alta el plan de recuperación que se financiará con fondos europeos. Eso que nunca iba a ocurrir, según el PP y Ciudadanos, porque la Comisión Europea iba a frenarlo o exigir cambios radicales al ser un intento evidente de crear un «sistema clientelar» –pronóstico de Casado– sin ningún esfuerzo por buscar las reformas necesarias. «Solo falta que saquen a Manolo el del Bombo, o mejor dicho el del autobombo, hablando de los fondos de recuperación», dijo Casado en mayo para burlarse de las sucesivas presentaciones del proyecto.
Al final no fue Manolo el del Bombo el que salió a echar una mano a Sánchez, sino la conservadora alemana Von der Leyen la que se presentó en Madrid para decir que «estoy segura de que estas reformas harán que España salga de esta pandemia más fuerte que nunca». Ni que se lo hubieran escrito en Moncloa.
El mismo día en que Sánchez disfrutaba de su mayor éxito económico, y ya saben Dios y Marx que necesita sumar unos cuantos, también empezó a ser consciente de que si bien los grandes titulares siguen centrados en la pandemia y Catalunya, hay otros asuntos a los que debería prestar más atención. Básicamente, son aquellos que tendrán una gran influencia en las próximas elecciones al ser los que más influyen en la vida cotidiana de los votantes de los dos partidos del Gobierno.
El precio de la luz, la vivienda y obviamente el empleo serán los factores principales que les permitirán presentarse a los comicios con un balance que despierte alguna ilusión. Si les dicen a sus partidarios que la vida es dura y que el sistema económico es el que es, ya pueden ir echando un vistazo a las páginas de ofertas de empleo.
El precio de la luz se ha disparado un 45% en la primera quincena de junio. Este miércoles, estaba previsto que llegara al mismo punto en que estuvo en una circunstancia meteorológica excepcional, como fue el paso de la borrasca Filomena. Parte de ese ascenso es de difícil solución con medidas convencionales, pero al impacto social de ese incremento de tarifas no se le puede responder con recomendaciones como la de poner la lavadora por la noche. En el momento en que el centrifugado provoca que los vecinos se acuerden de tus antepasados de varias generaciones atrás es cuando el votante empieza a acumular deseos de venganza para la futura cita electoral.
El mensaje tecnocrático y frío con el que la vicepresidenta Teresa Ribera ha explicado la situación actual tiene mala salida en la opinión pública. Si la apuesta pasa por reclamar a la gente un ahorro en el gasto de luz por razones medioambientales, eso va a ser recibido con perplejidad precisamente en el momento en que el precio es el más alto. Algunas frases optimistas de Ribera –»quien compre hoy electricidad para 2022 y 2023 en España ya lo hace más barato»– serán recibidas con la misma elegancia con que reaccionarán los que se despierten a la una de la mañana por el ruido de una lavadora. El problema lo tienen en este verano de 2021, no dentro de uno o dos años.
En la rueda de prensa con Von der Leyen, Sánchez reconoció que se está soportando un «incremento exorbitante del coste de la luz», lo que es una forma de admitir que el Gobierno tiene un problema serio entre manos. La solución en la que se está trabajando es volver a suspender el impuesto del 7% a la generación de electricidad, como ya se hizo a finales de 2018. Incluso un parche es mejor que nada en una situación de cierta emergencia.
Lo mismo en el caso de los alquileres, donde el ministro José Luis Ábalos comenzó respondiendo a la presión de Unidas Podemos con la idea de beneficiar con desgravaciones fiscales a los dueños de los pisos y ver qué pasa. Cualquiera diría que son los rentistas los que están pasando por una situación apurada. Las negociaciones entre ambos partidos continúan y parece que están más cerca de un acuerdo que podría permitir congelar los precios en las llamadas «zonas tensionadas».
Sánchez ha dejado bastante claro que no prevé una nueva subida del salario mínimo este año. La prioridad es «recuperar el empleo perdido». Al menos, ahí puede decir que su Gobierno ya hizo algo al respecto al subirlo un 15%. En las políticas de energía y vivienda, el balance es tan escaso que su cuenta se encuentra en números rojos. Necesita una transferencia de capital político y en eso no puede pedir ayuda a Bruselas.