Israel ya tiene una respuesta a las acusaciones recibidas en el último año por su venta de material militar al régimen de Myanmar, denunciado por la violación de los derechos humanos de su población rohingya de confesión musulmana: «Ambos bandos en el conflicto han cometido crímenes de guerra».
Es lo que dijo el número dos del consulado israelí en Nueva York a un grupo de seis rabinos norteamericanos que le transmitieron su preocupación por la relación con un Gobierno embarcado en una política de limpieza étnica que ha provocado el éxodo de más de 500.000 personas.
El cónsul Amir Sagie llegó aún más lejos y afirmó que la crisis actual, condenada por la ONU, EEUU y la UE, «comenzó después de que los musulmanes atacaran objetivos del Gobierno en Myanmar». Dijo también a los rabinos que la política oficial israelí es no inmiscuirse en los asuntos internos de Myanmar.
La relación entre ambos países no se limita a la compra de algunos de los productos disponibles en la extensa oferta de la industria militar israelí. El general Min Aung Hlaing –jefe de las Fuerzas Armadas birmanas y acusado de ser el arquitecto de la campaña contra los rohingya– visitó Israel en septiembre de 2015, donde se reunió con el presidente, Reuven Rivlin, el jefe de las Fuerzas Armadas y responsables de varias empresas de defensa, además de visitar una base naval. Ambos gobiernos firmaron un acuerdo marco para ampliar sus relaciones en materia militar, de seguridad y de inteligencia. El jefe del departamento israelí de exportaciones de productos militares viajó a Myanmar en 2016 para cerrar acuerdos de venta de armas.
Según Haaretz, los contratos suponen decenas de millones de dólares, pero la cifra exacta es secreta. Una denuncia ante el Tribunal Supremo que pretendía obligar al Ministerio de Defensa informar sobre el alcance de los contratos fue rechazada por los jueces. El Gobierno impuso su criterio de que se debía mantener el secreto por razones de seguridad nacional.
La visita del general birmano no fue comunicada a los medios de comunicación israelíes. El propio militar la hizo pública poco después colgando fotos de sus reuniones con los israelíes (en la de arriba, el general aparece con el presidente de Israel). Myanmar anunció que había comprado varias patrulleras Super Dvora Mark III.
EEUU y la UE mantienen el embargo de la venta de armas a Myanmar. En septiembre del año pasado, la embajadora de EEUU en la ONU, Nikki Haley, reclamó que todos los países pongan fin a sus ventas de armamento a ese país a causa de la represión contra los rohingya.
El abogado y activista de derechos humanos Eitay Mack, que reclamó sin éxito ante el Supremo que se dé publicidad a estas ventas ha dicho que «no se puede luchar contra el antisemitismo sin luchar también contra el racismo dentro y fuera del país y sin poner fin al apoyo israelí a los regímenes racistas de todo el mundo».
En una entrevista reciente con un medio birmano, el embajador israelí dijo que su país está preocupado por la situación de Rakhine, escenario de las violaciones de derechos humanos contra los musulmanes, y daba algunos consejos sobre la imagen de Myanmar: «Cuando la historia en los medios de comunicación internacionales aparece en los términos actuales, eso no ayuda a crear más mercados. Es algo que debería captar la atención del Gobierno para poder demostrar que, aunque haya problemas, Myanmar es todavía Myanmar. En otras palabras, no dejar que el conflicto defina lo que es Myanmar».
Las amplias críticas internacionales recibidas por la limpieza étnica descubierta en Rakhine son precisamente lo que define la imagen de Myanmar, incluidos los llamamientos contra la venta de armamento a su Gobierno, una petición que Israel ha dejado claro que no acepta.