La aparición en España de un libro sobre la invasión de Irak once años después de su publicación en EEUU invita a recordar que la mayoría de los libros escritos por periodistas tienen una esperanza de vida determinada. No hay un elixir de la vida que los mantenga vivos eternamente si los acontecimientos se suceden y no cesan de arrojar tierra sobre las obras escritas años atrás. ¿Cómo decidirse a leer un libro que contó hace tiempo una historia que desde entonces has encontrado en muchos artículos y otros libros?
Nunca es demasiado tarde para hacerse la pregunta ¿dónde empezó todo?, pero el lector sentirá la tentación de ahorrar tiempo y buscar una versión más reducida y poder dedicar las horas ganadas a lo que está ocurriendo ahora. Sin embargo, La puerta de los asesinos, de George Packer, periodista de la revista The New Yorker, merece una oportunidad del lector español que no lo conozca.
En primer lugar, por la identidad del autor. Packer era un firme partidario de la invasión de Irak para derrocar a Sadam Hussein. Como uno de los denominados liberal hawks (halcones progresistas), creía que acabar con una dictadura tan cruel como la iraquí era casi una exigencia moral.
Sus razones no eran las de los neoconservadores, pero su objetivo terminaba siendo el mismo. El fin de Sadam sólo podía traer consecuencias positivas a Oriente Medio, porque entre otras cosas negaría ese determinismo histórico, orientalista, se podría decir, por el que los pueblos árabes sólo pueden ser gobernados por regímenes tiránicos.
La segunda razón viene por el hecho de que después de lo que algunos llamaron el fin de la guerra, Packer decidió volver a la escena del crimen y comprobar por qué el sueño de un nuevo Irak se parecía mucho más a una pesadilla. Y al mismo tiempo entrevistó en EEUU a algunos de los que habían promovido la invasión como la solución a todos los problemas. En otras palabras, a los auténticos responsables de la traición.