La cámara de un ‘drone’ (avión no tripulado) ofrece los últimos momentos de la presencia militar norteamericana en Irak. Una columna de blindados entra en Kuwait y la valla fronteriza se cierra a su paso. No parece tan dramático como la retirada de Saigon ni ha dado lugar a una imagen singular como la foto del helicóptero en la azotea de un edificio que no era exactamente la embajada de EEUU, sino un edificio cercano del que la CIA sacó a su gente.
La pregunta ¿qué deja detrás EEUU? tardará tiempo en definirse. Por razones desconocidas, el Gobierno iraquí ha querido que el siguiente capítulo comience con inusual celeridad. La policía iraquí ha emitido una orden de detención contra el vicepresidente, Tariq al-Hashimi, por su presunta relación con un atentado frustrado contra el primer ministro Maliki ocurrido el 28 de noviembre. Al-Hashimi es suní, del partido laico Al Iraqiya, votado mayoritariamente por suníes, y su detención contribuiría poderosamente a acentuar la hostilidad entre chiíes y suníes. ¿Quiere Maliki hacerse con todo el poder y anular la influencia política de los suníes que obtuvieron un resultado inusualmente bueno con la lista de Al Iraqiya en las últimas elecciones? En el confuso panorama de la política iraquí, resulta difícil saber qué hay detrás de estos movimientos.
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