El ataque aéreo del 2 de julio a una prisión para inmigrantes y refugiados en Libia por las fuerzas del general con 53 muertos demuestra hasta qué punto el país es un lugar inmensamente peligroso para los extranjeros que quedaron atrapados allí en su camino hacia Europa. No es que no estuviera claro antes, pero ahora resulta obvio. Los inmigrantes han quedado atrapadas en mitad de los combates del último capítulo de la guerra civil, en este caso por el intento de las milicias de Haftar por hacerse con el control de Trípoli.
El almacén donde estaban encerrados las víctimas del ataque se encuentra a menos de 100 metros de un depósito de armas de una milicia partidaria del Gobierno, según una investigación del NYT, y de hecho forma parte de un complejo militar de edificios. «El depósito de armas había sido atacado dos meses antes. Tanto los detenidos como ACNUR habían advertido del peligro que afrontaban las personas internadas».
Varios gobiernos europeos han facilitado cuantiosos fondos a las milicias para que Libia se convierta en la prisión de estos inmigrantes e impedir su llegada a Europa. No han mostrado el mismo interés para que los centros de detención cuenten con condiciones de vida mínimamente dignas ni para protegerlos de la guerra.